‘¿Venís a la CutreCon o sois gente con criterio?’. Así recibía Toni “McGinty” Rodríguez a todo transeúnte que se dejaba caer por el Cine Paz en la Calle Fuencarral. Un leve acercamiento, una tímida ojeada a la marquesina de estrenos ―no tan marquesina como antaño, si acaso una sosias de marca blanca, porque los tiempos de lo vistoso murieron hace mucho― y ahí estaba el implacable Toni, engranaje esencial del Universo Cinemático Cutre (UCC©), tratando de poner orden al rebaño de espectadores, intentando dirigir al asistente cutreconero a su inevitable destino. Y es que en aquel día 31 de enero, había dos clases de personas que se dejaban caer al cine en cuestión: los defenestrados que van a divertirse como se divertía el Vaughan de Crash, la novela de Ballard que luego sería adaptada por Cronenberg en 1996; y la pobre gente corriente que había conseguido hacer un hueco en su apretada agenda de madrileño de manual para hacer una espada romántica al cine o una quedada de jubiladas o un escarceo que tuviera un final feliz en las ultimas filas de esa película francesa de moda donde el héroe es el perro. Porque ese día, queridos lectores, era el día que marcaba el comienzo de la CutreCon 13; el lugar donde lo cutre se abre camino, los descarriados del séptimo arte encuentran su casa y la verdad a 24 fotogramas por segundo puede producir una embolia.

Antes de la apertura de esta nueva edición, los más cafeteros pudieron disfrutar de una sesión matinal de los más completa. Todavía nos tienen que contar los amigos de la CutreCon qué tipo de pacto sectario ofrecieron al decanato de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense para que les dejaran acoger semejantes proyecciones. Como decíamos, las proyecciones de la mañana esquivaron por el momento la temática vampírica para arrancar con una exquisita sesión de bruceploitation donde pudimos ver el maravilloso documental Enter the Clones of Bruce y que nos serviría de adelanto, para vergüenza nuestra, en la siguiente sesión con El Último Combate (aka Game of Death II). Prácticamente una snuff movie espiritual cosida al más puro estilo del monstruo de Frankenstein; es decir, con partes de otras obras del propio Bruce Lee, ya que el actor, para año del estreno ―ejem, 1981― llevaba 8 años bajo tierra.

La sesión de la tarde arrancaba con un inefable experimento visual, solo para amantes del cine de Stan Brakhage o el Inland Empire de David Lynch; El Frikódromo, un mosaico visual de nuestra memecracia, de los tiempos postmodernos que nos ha tocado vivir y de la morralla que puebla los derroteros más cenagosos de internet. Para que nos entendamos: es la versión soft de Most Disturbed Person on Planet Earth. La tarde terminaba con la última película donde el maravilloso Paul Naschy hacía un papel protagónico: Empusa, dirigida por él mismo en 2010. El punto culminante de la sesión lo protagonizó la entrega del Premio Jess Franco al incombustible Antonio Mayans.

Pero fue con la caída del sol que la CutreCon 13 daba su pistoletazo de salida. Y cuando la luna se alzaba en lo más alto del firmamento madrileño, arrojando su pálida luz blanquecina sobre la fachada del Cine Paz, otra luz igual de pálida iluminaba una pantalla de tela de alta definición; la magia del cine hizo el resto. Restaurada en 4K, en su doblaje original en castellano, CutreCon 13 arrancó con la proyección de Made in China. La proyección además supone la vuelta a casa del impresentable de John Liu, con el cual ya arrancamos la inauguración de la CutreCon en 2022, proyectando otro insulto al buen gusto: New York Ninja. Rodada casi por entero en Marbella, John Liu nos brindó otra buena sesión de autentico hacer artesano: desde su impactante lastre como película sexy hasta uno de los finales más lamentables y vergonzosos que un servidor recuerda. Durante la sesión, no faltaron siestas y cabezadas que a veces algunos sufridos espectadores necesitan para mantener la cordura; tal fue el caso de un joven de la fila 13, cuya cabezada prolongada nos llevó a los asistentes a despertarlo a gritos ante la dura resistencia del sueño a romperse. Los más cenizos ya pensaron que estábamos ante la primera víctima mortal de una película de la CutreCon, pero toda duda quedó despejada cuando el confundido joven escapó de los besos de Morfeo. Su despertar coincidió con el final de la película: imágenes que se quedan grabadas en la retina, no aptas para estómagos sensibles y que serían reutilizadas años después otro que tal canta: Sebastià D’Arbó. Y con ese broche sedu-snuff pusimos fin al primer día de jornada.

