Hoy es el día: hoy se estrena Under the Skin, de Jonathan Glazer. La película llega a las salas españolas siete años después de su estreno en el festival de Venecia y de su paso por el de Sitges en 2014. Como ya escribió hace unos meses la crítica de cine Desirée de Fez en un artículo sobre este estreno tardío, posiblemente me pase de optimista, pero también tengo la impresión de que desde que la distribuidora Avalon y la plataforma Filmin lo anunciaron en marzo, este estreno se ha convertido en todo un acontecimiento cinematográfico. Soy consciente de que se trata de una impresión incompleta (si acaso una impresión puede ser de otra manera), ya que se debe a los medios especializados y a las redes (Twitter, concretamente), y claro, a los medios y a la gente a la que suelo leer. Pero aunque solamente se trate de una pequeña parte de la sociedad, el estreno ha sido recibido con entusiasmo, ha generado debate, y eso también me parece una buena noticia.
Para los que todavía no hemos visto Under the Skin, el hecho de que desde hace meses nos lleven hablando de lo maravillosa que es e incluso nos la presenten como de visión obligada tiene sus cosas buenas y malas. Genera expectativas e interés, y quizá también, en algunos espectadores desconfianza y pesadumbre. En mi caso, me incitó a leer la novela de Michel Faber, en la que se inspira la película. Había leído algunas críticas que decían que esta superaba al libro, así que me provocó curiosidad y le dediqué un tiempo durante el confinamiento.
La novela de Faber (con el mismo título) narra la historia de Isserley (Scarlett Johansson en el cine), una mujer de apariencia extraña que se dedica a recorrer en su coche las carreteras de las Highlands escocesas recogiendo hombres en buenas condiciones físicas, para luego hacerlos desaparecer en una granja junto al mar. A mi parecer, se trata de un libro ambiguo e irregular. Faber mezcla de manera sutil y natural diferentes géneros: fábula moral y política, ciencia ficción, terror, novela social e intimista. Hay reflexiones interesantes sobre los mecanismos y las implicaciones del capitalismo y la modernidad en distintos aspectos de la civilización y en la vida de las personas. Pero en ese afán de cuestionamiento al sistema, en ocasiones cae en la crítica pueril, en el discurso simplista, en un idealismo fácil alejado de la realidad a la que pretende cuestionar. En otras, todo lo contrario. Cuando habla de los seres humanos, sus misterios y terrores consigue ser profundo. A través de sus miradas, matices y contradicciones crea un retrato ambiguo de la condición humana, profundiza en la intimidad de un personaje (el protagonista), en sus miedos, fatalidades, debilidades y deseos. Aquí es donde me parece que sobresale la novela, en la descripción de esa complejidad y en el manejo del tono y el misterio. Y eso es lo que también encuentro interesante de cara a su traslación al cine. Como ya he dicho, aún no he visto la película, así que desconozco cómo será con precisión. Si es una adaptación libre, si hay mucho de la novela o si esta solo fue una inspiración. Pero inevitablemente, cuando leía el libro pensaba en la posible película. El lenguaje literario y el cinematográfico son distintos, tienen posibilidades distintas, pero en su novela, Faber consigue crear imágenes de gran viveza emocional con interesantes posibilidades cinematográficas. A través del juego y el dominio del tiempo, el espacio y el punto de vista, crea escenas vigorosas. Pienso en las atmósferas que describe y en los enigmas que crea con respecto al personaje protagonista, en los pasajes en los que ella deambula por paisajes vastos y desolados o cuando se mira las cicatrices de su cuerpo, en esa fusión entre lo exterior y lo interior, en la ambigüedad de sus formas de terror, en la sensación de desazón que poco a poco infunde en el lector, y vuelvo a imaginar lo increíbles que podrían ser esas imágenes en la pantalla.
Ahora, a falta de unas horas para el esperado estreno y después de tantas recomendaciones, he recordado aquella lectura, lo que me sugirió e imaginé, y como dijo Desirée de Fez en su artículo, ir al cine a ver Under the Skin me parece un planazo.