Tras un pequeño apocalipsis zombie concentrado y contenido en Las Vegas, un grupo de mercenarios es contratado para entrar en la ciudad y rescatar doscientos millones de dólares de la caja fuerte de un casino.
Uno de los problemas que sufro a la hora de escribir sobre una película es el esfuerzo que supone para mí poner en orden todo lo que quiero decir. A veces tengo las cosas claras y me las ingenio para escribir del tirón, sin turbulencias, y consigo aterrizar de forma suave. Pero normalmente no es así. Normalmente empiezo a escribir con las ideas desordenadas y agolpadas en la cabeza, y tengo que poner mucho de mi parte para no vomitarlo todo en el documento de texto de forma caótica y confusa.
Digamos que si esta reseña de Ejército de los Muertos fuese un avión, por lo pronto ya habría un motor echando humo negro y un terrorista islámico en la cabina apuntando al piloto con un revólver.
En fin, vamos allá.
Ejército de los Muertos es una película que Zack Snyder empezó a gestar en 2004, después de su estupendo remake de Amanecer de los Muertos. Desde entonces, el proyecto dio muchos tumbos, cayó en manos de otros directores y fue rechazo por Universal y Warner, hasta que finalmente Netflix le echó el lazo y se encargó de producirlo.
La película, que podríamos describir como una especie de Ocean´s Eleven en Chernóbil, pero cambiando Chernóbil por Las Vegas y la radiación por zombies, ha levantado la habitual y aburrida polémica que siempre estalla cuando Zack Snyder estrena algo. De verdad que me sorprende la polarización de opiniones tan extrema que se da con este director, llegando a ser bastante desagradable tanta crispación, ya sea defendiendo o atacando. De hecho, antes de ni siquiera empezar a escribir esta reseña, ya me han dicho que si no hablo MUY MAL de la película, es porque Snyder y su método de embobamiento visual ha surtido efecto sobre mí. Vamos, que por narices me tiene que desagradar la película. Es una forma inmadura de entender y apreciar el cine digna de un crío de trece años, así que mejor no entrar en el juego y limitarse a opinar. Pero hay que tener claro que si hablas de una película de Zack Snyder, concretamente de Zack Snyder, te van a dar palos. Si no dices que es una obra maestra, sus fans te morderán el cuello; si no dices que es basura, serán los detractores quienes te muerdan; y si das una opinión neutra, si dices que no es ni buena ni mala, sino lo que hay en medio, entonces te atacarán todos de forma simultánea. No hay escapatoria cuando ambos bandos son tan radicales.
Pero hablemos ya de la película.
Me lo he pasado muy bien con Ejército de los Muertos, y eso es innegable. Es un hecho. La esperaba con ganas, tenía ciertas expectativas, y al final me gustó. Dos horas y media que he disfrutado. Sin embargo, quitando lo entretenida y, por momentos, efectiva que es, debo reconocer que, en general, es un desastre en el que se toman unas decisiones, cuanto menos, extrañas y, en ocasiones, predecibles (todos sabemos a quién se comerá el tigre zombie desde el minuto uno, ¿verdad?). En ese sentido me recuerda a Prometheus, una película que podía haber ido a lo fácil y ser una simple precuela que terminase donde empieza Alien: el Octavo Pasajero para así cerrar el círculo. O dicho de otra forma: Prometheus podía haber hecho lo que hizo la precuela de La Cosa. Pero no, ni por asomo. En vez de eso, se mete en un jardín extrañísimo y da unos rodeos absurdos cuando todo podía haber sido mucho más sencillo y directo. Y sí, esa extravagancia mayormente errónea, esa falta de obviedad, es uno de los factores que me hacen sentir simpatía hacia Prometheus.
Con Ejército de los Muertos no ocurre exactamente lo mismo, pero sí es verdad que, mientras la veía, no podía evitar pensar que la película lo tenía muy fácil para ser lo que los trailers y los posters vendían: una película sobre mercenarios y zombies con Las Vegas como telón de fondo. En realidad la película es eso, no nos han engañado, pero hay algo en su tono, en ciertas decisiones narrativas, visuales y de montaje, que no funcionan. El problema, la pena, es que era muy fácil conseguir que funcionase a lo grande.
Empezamos por la secuencia de créditos. Mira que era sencillo hacer que sonara el Viva Las Vegas original de Elvis en esa larga y sangrienta secuencia introductoria que nos narra lo que sucedió en Las Vegas cuando estalló la plaga zombie. En vez de eso, eligen una versión del tema que no termina de encajar, una versión que cada vez se va volviendo más y más lenta, hasta transformarse en un lamento.
Por otro lado, los carteles promocionales de la película, con todos esos colores, luces de neón y dibujitos, nos hacían creer que esto estaba más cerca de una película de James Gunn o Shane Black que de Snyder, y que íbamos a asistir a la fiesta suprema de las gamberradas, el gore, el cachondeo y los tiroteos a ritmo de mil temazos. Bueno, algo de eso hay, evidentemente. No es que Ejército de los Muertos tenga el tono y el ritmo de una de Herzog o Bergman, pero digamos que se queda corta respecto al nivel de guasa que esos carteles prometían. El problema es que los momentos de humor y el puñado de gags visuales y narrativos que hay a lo largo de la película no terminan de encajar en el conjunto. Se sienten forzados y fuera de lugar, y esto ocurre porque la película es demasiado seria la mayor parte del tiempo, por eso cuando cuelan alguna chufla queda… Raro.
