Darling narra el descenso violento de una chica solitaria en la locura.

Director: Mickey Keating.
Reparto: Lauren Ashley Carter, Sean Young, Larry Fessenden, Helen Rogers, Brian Morvant, John Speredakos, Al-Nisa Petty.

A lo largo de su dilatada historia, el cine de terror ha servido en numerosas ocasiones como medio experimental para aquellos directores que han decidido apostar por el denominado cine de arte y ensayo. Rompiendo las reglas narrativas y estéticas que imperan en la industria cinematográfica, este tipo de películas han logrado encandilar a una pequeña parte del público deseosa de nuevas experiencias que le hagan replantearse su forma de entender el medio.

Bajo esta premisa podría sonar pedante decir que Darling no es una película para todos los públicos o incluso muchos se llevarán las manos a la cabeza cuando diga que en lo que llevamos de siglo pocas películas dentro del género han logrado recrear de forma tan exitosa las fórmulas clásicas del cine onírico de los años 60. Que estas palabras puedan llegar a escandalizar no implica que ambas afirmaciones sean menos ciertas.

Desde su primer fotograma, Darling deja claro que su hipotónica ambientación onírica no va a abandonar la historia en ningún momento y es que su sublime fotografía en blanco y negro logra sumergir al espectador en un mundo subversivo donde la locura es el estado que impera. Con un desarrollo narrativo parco en palabras pero sobradamente contundente en cuanto a lo visual el director Mickey Keating (ganas de ver su Carnage Park) nos ofrece una cinta fuertemente influenciada por el cine de género clásico europeo y sobre todo por el mejor cine de un Polanski que tranquilamente podría haber firmado esta cinta en sus primeros años.

Darling no será plato de gusto para la mayor parte del público, y es que la estructura narrativa habitual desaparece dando paso a una sucesión de escenas aparentemente inconexas que cobrarán un diabólico sentido en su apabullante tramo final. Quizás se pueda culpar a la cinta de anteponer lo estético sobre lo narrativo, pero nadie puede negar a Keating su capacidad para elaborar una retorcida historia que ofrece mucho más de lo que pudiera parecer a primera vista: el simbolismo y las metáforas cobran vida ante nuestro ojos ofreciéndonos toda una narrativa oculta de la cual se pueden extraer tantas conclusiones como uno quiera.

Más allá de su apartado estético y de su brillante dirección, el punto fuerte de Darling es el trabajo de Lauren Ashley Carter (The Mind’s Eye, Pod, Jug Face): la joven actriz logra resucitar aquellas femme fatale que poblaron antaño el cine francés, ofreciéndonos un recital interpretativo digno de las más grandes damas del cine de género.

A pesar de mi entusiasmo, recalco una vez más que nos encontramos ante una cinta difícil que seguramente desate la ira de una gran parte del público a la que este tipo de cine no le resulte más que una broma de mal gusto con la que han perdido su tiempo. Para aquellos que busquen una experiencia cinematográfica diferente que les sumerja en un onírico mundo repleto de referencias al cine de género clásico no puedo hacer otra cosa que implorarles que disfruten de esta joya oculta ya que difícilmente se olvidarán de ella.