Nos encontramos ante la sexta película del icónico trepamuros ideado por Stan Lee y Steve Ditko hace cincuenta y cinco años. Spider-Man: Homecoming arranca la tercera reinvención cinematográfica tras las etapas de Sam Raimi y Marc Webb, esta vez dentro del Universo Cinematográfico de Marvel. Recordemos que la colaboración con Sony (dueña de los derechos en cine) ha permitido a Marvel poder sacar adelante el proyecto que nos ocupa.

Tom Holland se lo pasa teta bajo la piel (y disfraz) de ese Peter Parker crío que sigue soñando con lo sucedido en Capitán America: Civil War. La encarnación cinematográfica más joven hasta la fecha es también la más exitosa en hacer creíble las ventajas y desventajas de tener una doble identidad, más cuando se opta por ignorar lo sucedido con la picadura de araña y la trágica muerte del tío Ben. El Parker de Holland que pasea por los institutos de Queens parece sacado de la filmografía de John Hughes (no es para menos; el espectador más avispado cazará el homenaje a Todo en un Día), y como le sucedía a Gal Gadot en Wonder Woman, su amor por el personaje que interpreta es tan transparente como sus telarañas. El futuro no puede ser más prometedor para el actor de Lo Imposible.

Por su parte, el siempre efectivo Michael Keaton regresa por la puerta grande al género de superhéroes, aquel que le vio triunfar con los Batman de Tim Burton. Puede que su Adrian Toomes/Buitre no sea el villano definitivo del MCU (Wilson Fisk de Daredevil saluda), pero gracias a Keaton, que se mueve como pez en el agua en un rol cuyas motivaciones antagonistas son las más sólidas en este universo compartido a día de hoy, no se queda muy lejos. 

El resto del reparto poco o nada más tiene que aportar, salvo ser meros comparsas de la epopeya de Peter Parker, unos (Jacob Batalon, Marisa Tomei) más memorables que otros (Donald Glover, Tony Revolori). Aunque los enlaces con el MCU (la mayoría relacionados con Tony Stark) puedan ralentizar la acción en varias ocasiones, no terminan de molestar. Afortunadamente esto no es Iron Man 4 ni un teaser forzado de la Fase 4 de Marvel.

Jon Watts (Clown, Coche Policial) ha sabido adaptarse muy bien al engranaje Marvel en su primer trabajo de encargo. Si repite en la secuela, deberá pulir los problemas que impiden que Spider-Man: Homecoming vuele a lo más alto del MCU: por citar algunos de ellos, las secuencias de acción no son tan memorables como las de la etapa Raimi, y el segundo acto es una mezcolanza confusa (quizá por sus seis guionistas). A servidor terminó cansándole la I.A. (Jennifer Connelly) del traje diseñado por Stark (¿dónde está el sentido arácnido de Peter?)

Si obviamos sus baches, Spider-Man: Homecoming es la mejor película del superhéroe de Marvel desde las dos primeras películas protagonizadas por Tobey Maguire (en especial la maravillosa Spider-Man 2) y una más que interesante entrada en el MCU. Ahora empieza lo bueno.