El día 2 de CutreCon amanecemos con las dos primeras películas de Selección Oficial, como si de un Cannes bakala se tratara: La Celada, Juego Mortal y Los Amigos, La Pinicula, obra que eclipsó a todo lo pudiera venir después. Cinta meta que usa todo su arsenal cutre para revertir el cutrismo hacia un auténtico discurso sobre el mundo de la creación. Debemos decir, desde la humilde mazmorra desde donde nos encontramos escribiendo esta crónica, que Los amigos partía como una de las favoritas de la edición.

Con la llegada de la tarde, el día 2 culminó con uno de los clásicos de nuestro cine: Brácula: Condemor II, para mayor gloria de Chiquito de la Calzada. A la sesión acudieron dos de sus actores, Javivi y Fernando Rebanal y la presencia especial de Pedro Barbero, co-director de otro clásico de nuestro cine: Tuno Negro. Al divertido coloquio le precedió la exhibición de Brácula como sus creadores tenían concebida su proyección en cines: en Fistrovision, donde la participación del público fue esencial para cantar y hacer el camelo. Una de las sesiones más divertidas de esta edición.

Culminamos el día con una de las mejores dobles sesiones que este ―dudosamente autoproclamado― festival ha ofrecido en años: la double feature Vampsploitation con Yo Compré Una Moto Vampiro y Jesucristo, Cazador de Vampiros. La primera, una macarranada con típico humor british, una moto sedienta de sangre que se carga a todo punk que se encuentra a su paso y gore práctico a raudales. La segunda, para un servidor, fue la mejor proyección de este festival. Y es que ya era hora que se programara uno de los grandes clásicos de cine DIY (do it yoursefl) de la historia: Jesucristo, Cazador de Vampiros es cine punki, de guerrilla, de una pureza inusitada, autoconsciente de sus limitaciones (pero no en su cometido: esta no es otra de esas pesadas imitaciones del cine de serie B de los 80, realizada mal con todo el propósito). Libérrima, con momentos para el recuerdo ―toda la secuencia del bar o los números musicales grabados en plena calle, donde tengo total seguridad no poseían permiso para filmar―, y uno de esos finales para quitarse el sombrero. A la sesión le acompañó un récord personal y que quiero dejar constancia de ello por escrito: jamás en mis años como redactor había oído en un tiempo limitado por tres horas improperios referidos al oficio más antiguo del mundo de una madre y referencias a que los presentes (fuese quien fuese) enseñase su miembro viril ―con las palabras que todos nos sabemos, pero este es un medio decente y se priva de joder esta crónica con palabras malsonantes―. Todo ello salido de la boca de un solo asistente. Que tuve el dudoso placer de tener sentado a escasos metros de mi persona. Ni dos paracetamoles me ayudaron a conciliar el sueño como Dios manda y prepararme para la siguiente jornada.

De nuevo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, abrimos el día con las dos últimas películas de la Selección Oficial: Nunca Digas Mi Nombre  y Sangre Cubana, dos películas nacidas con el presupuesto que un adolescente maneja un fin de semana en cualquier bar de Chueca, aunque con algún que otro momento atroz de menos ―el adolescente de bares, se entiende―. Con Nunca Digas Mi Nombre vuelve otro clásico a nuestras vidas: Juan Carlos Gallardo, responsable de castigarnos mente y cuerpo en 2022 con su Maldición, He Vuelto a Cambiar. El sinvergüenza de su autor nos trajo en esta ocasión la película de animación más underground que nuestro cine ha parido, sin ataduras y con un gusto por el mal gusto exquisito, donde el cuento de Alicia en el país de las maravillas se revierte bajo la mirada de lo cochambroso. El viernes, como día light de la edición, tuvo su final con Perezoso Amoroso, revisión de Chicas Malas ―la buena― con fondo slasher y, valga la redundancia, perezosos resultados. Película flojita, que sin embargo gustó a los asistentes, pero que pedía a gritos una mala leche que nunca aparece y que terminó por ser la decepción del festival para un servidor.

