Crítica de Scream (2022), de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett

Scream (2022)

Scream (2022) arranca veinticinco años después de los brutales asesinatos que conmocionaron al pueblo de Woodsboro. Un nuevo asesino que se ha puesto la máscara de Ghostface pretende resucitar secretos del mortífero pasado del lugar. 
 
Hace años, al poco de estrenarse Scream 3, leí en algún lugar (creo que en Fotogramas), algo que se me quedó grabado en la cabeza: “la saga Scream es la Star Wars del terror”. En su momento me pareció una afirmación lógica pero un poco exagerada. A día de hoy, estoy completamente de acuerdo con ella. ¿En qué otra saga de terror que no sea Scream tenemos semejante culebrón y vaivén de jaleos familiares dignos de Star Wars? Además, casualmente en Scream 3 hay un cameo de Carrie Fisher. Vale, es una tontería, pero es verdad.  
Eso sí, después de ver esta última entrega, más fácil se me hace compararla con la épica espacial de George Lucas debido a que han hecho lo mismo (pero con más gracia) que con Star Wars: El Despertar de la Fuerza: una recuela, es decir, una película que funciona como reinicio y secuela a partes iguales. Pero de esto hablaré después. 
 
Lo más importante de Scream (2022), lo que más polémica ha causado, es lo que todos sabemos: ¿qué pasa ahora que no está Wes Craven? ¿Está la saga en buenas manos? ¿Han sido capaces de hacer algo que esté a la altura de lo que hubiese hecho el tristemente fallecido director que nos regaló joyas del terror como Pesadilla en Elm Street, Las Colinas Tienen Ojos y, por supuesto, todas las entregas de Scream salvo esta última? Es más, en esta nueva entrega no sólo falta Wes Craven, sino también la otra gran mitad creativa de la franquicia, su fundamental guionista, Kevin Williamson. Con estas dos enormes ausencias, ¿es posible relanzar Scream de forma que los fans nos terminen llorando sangre?  
La respuesta es sí, un rotundo sí.  
 
Lo primero que llama la atención de Scream (2022) es lo clásica que resulta. Sus directores,  Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, evitan los excesos y las piruetas visuales, ciñéndose a ese estilo noventero tan ligado a esta saga. Viendo la estupenda Noche de Bodas, la anterior película de estos cineastas, era fácil presuponer que su Scream sería más barroca en lo visual, pero no han caído en eso. No han hecho nada que no hubiese hecho Wes Craven. Y aunque ahora las puñaladas sean digitales y eso permita unas imágenes más brutales, el envoltorio es el mismo de hace veinticinco años, y eso es bueno.  
 
Pero aunque la forma sea la misma, el fondo se ha actualizado. Eso es inevitable y necesario. Cada nueva entrega de Scream funciona como una pequeña disección ensayística del cine de terror del momento, nos habla del género y sus mecanismos, de modo que, aunque las formas de esta película sean muy de los noventa, su fondo, los temas que trata y las referencias metacinematográficas son, como no podía ser de otra forma, de rabiosa actualidad. Es Scream siendo Scream, en resumen, y eso, de nuevo, es muy bueno.  
Es una película muy inteligente y consciente de sí misma (insisto, Scream siendo Scream), llevando las bromas meta al propio título. ¿Por qué se llama Scream (2022) y no Scream 5? Dentro de la propia película lo explican. Es una práctica que últimamente muchas secuelas tardías llevan a cabo para llegar al público actual y conseguir que vayan al cine sin que los jovenzuelos más profanos necesiten haber visto las entregas anteriores para comprender la nueva. De ahí lo de recuela: reinicio y secuela. ¿Segunda parte? Sí, pero al mismo tiempo funciona como una unidad independiente de la saga, ya que te da todo lo necesario para mantenerte informado aunque no hayas visto las anteriores o ni siquiera sepas que existen. Es lo que han hecho con la nueva Candyman y la nueva La Noche de Halloween, más todo lo que está por venir.  
Que se titule Scream y no Scream 5 es, efectivamente, una broma.   
Y qué gozada ver los dardos envenenados que lanza contra los fans tóxicos, sin importar si son del cine de terror o de las películas de Marvel o DC. Son todos iguales. Los idiotas de me han jodido la infancia y los que se creen dueños de ciertas franquicias, de ahí las rabietas cuando no se hacen la cosas según sus gustos.  
 
Todos los elementos que dan forma a esta saga que ha enamorado a tantos fans están presentes y bien colocaditos en Scream (2022). No pretende inventar nada nuevo ni hacerle explotar la cabeza al espectador dándole la vuelta a la tortilla ni sacando conejos de la chistera. Nada de eso. Es una secuela humilde que no se sale de los márgenes establecidos en las anteriores entregas, respetando el sello inconfundible de la saga, pero siempre con un pie en la actualidad. Es una secuela (recuela, lo olvidaba) perfectamente ensamblada para ganarse al público actual y al mismo tiempo meterse en el bolsillo al más veterano, el que pilla los guiños, entra en el juego y habla el mismo idioma. Porque sí, puede que estas recuelas están hechas de modo que sean accesibles para el espectador de nueva generación, pero no nos engañemos, el veterano las disfruta más.  
Y el homenaje a Wes Craven, claro. Hay un par de ellos a lo largo de la película, y son muy bonitos, pero la mayor muestra de respeto hacia él, la que más feliz le haría si siguiese vivo, es lograr que, después de ver la película, no le echemos tanto de menos.