Sitges 2020

En un año tan extraño como el que nos ocupa, desconectar de la realidad en el sitio más cercano al cielo se antojaba hasta hace unos meses algo poco probable para muchos. Nosotros nunca perdimos la esperanza en Sitges 2020, y así fue; gracias al buen hacer del equipo coordinado por Ángel Sala, pudimos regresar a zonas tan familiares como el Auditori, el Retiro o el Prado con la mayor seguridad posible. Sin más dilación, vamos allá.

Nuestra jornada comenzó con Archenemy, una original vuelta de tuerca al género de los superhéroes firmada por Adam Egypt Mortimer (Some Kind of Hate y Daniel Isn’t Real, ambas vistas en Sitges) y en la que Joe Manganiello interpreta a un vagabundo que dice ser un justiciero venido de otra galaxia (imaginad un Punisher con superpoderes) esperando el momento adecuado para derrotar a su eterna enemiga. El carisma del intérprete principal da algo de energía a una propuesta con más forma de fondo, un cúmulo de escenas cools (atención a las animadas) que, al menos, dejan un buen sabor de boca. No revolucionará, pero tampoco quedará en el olvido.

La primera decepción mayúscula recayó en Península, la esperada continuación de Train to Busan y Seoul Station. Pese a que Yeon Sang-ho se ha esforzado en crear un espectáculo más grande y cercano a Mad Max o los Rescate de John Carpenter, poco o nada queda del corazón del film original, aquel que la diferenció de otros productos similares. Al final, uno termina harto del ruido, del nulo desarrollo de personajes y la sobrecarga de CGI. Sabemos que Sang-ho puede hacerlo mucho mejor.

Los zombies regresaron a la jornada -esta vez para bien- con la inauguración del festival: Malnazidos, una agradable comedia bélica dirigida a cuatro manos por Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro que se inspira en Noche de Difuntos del 38, novela de Manuel Martín publicada en 2012. Del título podemos destacar una historia de ritmo endiabladamente divertido, cuya variopinta galería de personajes, a cada cual más canalla, llena cada fotograma de carisma. Puede disfrutarse como un acompañamiento perfecto -y superior, todo sea dicho- de la reciente Overlord, de temática similar. Antes del pase pudimos echar un vistazo al nuevo cortometraje de Paul Urkijo, Dar-Dar, una alucinante aproximación radical al monstruo de la leyenda vasca que se alimenta de dedos. Al director de Errementari le sirvieron pocos minutos para aterrorizarnos de la cabeza a los pies.

Saint Maud elevó todavía más el listón de la tarde. El debut apadrinado por A24 de la directora Rose Glass nos dejó un excelente sabor de boca, en especial gracias al inmenso compromiso de su protagonista Morfydd Clark (no le quitaremos el ojo de encima) en el rol de Maud, una cuidadora cristiana cuya incapacidad social y sexual le llevan a depender no solo de su enferma, sino también de las tentaciones del lado oscuro. Glass aborda, de forma exquisita, las consecuencias del fanatismo religioso como si de una bomba de relojería se tratara. Terror a fuego lento y a plena luz del día, como a nosotros nos gusta.

Después del mal cuerpo, entró de fábula un divertimento como Vicious Fun, la parodia de género más divertida desde aquella estupenda The Final Girls (vista también en Sitges en 2015) y digna heredera de Noche de Miedo con psicópatas en lugar de vampiros. No hay mucho que rascar en cuanto a trama: la película de Cody Calahan es directa y dinámica e incluso se permite un espacio para el metacine dedicado a los amantes incondicionales del género. Atención a Bob (Ari Millen), uno de los personajes más chanantes del año y que acapara cada escena en la que aparece. Agradable sorpresa con la que acabamos el primer día. 

Al día siguiente, uno de los platos fuertes de Sitges 2020: Mandíbulas, del maestro Quentin Dupieux, la mejor comedia de este año. Una vez más, el realizador de Rubber y Au Poste! vuelve a relucir su genio tras los mecanismos del absurdo y su delicada ejecución con la historia de cómo dos idiotas (Grégoire Ludig y David Marsais, que recibieron el premio ex-aequo a mejores intérpretes masculinos) intentan sacar provecho económico de una mosca gigante que han encontrado en el maletero de su coche. Atención a esa inmensa Adèle Exarchopoulos, que roba el show cada vez que aparece con un personaje fascinante. Más allá de que gustara o no, la película dejó su huella personal: solo hay que ver cuánto caló el ¡Toro! de los protagonistas, un grito de guerra que pudo escucharse durante todo el certamen.

