Crítica de My Little Eye (2002, Marc Evans)

My Little Eye

Cinco jóvenes. Una casa aislada en medio de la nada. 6 meses de convivencia. Y un premio de un millón de dólares si aguantan todo ese tiempo sin que ninguno de ellos abandone la casa. Pero, como era de imaginar, las cosas empiezan a complicarse cuando los organizadores del concurso los ponen a prueba…

Los 2000 es la era del renacer del subgénero slasher e intentar redirigirlo por otras rutas. El glorioso ascenso de los 70 y el posterior éxito y explotación de los años 80, dieron lugar a una etapa decadente en los 90 donde segundas y terceras partes de franquicias antaño prodigiosas y queridas eran convertidas en meras sombras de lo que en otro tiempo fueron: las nuevas y cómicas revisiones mitológicas del muñeco Chucky, desposeído de todo su halo terrorífico [tres entregas: Muñeco Diabólico 2, Muñeco Diabólico 3 y La Novia de Chucky]; la pasadísima de rosca y comedia involuntaria cuarta entrega de La Matanza de Texas: La Nueva Generación, con un desfasado Matthew McConaughey a la enésima potencia; el evidente agotamiento de la franquicia de Freddy Krueger con la sexta entrega de la saga Pesadilla Final: La Muerte de Freddy; un Jason Voorhees pidiendo sepultura en la novena parte de la franquicia, Viernes 13: Jason Va al Infierno; o el inmortal Michael Myers en un intento fallido de rejuvenecerse (literalmente, ¡esa máscara, por Dios!) con Halloween: H20. Veinte Años Después… La única vida que tuvo el subgénero más allá de estas continuaciones fueron Candyman y el tremendo giro de turca y sacudida de subgénero que supuso Scream, que también tuvo su secuela en 1997 (quien no corre, vuela) y posterior explotación con pequeñas pupilas como Sé lo que Hicisteis el Último Verano y Leyenda Urbana, que bebían en exceso del universo creado por Kevin Williamson y sin saberlo allanarían el camino a seguir en el siguiente siglo.

Una vez superado el miedo al efecto 2000, la vereda para el cine de terror quedaba abierta de par en par y comenzaba una era donde el machetazo de los 90 aún se notaba, pero donde observábamos una recuperación progresiva. Cuando lo pensamos lentamente, los 2000, además de ser el ocaso de los videoclubs, fueron realmente unos años cazurros y bestias en las propuestas que nos traía desde el mundo slasher: la aparición de Rob Zombie, el Nuevo Extremismo Francés, los remakes bestializados de viejos clásicos… Una era donde tenemos Km 666: Desvío al Infierno; Alexandre Aja y sus violentísimas Alta Tensión (2003) y el tremendo remake de Las Colinas Tienen Ojos; Wolf Creek; Hostel… Sin dejar de lado las películas que tienen como protagonistas a jóvenes estudiantes con más sexo que seso como Cry Wolf, La Casa de Cera o Los Ojos del Mal. Incluso desde España nos sumamos a la moda slasher con títulos tan curiosos como El Arte de Morir, la muy reivindicable School Killer o La Central. Pero tampoco nos vayamos a motivar, porque aun así no todo lo que reluce fue oro y hubo títulos que no hacían ningún favor al subgénero y que casi lo acaban de hundir por completo (que cada cual ponga el título que le parezca), muchos de ellos motivados por su naturaleza de ir directamente a las estanterías de videoclubs para servir de relleno. Por ello, cuando se encuentran títulos que proponen una redefinición o una rotura de moldes para crear algo alejado de los convencionalismos del slasher y sacarnos de ese acomodo al que nos tiene acostumbrado, lo menos que podemos hacer es rescatarlo y darle la visibilidad que merece. Es el caso de My Little Eye.



