Poltergeist: ¿maldición o coincidencias macabras?

¿Qué sería del género sin «¡Ya están aquí!» o «Corre hacia la luz, Carol Anne»?  ¿Qué se puede decir de Poltergeist treinta años después de su estreno, tras dos secuelas, una serie de televisión y el inminente remake dirigido por Gil Kenan? No mucho más, al menos argumentalmente. Por supuesto, siempre se hablará sobre la autoría del film (Tobe Hooper versus Steven Spielberg, siendo éste último el menos discutido por los miembros del equipo) y de la supuesta maldición de Poltergeist, una serie de escalofriantes coincidencias que ponen los pelos de punta.

Empezaremos definiendo la palabra Poltergeist. En alemán, significa algo así como «espíritu ruidoso»: un ente invisible capaz de mover objetos dentro de una casa. La familia Freeling es víctima de este fenómeno paranormal que lleva a la pequeña Carol Anne (Heather O’Rourke) al otro lado. Uno de los momentos más recordados y angustiosos del film, la escena en la que Diane Freeling (JoBeth Williams) cae en la piscina de barro, se sirvió de esqueletos reales tal y como admitió Craig Reardon, encargado de efectos especiales. Por aquella época, eran más baratos que las réplicas de plástico.

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Sin embargo, fueron las desgracias las que alimentaron esta supuesta maldición durante los años posteriores. Dominique Dunne, la actriz de 22 años que interpretó a Dana Freeling, fue estrangulada por su ex pareja John Sweeney y cayó en un coma del que jamás despertó, falleciendo el 4 de noviembre de 1982. El hombre, un chef de Ma Maison, fue condenado a seis años y medio de prisión pero fue liberado a los tres; el de Dunne sigue siendo uno de los casos más oscuros de la historia de América.

Otra despedida repentina (y muy sonada) fue la de Heather O’Rourke, la inolvidable Carol Ann: el 1 de febrero de 1988, la joven moría a los doce años debido a un choque séptico. Se le diagnosticó erróneamente enfermedad de Crohn el año anterior, cuando en realidad sufría estenosis aguda. Su fallecimiento tuvo lugar antes del estreno de Poltergeist III, justo cuando la MGM pidió a Gary Sherman rodar un final distinto que se tuvo que hacer utilizando a una doble de cuerpo.  

Julian Beck interpretó al maligno reverendo Kane en Poltergeist II: El otro lado y nos dejó en 1985 por culpa de un cáncer de estómago diagnosticado dieciocho meses atrás. Su compañero de reparto Will Sampson (el indio mudo de Alguien voló sobre el nido del cuco), que en la película daba vida a Taylor, lo hacía dos años después por una complicación renal tras una operación de pulmón y corazón. Sampson, que era chamán, llegó a practicar un exorcismo en el set -a altas horas de la madrugada, sin ningún miembro del equipo cerca- para eliminar el mal aura que se respiraba durante el rodaje. Añadir que en 2004 el Sarcoma de Edwing (un tumor que se forma en el hueso) acabó con la vida del director de esta secuela, Brian Gibson. La inolvidable Zelda Rubinstein, que fue Tangina Barrons tanto en la trilogía como en la fugaz serie de TV (Poltergeist: The legacy), murió por causas naturales a los 76 años en 2010. Durante una sesión de fotos promocionales para Poltergeist III, recibió la noticia de la muerte de su madre.

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En esta supuesta maldición también hay lugar para otro tipo de fenómenos. Oliver Robins (Robbie Freeling) lo pasó muy mal en la escena en la que es atacado por el payaso; casi murió asfixiado al fallar uno de los brazos mecánicos del muñeco. JoBeth Williams aseguró que cuando volvía a casa de noche tras rodar el film, todos sus cuadros estaban inclinados sin razón aparente. Richard Lawson, Ryan en la original, esquivó a la muerte en 1992 cuando un agente de viajes le ofreció viajar en primera clase en el vuelo 405 de UsAir que acabó en tragedia. Sea o no cierta la llamada maldición de Poltergeist, siempre abrirá un interesante debate. ¿Qué opináis? ¿Una serie de meras coincidencias, o realmente el mal hizo de las suyas?