El demonio Valak ha vuelto y está dejando un rastro de muerte y terror en su búsqueda de una preciada reliquia, los ojos de Santa Lucía. La hermana Irene tendrá que volver a enfrentarse a este ser diabólico para intentar enviarlo al infierno para siempre.

Siempre digo que no soy el mayor fan del actual cine de terror mainstream, y que el Warrenverso, en general, no me parece que termine de funcionar (en taquilla sí, claro) ni de tener demasiado sentido a pesar de haber ahí varias películas notables y disfrutonas (y también tremendos desastres, como todos sabemos ya).
Darle prioridad al jumpscare hace que, para mí, las películas que usan dicho recurso como combustible sean más una atracción de feria que otra cosa. El jumpscare es la herramienta más facilona y perezosa de la que puede echar mano un cineasta. Cualquiera puede crear cierta tensión que desemboque en una imagen brusca con subida de volumen, y nunca me bajaré de esa colina. El cine de terror debe ir más allá de eso. Si no eres James Wan, no trates de apostarlo todo al jumpscare. Eso sólo le sale bien a James Wan, y como no eres el puñetero James Wan, si quieres que tu película sea buena, trabaja la historia, la atmósfera y los personajes, y evita los jumpscares tanto como sea posible porque casi todos son estúpidos y predecibles a rabiar. Esa cosa está muy gastada.

Dicho esto, comprenderéis lo mucho que me sorprendí de mí mismo cuando vi La Monja y… me gustó. Es un catálogo de recursos que detesto en el género de terror y, sin embargo, combinado con una correctísima ambientación lúgubre, una temática satánico-religiosa que parece beber de la explotación italiana y de Lucio Fulci, y todo ello coronado con un monstruo perfecto, dio como resultado una película que me hizo disfrutar y olvidar los mil jumpscares sin gracia que tiene. Ya sé que no es exactamente buena, pero algo tendrá cuando logró que conectase con ella cuando lo normal en mi caso habría sido detestarla, como detesté Annabelle.

Hablemos de Valak como monstruo. Mucho se ha dicho de Art el Payaso, de Terrifier, que según veo ha sido más un boom pasajero que otra cosa, pero yo creo que el verdadero nuevo monstruo inmortal del cine de terror masivo de los últimos años, el que más raíces ha echado en la cultura popular actual, es esta monja. Su diseño es perfecto, y va directo al grano: una monja monstruosa, y ya está. Imaginería religiosa, corrompida y blasfema. Si ya de base las figuras clericales dan cierto mal rollo, imagina una versión infernal de las mismas. El arquetipo de la monja o el sacerdote maligno ya existía, y esta saga lo ha sabido aprovechar.

La Monja 2 sigue la línea de la primera, no inventa nada ni lo pretende, pero en general es más grande. Hay más empaque y el diseño de producción es incluso mejor que el de la anterior, que era en lo que más destacaba. Lo que hace Michael Chaves, su director, es maximizar todo lo que ya estaba en la primera y mejorarlo. En La Monja 2 hay más monstruos, más sustos, más localizaciones… Más exceso, en resumen. Y le sienta bien, porque aunque Chaves no es James Wan, ya con Expediente Warren: Obligado por el Diablo y La Monja 2, ha demostrado ser el director más competente dentro de este Warrenverso (después de James Wan). No es alguien brillante ni especialmente imaginativo en lo visual, pero sí se nota que sabe lo que hace y que domina más que el resto los recursos del género, de ahí que en esta secuela haya varias escenas de miedo muy bien planificadas, además de unos quince minutos finales de infarto. Insisto, no es James Wan, pero sí es su mejor alumno. Es agradable ver un spin off de Expediente Warren y sentir que hay alguien sujetando el volante.

He leído quejas referentes a los pocos minutos en pantalla de Valak, el demonio, y después de ver la película sólo puedo no comprender esa decepción. Valak está constantemente en pantalla, aunque es verdad que no siempre bajo su característica forma de monja. Y precisamente esa es una de las cosas que más me han gustado de la película, la manera de plasmar la presencia de Valak, un demonio que contamina el ambiente con su maldad, cambia de forma y se funde con el escenario mediante terroríficas pareidolias.

La Monja 2 es una película hiperbólica y grande, que combina el terror puro con el cine de aventuras e investigación, llegando a fusilar sin piedad dos escenas de la saga Indiana Jones, pero lo hace con tanto descaro que no se le puede reprochar nada porque es evidente que la película no trata de ocultarlo, sino todo lo contrario.
Si os gustó la primera, es muy probable que con esta os lo paséis como un marrano en una charca, pero si no os gustó también os recomiendo que le deis una oportunidad, porque aunque continúe en la misma línea, se mueve en un nivel distinto.

Pero lo más importante de todo es que dejéis al crítico exquisito en casa y os limitéis a disfrutar de lo que es esta película: un tren de la bruja diseñado para no ser tomado en serio. Y no tiene nada de malo esto que digo. No es un desprecio. Es una forma de decir que la única religión de esta monja es entretener sin ninguna otra intención (perdón por la metáfora asquerosa). Esto es muy obvio, lo sé, pero a veces leo o escucho críticas demasiado encarnizadas contra este tipo de películas de terror para el gran público. Pueden gustar más, menos o nada, y yo mismo he dicho que no suele ser el cine de terror que más me interesa y consumo, pero eso es una cosa, y otra muy distinta juzgarlas desde una pedantería que no procede aquí. Las películas hay que evaluarlas en función de sus intenciones, y cuando una película es humilde en ese aspecto, es decir, cuando sólo busca algo tan esencial como hacer pasar un sano rato de evasión y entretenimiento, hay que ser exigente a ese nivel. Es lo justo.