Llevaba días intentando elegir una película de terror de la que hablar, pero no había forma de decidirme. He visto varias últimamente y todas me han decepcionado o sencillamente no me han dicho lo suficiente como para dedicar unos párrafos. No sé hablar de las películas que me han dejado frío… Sólo me salen las palabras con aquellas que me han gustado o mucho o poco. El término medio no me inspira. 
Y entonces recordé que hará cosa de un mes vi The Birthday en Filmin, esa película de Eugenio Mira, ya etiquetada de culto absoluto, que hasta hace poquísimo era casi imposible de encontrar, al menos por la vía legal.  
En su momento no me animé a comentarla porque pensaba que tenía que digerirla mejor y encontrar la forma de abordarla, pero creo que ya he dado con la tecla, aunque esto no va a ser una reseña, sino una teoría.
Mientras terminaba mi insufrible jornada laboral, tiempo que aprovecho para evadirme pensando en mis cosas, me vino un flash… De repente, lo tenía:
The Birthday es una aventura gráfica de LucasArts. Y eso me llevó a ¡Jo, qué Noche!, de Martin Scorsese, que también lo es, ¡y más! Y si menciono ¡Jo, qué Noche! es porque no se me ocurre ninguna otra película que me recuerde tanto a The Birthday.
 
 
No me gustan los videojuegos, excepto las aventuras gráficas en la línea de Grim Fandango, Monkey Island, Broken Sword o Runaway (estas dos últimas no son de LucasArts, pero para el caso es lo mismo). Es el único género con el que me siento cómodo jugando. Con esto quiero decir que mi minúscula experiencia en videojuegos se centra casi exclusivamente en aventuras gráficas, de ahí que, a veces, encuentre de forma inevitable patrones que me recuerdan a ellas. The birthday y ¡Jo, qué Noche! están llenas de esos códigos y engranajes.  
Ambas películas tratan sobre personajes encerrados (el protagonista de The Birthday está atrapado en un hotel durante el cumpleaños de su suegro; el de ¡Jo, qué Noche!, en un siniestro barrio neoyorquino), y en ambas, como en una aventura gráfica (aquí quería yo llegar), los protagonistas deambulan de aquí para allá interactuando con otros personajes, resolviendo puzles (no literalmente, claro), investigando y usando objetos que encuentran o reciben para acceder a nuevos lugares del mapa y así avanzar en la trama. Alguien me dirá que eso es aplicable a cualquier película, y… Sí, pero no. La base de toda aventura gráfica, su mecanismo, su forma de ser jugada, es la investigación. Eso es lo que mueve la historia y la hace avanzar, de modo que si hablamos de películas que parezcan aventuras gráficas, a nadie se le ocurriría poner Jungla de Cristal o Starship Troopers como ejemplos. El Largo Adiós o Chinatown sí que podrían ser aventuras gráficas, aunque les falta un ingrediente presente en títulos clave como Grim Fandango o Sam & Max: Hit the Road: el punto excéntrico, loco y surrealista. The Birthday y ¡Jo, qué Noche! tienen toneladas de excentricidad, por eso, y también por cómo se desarrollan sus respectivas tramas y el modo en que sus protagonistas se mueven dentro del entorno que les ha tocado sufrir, me recuerdan a las aventuras gráficas que tantas horas de mi vida adolescente consumieron. Cuando vi The Birthday, por momentos sentí lo mismo que cuando entré por primera vez en el sugerente Blue Casket de Grim Fandango junto a Manny Calavera. Con sus elegantes decorados art déco y su mezcla de humor, misterio y terror, me recuerda irremediablemente a la obra maestra de LucasArts. Al igual que Manny Calavera, Norman, el protagonista de The Birthday, tiene que hacer frente a una serie de situaciones estrafalarias plagadas de personajes pintorescos en el mejor de los casos, y hostiles en el peor; todo ello marcado por una densa ambientación enrarecida que traspasa la pantalla. Es sorprendentemente fácil imaginar la película de Eugenio Mira convertida en una aventura gráfica. Los ingredientes y las mecánicas están ahí, tal cual… ¡Si hasta tiene una pantalla de carga! (el ascensor, donde siempre suena esa horrible versión instrumental de It´s my Party, de Lesley Gore, que se te clava en la cabeza).
Sea como sea, tanto la película de Eugenio Mira como la de Scorsese comparten un ADN muy parecido. Se me hace difícil hablar de una sin mencionar la otra. Aunque sus argumentos vayan por caminos diferentes, la textura de ambas películas es la misma, así como su gran capacidad para resultar inmersivas y lograr una atmósfera muy concreta y especial de regusto onírico.  
 
Pero lo más importante de The Birthday, dejando a un lado mis teorías tontas, es lo original de su propuesta y lo bien que se adapta a su ajustado presupuesto, consiguiendo una ambientación más lograda que algunas películas millonarias. Y aunque hay cosas en ella que la alejan de ser redonda, como sus interpretaciones, que dejan bastante que desear (no se salva ni Corey Feldman), o su tercer acto, donde se echa en falta algo más de exceso, una película distinta a casi cualquier cosa que hayamos visto merece ser valorada de forma positiva sólo por eso. Hay que saber manejar muy bien el volante y tener las ideas muy claras cuando la película que estás haciendo comienza como una sofisticada screwball comedy, continúa a la manera de una de Jerry Lewis y termina como un siniestro relato de H. P. Lovecraft o una partida de La Llamada de Cthulhu.