Soy consciente de que enfrentarse a esta película por primera vez después de haber visto la original puede resultar muy decepcionante. A mí no me ocurrió porque cuando la vi era pequeño y no me paraba a pensar en ciertas cosas, pero con el tiempo me di cuenta de lo ilógica que es La Matanza de Texas 2. Aun así, ya lo tengo asumido y la disfruto como un gorrino. Porque esa es la clave: asumirlo. Masticarlo, tragarlo y digerirlo. 

Si ves La Matanza de Texas 2 sin saber por dónde van los tiros, igual te da un ictus. No porque sea mala, que no lo es, sino por lo incoherente que resulta respecto a la original. El tono es radicalmente distinto, el gore aquí es muy burro y los personajes son caricaturas. Si la primera es una lúgubre composición de Krzysztof Penderecki, la segunda es una canción de los Ramones 

La trama nos sitúa, cómo no, en Texas. Se supone que la familia caníbal, los Sawyer, ha tenido que huir de su hogar rural tras los sucesos de la primera película, y ahora se ocultan en un parque de atracciones abandonado. Durante uno de sus asesinatos, una emisora de radio local graba por casualidad el sonido de la motosierra de Leatherface. El nuevo crimen pone en alerta a la policía, y más concretamente al teniente Lefty (Dennis Hopper), tío de SallyFranklin, de la película original, que irá en busca del clan caníbal para vengarse. Mientras Leatherface y su hermano Chop Top invaden la emisora de radio para conseguir la cinta que ha grabado el sonido de la motosierra, Lefty se prepara para ir a la guerra y exterminar a la peligrosa familia psicópata al mismo tiempo que trata de rescatar a Stretch (Caroline Williams), la joven Dj a cargo de la emisora.   

Como salta a la vista, esta película es puro cómic, nada que ver con la sobriedad y el realismo sucio de su antecesora.  Y aunque al principio choca y nos cuesta creer que esté realizada por el mismo director, lo cierto es que, pensándolo en frío, me parece que tomar este cambio de rumbo tan radical fue una decisión inteligente. 

Me explico. 

La Matanza de Texas, la primera, es como es por una serie de circunstancias, carencias e inclemencias sobre las que nadie tenía control. Producción caótica, calor abrasador, un guión que no era tal y un presupuesto realmente ajustado dieron como resultado una película tan maravillosa como irrepetible. Tratar de replicar el tono sucio, casi documental, y la atmósfera enfermiza y asfixiante era imposible.  Si se hubiese intentado, el resultado habría sido desastroso. 
¿Solución? Hacer algo distinto y, de paso, dinamitar las expectativas del público. Tomar otro camino, el del punk, el humor y el gore en todo su esplendor. ¿Era la secuela que querían los fans? No, pero era la secuela que La Matanza de Texas necesitaba, y creo que con el tiempo se ha ido demostrando que Hooper hizo lo correcto, por muy polémica que fuese su decisión. Y que conste que a mí me habría alucinado que esto hubiese sido una seria y oscura road movie de venganzas protagonizada por un agente de la ley trastornado que busca justicia a su manera, es decir, al estilo Travis Bickle, recorriendo Texas tras los pasos de la temible familia Sawyer.

Pero tenemos lo que tenemos, y eso es lo que hay.

Sobre la continuidad, es bien sabido que esta saga es un alma libre e indomable que hace lo que le da la santa gana. Da igual que un personaje muera, porque si es necesario será rescatado en la siguiente entrega… Y si sobrevive y les interesa ignorarlo y hacer como si nunca hubiese existido, pues se hace. Sin embargo, La Matanza de Texas 2 es bastante continuista en lo que a la trama de la anterior se refiere (al tono ya sabemos que no). Incluso existe cierta evolución en el personaje de Leatherface, que, si en la primera tenía la edad mental de un niño, ahora la tiene de un adolescente, mucho más payaso, inestable y… salido. A todo eso hay que sumarle sus 130 kilos de peso, su motosierra y su psicopatía.  
También está Chop Top, el nuevo miembro de la familia Sawyer que se nos presenta en La Matanza de Texas 2 y que, hasta hace poquísimo, yo pensaba que era el autoestopista (Nubbins) de la primera que logró sobrevivir de milagro a las ruedas del camión. Pero no, Chop Top no es ese personaje «resucitado», sino su hermano gemelo (incluso tiene la misma mancha en la cara), quien se intuye que, durante los sucesos de la original, estaba destinado en Vietnam, de donde volvió más loco si cabe y convertido en un hippie homicida.
Otro personaje con el que nos reencontramos es el abuelo, ese viejo decrépito de 135 años que permanece aletargado hasta que alguien le da un martillo y algo de sangre. En cierta medida, este personaje, cuyo comportamiento roza el vampirismo, podría considerarse el único elemento sobrenatural de la película. 
Como digo, el tono humorístico, que incluye un duelo con motosierras o ese póster que parodia El Club de los Cinco, no se corresponde con el filme original, pero todo lo demás es continuista, sobre todo si lo comparamos con las caóticas secuelas que vinieron después. 

No puede decirse que esta película sea tan interesante como la de 1974, pero es innegable que resulta divertida y da justo lo que promete: casquería (gracias a Tom Savini, encargado de los efectos especiales), motosierras y canibalismo. Como secuela de La Matanza de Texas es entre rara y decepcionante, pero como película de terror cafre merece un monumento.  Pero no hay que confundirse; que la película opte por un tono más ligero y una alta dosis de humor, no nos priva de momentos terroríficos, como el desuelle de cierto personaje, el tenso asalto a la emisora de radio o la primera aparición de Leatherface a ritmo de No One Lives Forever, de Oingo Boingo.

De las siguientes secuelas hay poco que rascar o escribir, aunque me quedo con La Matanza de Texas III: Leatherface (espantosa, lo sé, pero le tengo cariño), y el remake y su correspondiente precuela.