A destacar la gran acogida de público en el primer paso de Un Efecto Óptico, del inconfundible Juan Cavestany. Una atípica pieza de su atípica filmografía que, como las demás, se rompe, se recompone, se ríe de sí misma y agita al espectador en cada fotograma, que debe experimentarse al menos una vez en la vida. Un viaje (¿Nueva York? ¿Burgos?) incierto y fascinante, con Carmen Machi y Pepón Nieto como guías incapaces de distinguir realidad e ilusión. Lo cierto es que nunca nos cansa(re)mos de las propuestas de Cavestany.

Terminamos con Psycho Goreman, puro deleite de serie B dirigido por Steven Kostanski (The Void) que, con cierta gracia, machaca ideas ya expuestas en Chicos Monsters, Wishmaster o Una Pandilla Alucinante. A esta fiesta ochentera no le falta ni látex ni sangre ni muñecos alucinados y alucinantes: también verborrea de más que, al final, el conjunto termina perdiendo fuelle debido a un exceso de verborrea. Eso sí, muy a favor del reparto infantil, en especial de Nita-Josee Hanna como la irritante Mimi.

Una de las sorpresas del año no es otra que No Matarás, el regreso de David Victori a la dirección. Este reflejo patrio de ¡Jo, qué noche! y Victoria funciona como un tiro en todos los sentidos, haciendo partícipe al espectador del infierno que afronta nuestro protagonista, Dani (Mario Casas en su mejor papel hasta la fecha) a raíz del encuentro con una misteriosa joven llamada Mila (Milena Smit, todo un descubrimiento). Sin duda alguna, de lo más potente de esta edición.

Álex de la Iglesia regresó a lo grande con la proyección más aplaudida y multitudinaria de Sitges 2020: la del piloto de su nueva serie 30 Monedas, producción para HBO que nos dejó pegados a la butaca durante más de ochenta minutos. En este cocktail de terror, humor y comedia, el realizador bilbaíno regresa las raíces de El Día de la Bestia, beneficiándose de una más que evidente libertad creativa en todos los aspectos y de un estupendo plantel de intérpretes en estado de gracia (atentos al alcalde encarnado por Miguel Ángel Silvestre). No podemos esperar a ver qué nos depara el resto del viaje, porque desde luego, divertido va a ser un rato.

En Jumbo, que vimos el día siguiente, la objetofilia podría haber derivado en parodia fácil, barata y hasta cursi. Pero el debut de Zoé Wittock teje un emocionante relato sobre la necesidad emocional de encontrar el amor que resulta muy convincente, gracias a la entrega absoluta de una inmensa Noémie Merlant (Retratos de una Mujer en Llamas). Le tenemos que perdonar ciertas subtramas y personajes que añaden bien poco. 
Un buen sabor de boca, al contrario que Spree. Y es una pena, porque la base de la que parte la película no puede ser más atractiva (el descenso a los infiernos de un adolescente que busca la notoriedad a través de las redes sociales), pero el relato se va desinflando hasta causar indiferencia. Lo mejor, la admirable entrega de un Joe Keery muy, muy alejado de su rol en Stranger Things. Lástima.
Lo que no esperábamos es que ver nuestra película de terror favorita del año en Sitges 2020. Las críticas previas ya eran buenas, pero Relic superó todas las expectativas: el debut de Natalie Erika James aterra y emociona con una facilidad pasmosa, sin hacer mucho ruido pero logrando su objetivo de llegar al corazón, de tocar las fibras sensibles. Compararla con Hereditary por temática o por ser el referente más cercano resultaría tan fácil como injusto ya que son dos bestias muy distintas. Su clímax, inolvidable, posee una de las imágenes más bellas de los últimos tiempos en el género fantástico.
Possessor, ganadora del premio a la mejor película y a la mejor dirección, nos confirmó la madurez narrativa de Brandon Cronenberg (no os perdáis Antiviral, también vista en Sitges hace unos cuantos años) que, a su manera, revisita Existenz en este tecno-thriller tan contundente como magnético, potenciado por las interpretaciones de Andrea Riseborough y Christopher Abbott. Sin duda alguna, una de las películas más memorables de este año.

El combo al que asistimos a continuación, 12 Hour Shift y Hail to the Deadites, no terminó de convencernos. El primer título, con reminiscencias al trabajo de los primeros Cohen, quiere abarcar tanto que al final termina perdiéndose; la sola presencia de Angela Bettis (May) salva los muebles. En cuanto al documental por y para fans de Evil Dead (Posesión Infernal), cumple con su cometido: presentar a los seguidores más acérrimos de la franquicia, pero se queda corto en cuestión de sorpresas y, al final, todo queda reducido a una curiosa anécdota que podría haber sido incluida en alguna edición en formato doméstico.
Por la noche, Ryan Kruger nos llevó a otro planeta con su debut ante las cámaras. Fried Barry es el viaje psicotrópico que 2020 necesitaba y una experiencia capaz de dividir al público en poco tiempo. Es caótica, divertida e impredecible: es muchas cosas, y ante todo una de las películas que mejor sabor de boca nos dejó durante Sitges 2020. Atención a ese Gary Green cuya interpretación está, literalmente, fuera de este mundo. Under the Skin con tripis. Toda una agradable sorpresa y, por qué no, un clásico de culto instantáneo.