No es casualidad que esta película nazca de las entrañas de Reino Unido: el mismísimo germen del slasher procede de sus islas con la portentosa obra maestra El Fotógrafo del Pánico. Como la anterior en su contexto cinematográfico, la presente película se sale de los cánones de otras obras similares. En My Little Eye tenemos a los personajes insignia del subgénero: el chulito guapo, el friki que odia a todos y solo está ahí por el dinero, el rarito que es injustamente tratado, la chica ligera de cascos y la joven beata. Hasta ahí todos los patrones se cumplen, pero nada más comenzamos la película comprendemos que estamos ante algo diferente ya desde su propia concepción narrativa: la película está contada al más puro estilo reality, emulando el formato de Gran Hermano con videocámaras situadas por toda la casa para no perder un segundo de lo que cada concursante hace. De alguna forma, su inteligente director Marc Evans recoge el testigo de las clásicas found footage y lo anexiona con la realidad deforme del mundo televisivo donde estamos viendo un microcosmos reducido de relaciones humanas: conflictos, intercambios sexuales, tensiones, alegrías, momentos emotivos… Todo lo que podemos encontrar en nuestra vida reducido a un espacio que se mide en pulgadas, donde, por supuesto, el Gran Hermano es el que tiene el control real de ese universo y es el que decide cuando las cosas marchan… o cuando hay que darle vidilla al asunto. Los roles estereotipo del slasher nunca habían encajado mejor con este espacio: si hacemos memoria, caeremos en la cuenta que la realidad a veces es más clichera que la propia ficción y los papeles que (pre)asignamos a ciertos comportamientos se ajustan a aquello que esperamos ver en esta clase de shows. Por ello, en My Little Eye, esta asimilación de roles queda totalmente justificada.
Para más inri, la película hace un especial inciso en el mundo de internet, ya que este concurso es trasmitido vía online: los 2000 fue la eclosión de las .com y la web aún seguía siendo un misterio oscuro para muchos cuya conexión vía telefónica era el colmo de los colmos de la lentitud, con modens que parecían reactores nucleares del ruido que generaban; también significó el nacimiento de las P2P y las webs de pirateo y otras de vertiente poco legal. Parece cosa de la prehistoria, pero la película ya adelantaba conceptos que más tarde serían muchos más explotados como la interactividad en ciertos portales.

Pero la cosa no queda ahí: una película en la que unos jóvenes se quedan en una casa lejos de la civilización, vigilados constantemente por los dueños de esa “realidad” y que provocan situaciones para entretener a los que ven ese concurso. La trama parece un boceto inicial de la genial La Cabaña del Bosque, aunque más tarde veremos que los tiros van en otra dirección muy distinta.

PELIGRO DE SPOILER. EN ESTA PARTE, PUEDE HABER ELEMENTOS QUE DESVELEN PARTE DE LA TRAMA. Relacionado con el mundo de internet, la película también se adelanta a conceptos como el de Hostel, donde las conversaciones sobre el peligro del mundo de las snuffs aún seguía siendo un tabú y la idea de “gente poderosa que apuesta por la vida de otras personas” parecía cosa de la ciencia ficción más desfasada al más puro estilo Perseguido. Pero la realidad podía ser mucho más terrible que lo que uno podía imaginar y con el nacimiento de internet, ciertos sectores aprovecharon esta nueva herramienta para dar vía libre a sus deseos más depravados. Por ello no es casualidad que ese giro casi al final de la película nos produzca un ligero escalofrío. FIN DE LOS SPOILERS.

Es importante tener en cuenta que durante el desarrollo de la película no veremos un “asesino” como tal, algo a lo que nos tiene acostumbrados otras obras de la misma vertiente: aquí se juega con el espectador, se le engaña. Ver la película lo hace partícipe de los propios acontecimientos, gracias al formato Gran Hermano, explotando esa idea del voyeur que observa una realidad pasiva. El auténtico poder de My Little Eye es la evocadora sensación de amenaza constante: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar estos cinco concursantes para tener el dinero? Y, lo más importante: ¿qué cosas les tienen preparadas los “organizadores” del concurso para ponerlos a prueba? Al final, cuando todo es revelado, la trama explota en una espiral de violencia y locura incontenida, destapando la auténtica naturaleza salvaje que durante todo el metraje intuíamos pero no éramos capaces de ver con claridad, ya que la escasez de momentos sanguinolentos y la calma con la que se desarrolla la acción no nos prepara para esos 15 últimos minutos.

Junto a En lo Profundo del Bosque, otra rareza del slasher de principios de siglo, nos encontramos ante una cinta poco convencional para los cánones de este subgénero. Y es que al final, más allá de ser una obra respetuosa con las normas del preestablecidas de esta corriente, la gran baza de la película es la seriedad con la que se toma esa mirada retorcida hacia el mundo de los realities y el impacto de internet, lejos de ser la autoparodia en la que muchas películas cayeron durante principios del 2000… Y que muchas siguen cayendo, agotando una formula al principio novedosa y lúdica, para posteriormente explotarla hasta convertirla en otra treta más del slasher. Por ello, My Little Eye merece ser rescatada de un olvido incomprensible, ya que en el momento de su estreno se convirtió en un sleeper hit, es decir, una película que alcanza el éxito de forma progresiva mayoritariamente gracias al boca a boca. Un slasher que merece una resurrección, apto para aquellos poco conformistas con un terreno cinematográfico fácilmente genérico, pero siempre querido por el fandom del cine de terror.