Creo, sin miedo a equivocarme, que no había fan del cine de terror, adolescente pre-puber con ganas de carnaza sanguinolenta, pareja con ganas de tragarse una cinta de terror mientras hacen cosas de parejas o fiesta de Halloween con amigos algo pasados de copas, que no esperase con unas ansias religiosas el estreno de una nueva entrega de la franquicia Saw. Desde 2004 a 2010, en el mes de octubre y a tiempo para la noche de los muertos, en la cartelera aparecía una nueva entrega de la franquicia creada por James Wan y Leigh Whannell; seis años bañados en sangre, polémica, taquillazos… y el posterior desgaste y desinterés del fandom. La franquicia Saw es lo más cerca que hemos tenido en el cine mainstream reciente una nueva forma rejuvenecida de cine de explotación, que nacía al amparo de la aparición en el cine norteamericano de nombres como Eli Roth o Rob Zombie. Sin embargo, sería injusto calificar los comienzos del asesino del puzle como una mera obra de torture porn (termino que los puristas daban de forma descalificativa a cintas de contenido muy violento como la mentada Saw o Hostel, de Eli Roth); la primera de la saga, muy lejos del gore y los litros de sangre que nos ofrecerían las posteriores entregas, se acerca más al thriller policíaco y juguetón con el espectador que da uno de esos finales que uno nunca olvida. El resto de entregas, con el cambio de directores y guionistas, se acabó convirtiendo en una especie de multiverso en el que todo estaba conectado, los castigos eran más sádicos y la violencia más explícita (aquella famosa calificación X de Saw VI). Sin embargo, el público tenía un límite y cuando la fórmula se volvió genérica, los ingresos se hundieron y decidieron hacer un parón.

Siete años después de Saw VII (o Saw 3D) y su pobre recepción en Norteamérica, apareció en 2017 Saw VIII (o Jigsaw), apadrinada por nada menos que los The Spierig Brothers, directores de Daybreakers, la brillante Predestination y la macarra Los No Muertos. El resultado no fue del todo el esperado, a pesar de ser un nuevo bombazo de taquilla, ya que los fans sintieron que aquello estaba lejos de la auténtica identidad que dio fama a la saga. La violencia fue muy matizada y se dejaba de lado ese frenético y videoclipero estilo de montaje, dando una obra más depurada pero demasiado light en su espíritu exploitation. Y por fin, llega 2020, el año maldito donde todo lo que podía salir mal salía peor; el año que supuestamente iba a ser estrenada una nueva y misteriosa entrega titulada Spiral: Saw. En 2019, cuando fue anunciada, ya nos llevamos las manos a la cabeza ante una producción tan extraña y con un plantel cuanto menos llamativo: producida y protagonizada por el cómico Chris Rock, el cual llevaba algún tiempo perdido como actor secundario; con Samuel L. Jackson como apoyo en el reparto; con Darren Lynn Bousman volviendo a la silla de dirección después de haberse encargado de Saw II, III y IV; con un guion de los autores de la anterior entrega. ¿El resultado? Llamativo, diferente… Pero con la constante sensación de un coche circulando por una autovía en primera marcha.

De primeras, Spiral: Saw consigue captar nuestra atención con un inicio que remite al exceso de las anteriores entregas, pero con el mismo matiz de control que Jigsaw. El resto posee una estructura similar a una buddy movie con un Chris Rock interpretando una suerte de Eddie Murphy en Límite 48 Horas, algún que otro guiño a Tarantino evidente (esa conversación de presentación del personaje de Rock) y otros menos evidentes y por supuesto homenajes a algunos momentazos de la saga Saw. Podemos evidenciar un intento de dar algo distinto a lo que se ha estado ofreciendo en las anteriores entregas, no en vano la película se sustenta bajo el aro mitológico de la legendaria figura de Jigsaw, sin ser este el principal motor de la acción y desvinculándose de esa idea de multiverso interconectado de las películas anteriores, cosa que se agradece bastante y no parece un contenedor de ideas recicladas como fue Saw VIII, definido básicamente un compendio de best hits de la saga.



Vuelve Lynn Bousman y eso significa que vuelven esas locuras frenéticas de montaje, aunque muy medidas, y ese aspecto visual verdoso que tanto incomoda al ojo humano y nos revolvió con las imágenes de su Saw II. Los guionistas no se complican la vida y nos ofrecen un guion lineal, sencillo y, hasta cierto punto, efectivo; sin embargo, muy lejos de las macabras intenciones iniciales de la saga. Una de las principales bazas para solventar la polémica violencia de las películas era que todos los personajes que recibían esos duros castigos eran seres que merecían una severa purgación, un juego en el que dar algo a cambio de recibir unos minutos más de vida… En el caso de Spiral: Saw, distribuida en España por DeAPlaneta, esa cuasi mirada sádicamente humanista se ha perdido y lo que queda es la trama del gato y el ratón y un asesino de policías corruptos, muy acorde con los tiempos que vivimos, pero con un empuje muy débil. El gore que hizo famosa a la saga aparece en momento muy puntuales, muy conseguidos, pero a la altura de las fatalities de la nueva Mortal Kombat; diríase que las escenas sanguinolentas están ahí para cumplir un poco con lo deseado por el público.

Y luego está el error más demencial de Spiral: Saw: que es tristemente predecible. Diríase que parece una parodia de los típicos thrillers donde la ‘sorpresa’ se reluce a los cuatro vientos en el momento clave. Llegados a cierto punto, ni Samuel L. Jackson y sus brevísimas apariciones podrán solventar un desenlace que canta a millas de distancia. Y al final, a uno se le queda un amargo sabor de boca que lo lleva a reflexionar sobre la viabilidad de continuar con la saga en estas condiciones; a lo mejor lo suyo sería volver a programar las películas en el cine en fechas puntuales y convertir el evento en una fiesta donde se celebra la saga (con sus más y sus menos), porque de otra manera la cosa parece que tiene los días contados.

En definitiva: se agradecen los esfuerzos por dar algo distinto, pero se habría apreciado más la idea de volver a una saga con las pilas puestas y algo más que ofrecer. El plantel actoral cumple sin brillar y Lynn Bousman parece cómodo en su regreso a la franquicia, aunque según ha dicho se ha encontrado con problemas en producción para llevar a cabo todo lo que quería hacer y sobre todo a la hora de encontrar la calificación de edades requerida. Spiral: Saw entretiene, pero el resultado está lejos de ser memorable.