Black Bear, la película con la que inauguramos el quinto día, es una pequeña joyita que deconstruye la toxicidad emocional a través de múltiples prismas (y no diremos más para evitar spoilers, pues el espectador merece descubrir sus auténticas intenciones sin conocer apenas información); entre el magnífico reparto destaca, como no, esa fuerza de la naturaleza que es Aubrey Plaza. A continuación, The Dark & The Wicked nos dio terror del bueno de la mano de Bryan Bertino, autor de, entre otras, Los Extraños. El realizador de Texas sabe lo que hace y se nota: es éste un relato realmente inquietante, quizá a veces sobrecargado de efectismos propios del género pero al que conviene dar una oportunidad. Ideal para pasar un mal rato. Como Host, la última del día y una de las sensaciones del año; esta pequeña pero arriesgada producción grabada y presentada como una conversación en Zoom no inventa nada nuevo en el género aunque su solvencia, el sólido reparto protagonista y el inteligente uso de la interfaz del programa resulta más convincente -e inmersiva- que otras propuestas similares anteriores, como las dos entregas de Eliminado. Eso sí, flaco favor le hace ese final de baratillo.

La pregunta de hasta dónde llegarías para alimentar a tus hijos mueve constantemente el debut del realizador fancés Just Philippot. La Nueé (La Nube) fue otro de los triunfos de este Sitges 2020 -se llevó el premio a mejor actriz y especial del jurado- y no es para menos. A pesar del coqueteo con el terror de bichos, en este caso langostas sedientas de sangre humana, los auténticos monstruos son los personajes, sus dudas, sus miedos… La acción y reacción que retuerce el nudo en el estómago y que hace girar los engranajes hasta estallar en un clímax que nos mantuvo en vilo todo el tiempo. En cuanto a My Heart Can’t Beat Unless You Tell it To, la siguiente película de la jornada, podemos decir que si bien no aporta nada nuevo al género vampírico, sí es una historia con unos cimientos narrativos lo bastante sólidos como para destacarla. En su simple estructura no hay malabares, solo honestidad y buen hacer a la hora de hacernos partícipes del triste viaje que los protagonistas han de tomar para mantener a su hermano con vida. Buen golpe en el pecho nos has dado, Jonathan Cuartas.

Una de las sorpresas de Sitges 2020 fue Historia de lo Oculto, inquietante thriller político-paranormal que parece dialogar de tú a tú con Ghostwatch y Todos los Hombres del Presidente. Cristian Ponce saca provecho de todas las herramientas cinematográficas (e incluso literarias; destaca su faceta como guionista, director y editor junto a Hernán Biasotti) para aturdir al espectador primero, aterrorizarlo después, y, finalmente, despertarlo ante la nueva realidad. Realmente fascinante… Como a muchos les pareció Come True, otro de los fenómenos de Sitges 2020. Nos gustaron no pocas cosas: sus imágenes oníricas (para el recuerdo esas pesadillas que harían temblar al mismísimo Freddy Krueger), su atmósfera, su música, la interpretación de Julia Sarah Stone… Sin embargo, y pensando en frío, el conjunto no termina de funcionar del todo cuando se desprende de su sentido de fantasía. Casi.
Otra película que no termina de mostrar su verdadero potencial es She Dies Tomorrow, propuesta tan bella como imperfecta, un silencio dramático prologado sobre una idea potente (la de los contagios mentales) que, pese a tener a una estupenda Kate Lyn Sheil, se queda a medio gas. Lo contrario a The Education of Fredrick Fitzell, una película muy, muy especial sobre cómo aprovechamos (o no) las oportunidades que nos da la vida. Dylan O’Brien está espléndido en el rol protagonista y le sirve para alejarse de otros registros como Teen Wolf o El Corredor del Laberinto. Él es el responsable, en parte, de que esta maravilla se quedara con y en nosotros incluso a día de hoy, que nos siga poniendo los pelos de punta con tan solo recordarla. Tenemos muchas ganas de volver a verla. Entretenida Kandisha, lo nuevo de Alexandre Bustillo y Julien Maury. Es éste un slasher teenager rutinario y predecible, a años luz de su gran éxito Al Interior (que sean distintas no es necesariamente malo), cuyo mayor atractivo es esa villana inspirada en una leyenda marroquí con no pocas similitudes a Candyman. Para los que se pregunten: bien de sangre, como es habitual en el dúo.

