En Todo a la Vez en Todas Partes, cuando una ruptura interdimensional altera la realidad, Evelyn, una inmigrante china en Estados Unidos, se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo. Perdida en los mundos infinitos del multiverso, esta heroína inesperada debe canalizar sus nuevos poderes para luchar contra los extraños y desconcertantes peligros del multiverso mientras el destino del mundo pende de un hilo.

A Mozart le gustaba el humor escatológico. Este no es un dato gratuito soltado a la buena de Dios cual von Trier demostrando por trigésimo quinta vez lo intelectualmente superior que es respecto al resto de mortales. Siempre se ha señalado lo bajo y poco fino que es ese tipo de humor donde los vómitos, las heces o las flatulencias son usadas para deleitar al público bajo el halo más grotesco de nuestro propio ser y extrapolarlo a una realidad: la comedia se abre camino de formas insospechadas en momentos insospechados. Autores como Sam Raimi o Peter Jackson tuvieron que vérselas con censores que veían sus películas como odas al sadismo y la perversión, obras que corrompían a las pobres criaturas que las veían. Y sin embargo, Mozart se embelesaba mandando correspondencias donde, sutilmente, invitaba a su remitente a cagarse en la cama y pegar la boca a su trasero. Y es que, si el músico más grande de todos los tiempos conseguía ver la comedia de lo inusual… ¿Quiénes somos nosotros para tacharla y mirar a otro lado? John Waters vive de su exquisito mal gusto y, en la actualidad, tenemos un nuevo gallo en el corral… por partida doble: Los Daniels. Y con ellos su última genialidad: Todo a la Vez en Todas Partes.

Sin contar demasiado de la trama, solo diremos que se trata de una familia asiática en apuros económicos y el inesperado viaje multiversal que experimenta la matriarca. Los Daniels son ampliamente conocidos por aquella maravilla de película que se sacaron en 2016 y que deslumbró a gran parte del publico de Sitges, a la par de provocar ciertos retortijones de tripa: Swiss Army Man, aquella película donde Daniel Radcliffe hace de cadáver con flatulencias. Y es que en esta ya podíamos intuir varios factores que determinarían las siguientes películas del dúo: un raro equilibrio entre lo repulsivamente escatológico, lo ridículo y el cariño que emanan sus protagonistas cuyas historias son más grandes y con más fondo de que reluce. En Todo a la Vez en Todas Partes está todo eso elevado al cubo: un viaje astral que se mueve por los universos a un ritmo del demonio, que obliga al espectador a dejarse llevar y apartar todo intento de razonar con lógica todo el surtido de ideas que este malévolo dueto escupen como pipas. Los Daniels han creado un universo plagado de cultura pop que va desde los dibujos animados hasta los videojuegos como Super Mario o las propias referencias cinéfilas: desde Deseando Amar, pasando por Kill Bill, atravesando Matrix y con un meta-juego muy a lo Maggie Cheung en Irma Vep, pero con una totémica Michelle Yeoh. Punto y aparte Jonathan Ke Quan, el mítico Data de Los Goonies: un redescubrimiento que hay que ver para creer.

Pero el núcleo real de la película, su corazón y sentido es hablar de la familia. Porque la película lo que realmente, dejando de lado la locura de los multiversos, la depravación de algunos gags y su narrativa esquizoide, es habla sobre la familia y la responsabilidad de asumir decisiones. Todo ello, como hemos dicho más arriba, bajo un logradísimo equilibrio que Los Daniels, como dos ilusionistas, logran mantener durante su más de dos horas de metraje. Sin embargo, este no será un viaje para todos los paladares y los habrá que se saturen ante la cascada de ideas e imágenes que estos ingeniosos directores disparan contra la retina del espectador.

En definitiva, una de las películas del año, de una creatividad abrumadora y una libertad desbordante. Una de esas locuras que consiguen aligerar el año y lanzar un soplo de aire fresco más allá de reelaboraciones, segundos platos y comida precocinada. Para ver en pantalla grande y sentir la inmensidad del (multi)universo sobre uno mismo.