Lo primero es lo primero: el simple hecho de plantear una nueva adaptación de It de Stephen King supone enfrentarse a una gran responsabilidad, más teniendo en cuenta el apego del público al libro de 1986 y a la miniserie de 1990. ¿Cómo condensar la épica de esas mil quinientas páginas? ¿Cómo afrontar el recuerdo del gran Tim Curry bajo el maquillaje del payaso Pennywise, la forma preferida del mal ancestral que aterroriza Derry? Está claro que el primero de los capítulos cinematográficos de It ha nacido con deberes que hacer.
Aquellos que busquen una adaptación al pie de la letra del trabajo de King ya pueden irse a casa, no sin antes pensar que este nuevo It es lo que le permiten ser: un film de un gran estudio que debe cumplir su condición de tren de la bruja, un divertimento con el payaso maligno como estrella de la función. Teniendo en cuenta esto, hay que admitir que Andy Muschietti ha hecho un muy buen trabajo al partir del guión original de Cary Fukunaga y Chase Palmer, que era más salvaje y explícito en los apuntes sexuales de la obra. Al director argentino le ha venido muy bien la fotografía de Chung-hoon Chung (habitual de Park Chan-wook), cuya fuerza dota a la película de una personalidad propia que nos regala más de una imagen para el recuerdo.
En lo que a El Club de los Perdedores se refiere, los jóvenes intérpretes han cumplido con creces. Recientemente, Super 8 o Stranger Things (claramente inspirada en el best-seller de King) nos han demostrado que la nostalgia ochentera entra mejor con unos chavales subidos a unas bicis. Ellos son el corazón de It, la fuerza del relato, y pese a que todos realizan un excelente trabajo, son Finn Wolfhard (Richie) y Sophia Lillis (Beverly) los que destacan por encima del resto. Se echará de menos la química entre ellos en el segundo capítulo que llegará de aquí unos años.
En cuanto aparece Bill Skarsgård caracterizado como Pennywise es difícil apartar la vista, si bien las comparaciones con la interpretación de Tim Curry son odiosas. Su payaso, respaldado en sus otras formas por el inevitable CGI, es más afín al Freddy Krueger de Robert Englund que al de 1990. Encaja a la perfección con el mundo presentado por Muschietti, y sus interacciones con los niños –cierto barquito de papel mediante– nos dibujarán más de una sonrisa.
Sin embargo, es una lástima que el terror de It no sea producto de una atmósfera adecuada y todo se reduzca a una serie de jump scares genéricos que ven como Pennywise corre frenéticamente hacia la cámara en busca de sus víctimas. En cierto modo, asistimos a lo que podría ser una secuela de Pesadilla en Elm Street con niños como protagonistas.
It no renovará el género del terror contemporáneo, pero su éxito ayudará y mucho. La película de Muschietti nos garantizará una agradable desconexión con la realidad, que es mucho más terrorífica y encima está llena de payasos.