Crítica: ‘Ghostland’ (2018, Pascal Laugier)

Ghostland

Ghostland nos presenta a una madre y sus dos hijas tras heredan una casa. Durante su primera noche, unos intrusos hacen acto de presencia y la vida familiar nunca volverá a ser igual.

Director: Pascal Laugier
Reparto: Crystal Reed, Anastasia Phillips, Mylène Farmer, Taylor Hickson, Emilia Jones, Rob Archer, Suzanne Pringle, Adam Hurtig, Alicia Johnston, Ernesto Griffith, Erik Athavale, