Tanto el subgénero found footage como el home invasion han manifestado graves síntomas de agotamiento en los últimos años, alcanzando niveles mínimos de calidad en un sinfín de decepcionantes producciones que parecen haber terminado con la paciencia de un público antaño entregado. Unir dos temáticas tan trilladas en la misma trama podría parecer la solución perfecta, sin embargo, en el caso de No Dejes De Mirar el remedio ha sido peor que la enfermedad, terminando por crearse un soporífero producto con nada nuevo que ofrecer y muchas lagunas por cubrir.

Su curioso arranque, con un planteamiento visual bien integrado, da ligeros atisbos de una inexistente esperanza. La trama familiar cae en los tópicos más rancios del género, dando pie a infinidad de situaciones donde la falta de ideas y gore sumergen al espectador en un profundo letargo con destino de llegada en el más hondo de los pozos del aburrimiento.

Sean Carter se estrena tras las cámaras con ambición a raudales y una propuesta casi imposible de ejecutar sin romper por momentos la coherencia narrativa. Su inexperiencia le pasa factura, generando decenas de situaciones donde la propuesta visual queda entredicho, hundiendo de paso el andamio narrativo sobre el que se sustenta parte de la trama. A esto debemos sumarle la poca garra demostrada en las escenas clave de la cinta, donde la corrección política impera, impendiéndonos disfrutar de algunos momentos potencialmente memorables.

El reparto está plagado de caras conocidas, entre las cuales destaca una sorprendente Natalie Martinez en el papel de madrastra coraje. Bella Thorne y Chandler Riggs siguen intentando esquivar su estela televisiva, pero hasta la fecha solo logran ofrecer actuaciones escasamente correctas en papeles con poco que ofrecer.

No Dejes De Mirar es el enésimo home invasion de manual sin nada que ofrecer, y a la vez es el enésimo found footage que usa el formato con poca coherencia y mucha cara dura. Una pérdida de tiempo solo apta para completistas del género.