Situada entre los acontecimientos sucedidos en Saw y Saw II, John, en una fase muy avanzada del cáncer, viaja a México para someterse a un tratamiento experimental. Sin embargo, las cosas no salen como estaban previstas y los jóvenes doctores que prometieron ayudarle no eran lo que decían ser. Este pecado hace saltar los engranajes de John… y Jigsaw decide actuar.

El asesino del Puzzle está de vuelta. Como todo buen hijo prodigo, llegadas cierbest human hair wigs for black females yeezy shoes under 1000 latex hood custom kings jersey durex intense vibrations ring fsu football jersey blundstone uomo inflatable kayak penn state jersey custom nfl football jerseys oregon football jerseys custom dallas stars jersey asu football jersey decathlon bmx oregon football jerseys tas fechas, es tiempo de volver a casa y reunirse con aquellos que nos esperan con los brazos abiertos. Como ya se dijo en anteriores críticas en este medio, las películas de Saw acabaron por convertirse en una tradición de Halloween: en nuestra mente se acopló una suerte de automatismo que concebía con total normalidad la entrega anual de las macabras y sangrientas aventuras de Jigsaw; una visión nada lejana a aquellos seriales emitidos en cines como lo fue en su día las desventuras del terrible Fantômas. ¿Qué nuestro antihéroe acababa sucumbiendo ante la guadaña oxidada de la muerte? Sin problemas, los guionistas son los nigromantes del mundo moderno y seguro que se sacaban de la manga alguna fórmula con la que seguir hacia delante. Y vaya si las tuvieron. Y no todas resultaron acertadas, como pudo verse en aquel parón de siete años entre Saw VII 3D y Saw VIII; una crisis de creatividad que empezó a hacer mella en la saga, la audiencia comenzó a darle la espalda y el asunto decayó hasta puntos próximos a la parodia (véase Spiral: Saw).

Dos años después de ver las muecas desesperadas de Chris Rock y los motherf***er de Samuel L. Jackson ante un copycat de Jigsaw (qué lejano parece), Kevin Greutert le hace el relevo a Darren Lynn Bousman, director de la anterior entrega, y vuelve a tomar los mandos tras su paso por el mundo Saw (entrega VI y VII). En Saw X, Tobin Bell retoma su papel como John Kramer y nos sitúa temporalmente unas semanas después de los acontecimientos ocurridos en la primera entrega de 2004 y en un nuevo escenario: México (sí, también aquí tenemos el filtro amarillo para saber que estamos en México).

Vuelve el máster original y con él la esencia del cruel sentido de la justicia de Jigsaw: la filosofía del dolor retributivo. Un tono muy cercano a Saw II donde nos olvidamos de la visceralidad de las entregas posteriores… pero mucho más agresiva que su predecesora de 2021. Un festival Grand Guignol de amputaciones y gore, pero con control, sin la virulencia de las hermanas menores del mundo creado por James Wan y Leigh Whannell. Pero lo más importante: es el show de John Kramer. Desde la segunda entrega, nunca el personaje de Tobin Bell había ocupado tanto tiempo en pantalla. Pues bien: en este caso es el protagonista absoluto; nada de estar en la sombra o actuar como demiurgo escondido en la oscuridad. Aquí va de cara.

También contamos con una dimensión emocional añadida: la vulnerabilidad, el ser humano detrás de un asesino en serie implacable… que nunca ha matado a nadie. Tratan de dotar de un sentido de la humanidad al asesino del puzzle, un refuerzo para que el espectador sienta algo de compasión de John Kramer, quizá con el objetivo de cazar nuevas audiencias. Pero no nos engañemos: tras 19 años y 10 películas, el que no se subiera al carro en su momento… No lo va a hacer ahora. El espectador que va a ver Saw X tiene una cosa clara desde el comienzo: Kramer tiene su total simpatía. Una simpatía que solo tiene cabida en este mundo de ficción, en esa idea utópica del justiciero psicótico que castiga, pero con la capacidad de perdonar (relativamente), de hacer valorar la vida por medio del dolor. Lo tenemos aceptado y no pasa nada. Por tanto, ver a Jigsaw como un ser humano con sus flaquezas nos da una cal y otra de arena: por un lado, un comienzo que tarda en arrancar; por otro, la presencia de Tobin Bell y nuestro conocimiento sobre su personaje, lo dota de un aura macabra, extraña toda la cinta. Y es que Saw X es una lucha constante de tonos: quiere ser asfixiante (de nuevo, los acontecimientos ocurren en un solo espacio cerrado), pero también dar una nueva visión al protagonismo absoluto de Jigsaw, concebido como un “antihéroe” que conversa y filosofa sobre las reglas del juego.

Pero una vez arranca el festival de justicia, el montaje de videoclip y las soflamas pseudofilosóficas de Jigsaw… Volvemos a sentirnos como en casa. Podemos incluso obviar que el final sea algo flojo y el guion acuda con bastante frecuencia a la supresión de incredulidad del espectador (algo clásico en Saw, por otro lado). Hemos visto el canto de cisne de John Kramer, un recordatorio de por qué es uno de los grandes villanos del cine de terror. Y por fin, la secuela decente que esta saga llevaba pidiendo hace años.

En definitiva: no creo que Saw X vaya a atraer a nuevos espectadores que no conozcan la sangrienta trayectoria de su protagonista; tiene sus flaquezas (comienzo alargado, decisiones argumentales sacadas del libro gordo del deus ex machina), pero también sus virtudes, casi todas gracias a la presencia de Tobin Bell y el retorno al tono de las primeras películas.