El sábado supone un cambio de localización: dejamos atrás el cine Paz y las robustas infraestructuras de la Universidad Complutense para quedarnos durante los días 3 y 4 de febrero en los MK2 del Palacio de Hielo. Y la estampa no puede ser más bella: en un centro comercial con sus tiendas abarrotadas, su bares llenos hasta la bandera, sus recreativas con más adultos nostálgicos y adolescentes confusos con la vida que infantes; en el piso superior, salas de cine donde se proyecta el ultimo pegote digital de alguna gran productora de renombre, la mentada película francesa con el perro-heroe o alguna cinta de animación canadiense que querrán ver los más pequeños mientras los adultos sufren una muerte lenta en sus adentros. Y mientras todo esto sucede, de nuevo y como si se tratara de esos brotes de hierba que salen entre los adoquines de una gran ciudad, los cutreconeros se abren paso por esa jungla de asfalto y herrumbre para entrar en un rinconcito que los acoja durante el resto de la jornada. Seguro que alguien como George A. Romero habría sacado una película espectacular de esto.

Como íbamos diciendo, sábado 3 de febrero, arrancamos de buena mañana con Wizard’s Curse, obra hongkonesa que, si no pertenece a la categoría CAT III poco le falta: sexo raruno y violencia desmedida a raudales. Solo unos pocos valientes quisieron empezar es sábado con semejante mandanga. Y mucho menos con lo que está por venir: Mystics in Bali o cuando el cine indonesio aun no tenía a Timo Tjahjanto o a Joko Anwar. Película que exigía una paciencia espartana al espectador y solo se veía recompensado ocasionalmente por cabezas volantes.

Cuando el sol estaba en los más alto del día, aquellos cutreconeros que escondían sus cabezas en la sala 1 del cine MK2 estaban exhaustos. Durante la jornada verpertina y mientras la pausa nos limpiaban las mentes, se dejaron caer por aquellos lares los amigos responsables de Jostissi de Carreró, la ganadora de la Cutrecon 2022 donde estuvieron firmando sus DVDs, distribuidos por cortesía de El Setanta Nou.

La sesión de la tarde arrancó con la doble sesión Lupina que, como bien explicaron sus organizadores, no podíamos hacer un Cutrecon especial vampiros sin incluir a sus enemigos mortales: los hombres lobo ―dato que conoce cualquier espectador de bien de Crespúsculo―. Las dos películas encargadas de formar parte de la dupla fueron la terrible La Cruz de las Siete Piedras, que incluye un hombre lobo digno del circo de Teresa Rabal, donde se dan cinta mafias, sectas guarronas, un sexismo que echa para atrás y la secuencia onírica más lisérgica y lamentable que estos ojos hayas visto (y han visto mucho). Poco mejoró la segunda película: Aullidos 2. Una película con la que sientes una tristeza enorme al ver a uno de los grandes actores de la historia del cine como es Christopher Lee más aburrido que una ostra, mientras a su alrededor se suceden apareamientos bochornosos entre hombres lobo y enanos malrolleros, cuyo momento de gloria parece un rictus del final de Amenaza en la Sombra. Sin embargo, el plato fuerte se encuentra en los títulos de crédito con una de las secuencias más gratuitas y faltosas de esta edición.

Las dos películas encargadas de cerrar el sábado no pudieron ser mejores: Buffy Cazavampiros, germen apócrifo de la famosa serie cuya principal baza es contar en su reparto con nada menos que Rutger Hauer. Una comedia adolescente sin mayor transcendencia y con el que algunos pudieron viajar a aquellas comedias de los 90 sin mucha chicha, pero con diálogos absolutamente sonrojantes. La segunda película, a forma de homenaje a las desaparecidas sesiones golfas, culminó con Vampire Girl vs. Frankenstein Girl; y aquí es donde apreciamos realmente los esfuerzos de los organizadores de la CutreCon, que estuvieron metidos en largas negociaciones para conseguir los derechos de emisión en nuestro país de la película de los directores de nada menos que Tokio Gore Police y Rape Zombie: La Lujuria de los Muertos Vivientes. Nada que decir al respecto: gore a raudales, FX prácticos y demás aberraciones que solo puedes esperar de los directores de las películas anteriormente mencionadas.

No podíamos cerrar esta crónica sin el dato más importante: el galardón del festival. Nada menos que Los Amigos: La Pinicula fue la gran ganadora de la Cutrecon 13. Y con ella, cerramos el chiringuito hasta el año que vine con la promesa más y mejor cine cutre. Así pues, prepárense para Cutrecon 14 porque ya tenemos tema principal: la fantasía épica. Hasta entonces, esperemos llegar vivos y de una pieza a la próxima Cutrecon 2025.