Después de la decepcionante Sleepless Beauty, un intento de replicar -por enésima vez- lo visto en Martyrs y Saw con el añadido de la realidad virtual como elemento disfuncional, nos despedimos de Sitges 2020 a lo grande. May the Devil Take You Too es más grande, más loca e igual de buena que su antecesora, también presente en el festival hace unos años. Le pedimos al bueno de Timo Tjahjanto más trenes de la bruja como este, porque al fin y al cabo, formar parte de algo así en un lugar como éste es el tipo de experiencia que buscamos durante todo el año. 

El punto y final de Sitges 2020 nos centra ya en la siguiente edición, con el hombre lobo y la bestia interior como leitmotiv. Hasta entonces, seguiremos soñando con el mejor cine fantástico y enfrentándonos a una realidad que no siempre nos gusta.

SITGES 2020: PALMARÉS

Sección Oficial Fantástica

(Jurado: los directores Víctor García y Borja Crespo, la actriz Juana Acosta y los productores David Matamoros y María del Puy).

Mejor película

  • Possessor, de Brandon Cronenberg (2020).

Mejor dirección

  • Brandon Cronenberg, por Possessor.
  • Mención especial: Natalie Erika James, por Relic (2020).

Mejor guion

  • Márk Bodzsár, Juli Jakab e István Tasnádi, por Comrade Drakulich, de Márk Bodzsár (2019).

Mejor interpretación femenina

  • Suliane Brahim, por La Nube, de Just Philippot (2020).
  • Mención especial: Marin Ireland, por The Dark and The Wicked, de Bryan Bertino (2020).

Mejor interpretación masculina

  • Grégoire Ludig y David Marsais, por Mandíbulas, de Quentin Dupieux (2020).

Mejor fotografía

  • Tristan Nyby, por The Dark & The Wicked.

Mejor banda sonora

  • Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte, por Baby, de Juanma Bajo Ulloa.

Mejores efectos especiales (visuales o de maquillaje)

  • Maks Naporowski, Filip Jan Rymsza y Dariush Derakhshani, por Mosquito State, de Filip Jan Rymsza (2020).

Premio especial del jurado

  • La Nube.

Gran premio del público a la mejor película

  • La Vampira de Barcelona, de Lluís Danés.

Mejor cortometraje de género fantástico

  • The Luggage, de Tsai Yi-fen (2020).
  • Mención especial: Rutina: La Prohibición, de Samuel Ortí Martí (2020).

Nuevas Visiones

(Jurado: el actor Younes Bachir, el director de fotografía Juan Sebastián Vásquez y la programadora del festival Silvana Fiorese).

Mejor película

  • My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To, de Jonathan Cuartas (2020).
  • Mención especial: El elemento enigmático, Alejandro Fadel (2020).<

Mejor dirección

  • Los que Vuelven, de Laura Casabé (2019).

Mejor cortometraje

  • Luz Distante, Parte 1: Les Desventurades, de Santiago Reale (2020).

Premios de la crítica

(Jurado: los críticos Mireia Iniesta, Lucas Santos y Carlos Losilla).

Premio de la Crítica José Luis Guarner

  • Teddy, de Ludovic Boukherma y Zoran Boukherma (2020).

Premio Citizen Kane al director revelación

  • Jonathan Cuartas, por My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To.

Bloow Window / Méliès de Oro

(Jurado: el actor Carlos Areces, la productora Nahikari Ipiña y Reinaldo Pereira, codirector del Festival Nocturna Madrid).

  • Marea Alta, de Verónica Chen (2020).

Brigadoon

(Jurado: David Jordán y Sara Lopo, director y coordinadora del Festival de Sitges, y el director Paul Urkijo).

Premio Brigadoon Paul Naschy

  • Horrorscope, de Pol Diggler (2019).

Midnight X-treme

  • La reina de la magia negra, de Kimo Stamboel (2019).

Sitges Documenta

  • Ivan, O TerríVel, de Mario Abbade (2020).

Carnet Jove

Premio Jurado Carnet Jove al mejor largometraje de género fantástico

  • She Dies Tomorrow, de Amy Seimetz (2020).

Premio al mejor largometraje de animación

  • Seven Days War, de Yuta Murano (2019).

Premio al mejor cortometraje de animación

  • Red Rover, de Astrid Goldmisth (2020).

 

SITGES 2020: NUESTRAS DIEZ FAVORITAS

Relic, The Education of Fredrick Fitzell, Possessor, Mandíbulas, Fried Barry, Historia de lo Oculto, La Nuée, Black Bear, The Dark & The Wicked, Saint Maud.

por José Mellinas

Klaatu Barada Niktó

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