Crítica: Twin Peaks: Fuego camina conmigo (1992, David Lynch)

fuego camina conmigo

Por inasumible que resulte, el pasado 15 de enero falleció David Lynch, uno de los cineastas más libres y únicos que ha dado la Historia del Séptimo Arte. Uno de mis héroes y directores de cabecera, cuya obra fue de vital importancia para mí en esa etapa convulsa y excitante por la que pasamos todos aquellos que amamos el cine. Me refiero al momento iniciático en el que comenzamos a descubrir películas, géneros y directores. Cuando empezamos a investigar y escarbar y sentimos que tenemos todo un mundo por descubrir. Cientos y cientos de películas pendientes de ver por primera vez. El primer contacto con Scorsese, Kurosawa, Tarantino, Fincher, Jodorowsky, Kubrick, Fulci, Buñuel, Saura… Lynch. Esa sensación es inolvidable e irrepetible.

Al poco de enterarme de la devastadora noticia, revisé Fuego camina conmigo para escribir sobre ella porque me apetecía poner en orden mis ideas, y la única forma que conozco de hacer tal cosa es escribiendo. Se trata de una de las películas que más me han marcado, y no me refiero sólo dentro de la filmografía de Lynch, sino en general, de forma total. Una de esas películas que me han iluminado, porque películas que gustan hay muchas, muchísimas, pero de las que iluminan sólo encontraremos un puñado a lo largo de nuestra vida.

Era el año 2004 y yo todavía no tenía claro qué era Twin Peaks. La conocía de oídas y por alguna referencia en Los Simpson (sobre todo por esto), pero no estaba seguro de qué iba la serie. Como suele decirse, había escuchado campanas pero no sabía de qué iglesia eran. Me constaba que la cosa mezclaba investigación policial con el mundo onírico, pero hasta ahí. Y era difícil ver la serie para salir de dudas porque antes no era tan fácil como ahora tener acceso a absolutamente todo. De modo que hasta que no se editó como es debido en DVD unos años después (la edición Caja Dorada, que siempre conservaré con infinito cariño), no pude zambullirme de lleno en el misterio de Twin Peaks y calmar mis ansias, porque a decir verdad la serie me tenía obsesionado antes de verla, imaginándome cómo podía ser y de qué forma los sueños formaban parte de la trama. Porque sí, era habitual en mi generación imaginar y darle forma en la cabeza a películas a partir de una sinopsis, un póster o alguna imagen promocional mucho antes de poder llegar a verlas. Esto generaba unas expectativas que no siempre coincidían con la realidad, pero así eran las cosas.

También sabía que existía una película con un título chulísimo, enigmático, casi mágico. La había visto anunciar en televisión unos años antes, cuando todavía no tenía claro si la película era una adaptación de la serie o la serie una adaptación de la película (resultó no ser una cosa ni otra). Mi decisión suicida fue descargar Fuego camina conmigo con mi recién instalado eMule y así matar el gusanillo. Si no podía ver la serie, al menos vería su película.
La experiencia de ver Fuego camina conmigo sin haber visto la serie original fue más confusa de lo que sospeché. La película ya de por sí es desconcertante, pero si a esto le sumamos la falta de contexto e información, el viaje termina siendo fascinante y agotador. El ejercicio de ver una adaptación al cine sin estar familiarizado con el material original funciona con series procedimentales como El Equipo A, Los Ángeles de Charlie o Misión Imposible, pero en Twin Peaks hay continuidad argumental y desarrollo de personajes, por lo tanto la idea de una película sólo podía concebirse en forma de secuela o precuela, y Fuego camina conmigo terminó siendo… Otra cosa. En parte precuela, claro, pero también expansión del universo creado por Lynch y Frost. Y los pobres espectadores de la época esperando una típica conclusión que sirviese como cierre de la serie, la cual fue cancelada dejando en el aire un tremendo cliffhanger (al parecer, Lynch estaba satisfecho con ese desenlace. Los espectadores no tanto). La película no sólo no resolvía ninguna duda respecto al final de la serie, sino que ponía otras tantas sobre la mesa, así como subtramas que ni se molestaba en cerrar. Afortunadamente, casi treinta años después llegó la tercera temporada de Twin Peaks, la cual conecta más con la película que con la propia serie, arrojando algo de luz sobre el misterio de la Logia Negra, Jowday (Judy para los amigos) o el enigmático y escurridizo agente especial Phillip Jeffries.