Otro tema interesante es el de los zombies inteligentes, los alfas, y las posibilidades que dejan en el aire de cara a una hipotética secuela. A muchos les ha escamado que en la película haya zombies con cierta capacidad intelectual, suficiente como para organizarse militarmente o incluso mantener una relación amorosa (o algo así). Y tener hijos. Bueno, comprendo que a muchos les choque todo esto, pero recordemos que el propio George A. Romero, el padre del concepto zombie que todos conocemos, ya sobrevoló la idea de zombies más o menos humanizados en las películas El día de los Muertos y La Tierra de los Muertos Vivientes, y a Romero no vamos a toserle, ¿verdad? Personalmente no me gusta que un zombie sea inteligente, del mismo modo que no me gusta que un vampiro brille bajo el sol o que un dragón escupa Nutella en vez de fuego, porque creo que de esa forma pierde una parte muy importante de su esencia más básica, pero es sólo mi opinión. La cuestión es que no vayamos a culpar a Snyder de algo que no inventó él. Si os parece mal que este director use zombies inteligentes, también os lo tiene que parecer cuando los usaba Romero, y si no lo hacéis es que no estáis siendo coherentes ni serios y simplemente os movéis por el odio hacia Zack Snyder.
Por cierto, ¿por qué el tigre zombie se comporta exactamente igual que un tigre normal y corriente? Estéticamente queda muy chulo, y como recurso para vendernos la película en el tráiler es de lo más efectivo, pero no sé, igual tendría que haber sido un poco más lento o torpe. Si incluyes un tigre zombie cuyas características son las mismas que las de un tigre normal, entonces lo que nos queda es… un tigre normal.
Por otro lado, desde El Hombre de Acero, veo que Snyder ha cambiado la forma de rodar y fotografiar sus películas. Puede que Watchmen, 300 y Sucker Punch no sean del gusto de todos, pero estaremos de acuerdo en que su aspecto visual es tan reconocible como el de una película de Tim Burton o Quentin Tarantino. Bastaban los cinco primeros minutos de película para saber quién la dirigía. Pero eso, poco a poco, se ha ido esfumando. A partir de El Hombre de Acero, el cine de Zack Snyder se ha ido volviendo cada vez más convencional, y esa fotografía de sus primeras películas, tan artificiosa e irreal, pero personal y bonita de ver (esto último suena a comentario de señora mayor), y el modo de rodar la acción mediante planos a cámara lenta que de repente se aceleran, dando lugar a barrocas viñetas audiovisuales, han sido sustituidas por una fotografía poco colorida y llena de planos borrosos que no aportan nada, y escenas de acción que, pese a contener algún momento Snyder, se han vuelto bastante genéricas y mucho menos espectaculares que las que vimos, por ejemplo, en los combates de 300.
Como veis, en Ejército de los Muertos hay muchas cosas que no están bien. De hecho, pensé que esta reseña no iba a ser ni muy negativa ni muy positiva, pero está claro que lo negativo abunda más. Y sin embargo sigo pensando que la película funciona pese a sus muchas mierdecitas. O quizá no funciona y el problema lo tengo yo, que no entiendo un pepino de cine y por eso disfruté las dos horas y media que dura esta cosa. Soy consciente de sus muchas imperfecciones, sé que están ahí porque no hay forma de ocultarlas, pero luego pienso en la falta de pretensiones que ha tenido Snyder a la hora de abordar esta cinta (todo lo contrario que el Snyder Cut de La Liga de la Justicia, en blanco y negro y formato cuadrado 4:3… ¡No te flipes, Zack! ¿A qué viene eso?), y pienso en lo muy a favor que estoy de juzgar las películas según sus pretensiones, y no me queda más remedio que perdonarle todos los fallos, o al menos hacer unas cuantas vistas gordas. Porque si lo único que Zack Snyder pretendía con Ejército de los Muertos era hacernos pasar un rato de entretenimiento sin complicaciones, vergüenza ni complejos, conmigo lo ha conseguido.
Y para acabar, confieso que tengo la firme convicción de que si esta película, tal cual es, con todos su fallos, se hubiese estrenado en los 80 o 90, a día de hoy el grueso de sus detractores estarían reclamando una edición especial en Blu-ray, de esas que cuestan treinta euros e incluyen slipcover y libreto escrito por Ángel Sala. Porque ese es uno de los grandes incordios de las borracheras de nostalgia (que a veces yo también sufro, no lo voy a negar), que nos nublan la perspectiva, haciendo que por el simple hecho de que una película pertenezca a una década pasada, se le perdonen cosas que, de ser actual, miraríamos, inmisericordes, con lupa. Por eso yo, en vez de esperar a que pasen veinte años y el aroma de lo añejo me ablande el corazón, voy a decir ya, tan sólo un par de semanas después de su estreno, que Ejército de los Muertos es imperfecta pero muy fácil de disfrutar. Es un entretenimiento sin pretensiones, y como tal le dejo pasar por alto muchas cosas que por supuesto no ignoraría si estuviese en 4:3.