A estas alturas, la saga Ju-On no tiene absolutamente nada que demostrar. Dar el pistoletazo de salida al nuevo movimiento conocido como J-Horror a finales de los años noventa no es moco de pavo, y en pleno año 2020, algunos aún tenemos pesadillas con la presencia de Kayako y Toshio. En cambio, La Maldición es, desafortunadamente, otra cosa.

Nicolas Pesce (The Eyes of my Mother) firma esta versión de la famosa película de terror nipona, una  intercuela situada entre los sucesos de El Grito y El Grito 2 que explica qué hubiera pasado si el «virus»  se hubiera extendido por Estados Unidos. Este aspecto en realidad no es tan importante, pues La Maldición no depende de ninguna trama y elige ser una interpretación libre de lo sucedido en las películas protagonizadas por Sarah Michelle Gellar.

Una de las notables diferencias con respecto a la saga original es la narración. Mientras que Takashi Shimizu optaba por un caos sin continuidad ni sentido, dividido en capítulos en función del personaje que lo protagonizaba, Pesce salta a través del tiempo anual para desarrollar la trama. Otra diferencia de La Maldición respecto a sus predecesoras es que es bastante más coral en cuanto a personajes y su empaque es más dramático que de costumbre. La casa y el maleficio pasan a ser un mero Macguffin, meros guiños en un apartado que puede alejar a muchos aficionados de la franquicia.

Mientras que la sencillez impera en la obra de Shimizu, Nicolas Pesce necesita de muchas técnicas y artificios para crear terror, dejando de lado la atmósfera lúgubre creada en Japón por el aspecto industrial estadounidense. La Maldición es insípida, artificial, y recurre a los sustos simplones. Lejos queda esa sensación de angustia, terror y tristeza de las entregas originales.

Pero no todo en La Maldición es malo, no. El talento de Pesce queda patente en cada una de las escenas, algunas de ellas -las que no son un plagio de las del pasado- realmente sobresalientes. La forma que tiene de rematar la historia también es original. En conclusión: queda un pasatiempo entretenido que, aunque no aporte nada finalmente, no hará daño a aquellos que busquen desconectar durante hora y media.