Uno de los puntos más curiosos e inesperados de Fuego camina conmigo es el radical cambio de tono respecto a la serie, de naturaleza mucho más cálida y amable. La película, en cambio, es un angustioso, turbio y frío drama sobre abusos sexuales y tendencias autodestructivas, salpicado con momentos de puro terror y algo de excéntrico thriller policial. Siendo Lynch fiel a su idea de dinamitar las expectativas y evitar convencionalismos, la película comienza con un primer plano de una pantalla de televisión de la que poco a poco nos vamos alejando hasta quedar fuera de ella, y a continuación el aparato es destruido de un hachazo. De esta forma, Lynch parece decirnos que ya no estamos en la tele; las reglas han cambiado, y debemos estar preparados para abandonar la zona de confort en la que, semana a semana, se convirtió la serie original. Vamos hacia otro lugar más oscuro. Y tampoco escucharemos la mítica sintonía de Angelo Badalamenti hasta bien avanzado el metraje. En su lugar, el compositor realiza para los créditos iniciales un tema mucho más triste y melancólico, acorde con esta crónica de una muerte anunciada, trágica e inevitable.
Para disgusto de muchos, la película ni siquiera comienza en el pueblo de Twin Peaks (¡incluso hay algún recast!), sino en otro que poco tiene que ver con que bien conocemos. En este la gente es desagradable, las fuerzas de la ley antipáticas y poco dadas a colaborar, y el café está frío y rancio. Aquí no hay tarta de cerezas ni café recién hecho. Es la otra cara de Twin Peaks, porque a fin de cuentas de eso trata en gran parte este universo: de la dualidad y los polos opuestos enfrentados. Empezando por el propio nombre del pueblo (Picos Gemelos), y siguiendo por los dos Cooper, la doble vida de Laura Palmer, la Logia Negra y la Logia Blanca, etc. Es habitual el recurso de la dualidad en la obra de Lynch, y Carretera Perdida, Mulholland Drive o Terciopelo Azul son prueba de ello.

No dejo de pensar que lo fácil aquí habría sido continuar la serie donde se quedó y poner el foco sobre el Agente Cooper, el personaje más querido y carismático de la función. En lugar de eso, David Lynch decidió hablarnos de Laura Palmer, a fin de cuentas la verdadera piedra angular de este universo, y mostrarnos cómo fueron sus últimos días de vida y la espiral de autodestrucción, abusos y drogas que culminó con su violento asesinato (tal vez la escena más terrorífica de la película), y que no por esperado resulta menos triste. De hecho, siempre que veo la película tengo la absurda esperanza de que, esta vez, algo cambie y Laura se monte en la motocicleta con James en lugar de adentrarse en ese bosque del que ya no saldrá con vida.
La interpretación de Sheryl Lee es sencillamente desgarradora.

Con cada nuevo visionado, y ya van unos cuantos, más grande y terrorífica me parece Fuego camina conmigo, una película que tomó el riesgo de desvincularse de su origen de un modo extraño, regresando a lugares y personajes conocidos, pero mediante un tono totalmente distinto. Hoy en día que tanto se habla de fanservice, Fuego camina conmigo es justo lo opuesto: el antifanservice.
Comprendo que en su momento resultase frustrante y se sintiese incompleta (lo cual era cierto, ya que sufrió multitud de cortes en la sala de montaje) y desubicada, pero tanto la alucinante tercera temporada de Twin Peaks como The Missing Pieces (Las Piezas Perdidas) han dado una nueva dimensión a la película, situándola, al menos para mí, entre las mejores y más oscuras obras de David Lynch.