En Muñeco Diabólico, el vudú y el terror se apoderan de un muñeco de aspecto inocente habitado por el alma de un asesino en serie. Cuando Andy Barclay, un niño de seis años de edad, asegura que Chucky, su nuevo muñeco, ha arrojado violentamente por la ventana a su niñera, nadie le cree. Pero una larga serie de horribles asesinatos conduce al detective que se ocupa del caso hasta el muñeco y, entonces, descubre que el auténtico terror no ha hecho más que empezar. El malvado muñeco pretende transferir su diabólico espíritu a un ser humano, y el pequeño Andy parece ser el candidato perfecto.
Director: Tom Holland.
Reparto: Catherine Hicks, Chris Sarandon, Alex Vincent, Brad Dourif, Dinah Manoff, Tommy Swerdlow, Jack Colvin.
En el cine de terror siempre funciona mejor lo que se sugiere que lo que se muestra. El monstruo siempre da más miedo cuando no se le ve, el fantasma asusta más cuando uno se lo imagina… Por eso, en Muñeco Diabólico (Child’s Play), los primeros 45 minutos de metraje son superiores al resto del film, sin quitarle merito a la traca final, por supuesto. Todos saben que en el mundo de hoy la gente no está ahí para ayudarte cuando la necesitas. Y eso le pasa al personaje interpretado por Brad Dourif.
Lo único que tiene Charles Lee Ray a mano en el momento clave no es otra cosa que un trozo de plástico. Pero le sirve. A partir de ese momento se le da el pistoletazo de salida a todo lo mejor de la película. Andy Barclay (Alex Vincent), un niño de seis años, recibe por fin su esperado muñeco Good Guy de manos de su madre, que parece tener que apretarse el cinturón cada mes, por lo que tiene que comprarle el juguete a un vagabundo en un callejón. Por ahora la madre (Karen Barclay interpretada por Catherine Hicks) no sabe lo que le acaba de hacer a su hijo, pero tiempo al tiempo.
Cuando una noche “tía Maggie” (Dinah Manoff), la mejor amiga de la madre, se queda a cuidar de Andy, Chucky (el simpático muñeco) comienza a decir algo más que “seré tu amigo hasta el final”. Pero por ahora se lo dice a Andy al oído, y ahí está el acierto de este tramo de Muñeco Diabólico: hacer que el niño sea visto como una criatura desequilibrada que utiliza al muñeco como excusa para hacer y decir las mayores barbaridades. Preguntado por su madre, Andy dice que Chucky “me cuenta muchas cosas… que tía Maggie era una perra y que ha recibido su merecido”. La cara que se le queda a la madre es de imaginar. Pero cuando la policía deja internado a Andy en una institución, su madre saca por fin la supermadre que lleva dentro, y es que cualquier buena madre de película americana cree antes en muñecos enajenados que en hijos asesinos. Cuando ella amenaza con tirarlo al fuego por lo que le está pasando a su hijo, Chucky se revela contra la madre. La impotencia que se le transmite al espectador al ver como Andy paga por lo que hace su “amigo hasta el final”, inquietantes escenas en las que una víctima es acechada por algo que casi no podemos ver. Y repito, esto es Muñeco Diabólico y nosotros sabemos lo que pasa. El guión va perdiendo tensión a medida que se acerca al desenlace. Llegado el final de Muñeco Diabólico, se recurre a un te-mato/no-te-mato que se hace bastante interesante.
El director Tom Holland dirige la película con buen pulso, sabiendo que no debe tomarse el asunto demasiado en serio y, por tanto, tratando con el debido respeto a un espectador que sin duda verá esto como un juego macabro. La “seriedad” malévola que tiene la primera mitad de la película viene acompañada de un humor negro muy acertado.
Por su parte, Catherine Hicks hace un buen trabajo en el papel de esa madre que condena a su hijo a ser perseguido por un muñeco durante toda la película (y alguna que otra secuela). El propio hijo está interpretado francamente bien por Alex Vincent, uno de esos pocos niños de película que no sacan de quicio al espectador. Chris Sarandon, en cambio, no consigue entrar a formar un triángulo con los anteriores a pesar de ser el primero en aparecer en escena. El policía al que interpreta no llega a conectar con el espectador debido a que su personaje pone muchas trabas a la historia y pesadilla que madre e hijo están sufriendo (hasta que lo vive en sus propias carnes).
El gran Brad Dourif, por último, el alma de Chucky, es sin duda lo mejor de la cinta si se ve en versión original. La personalidad arrolladora que le da al personaje, así que su risa y tono para las frases, lo hace un gran icono de terror.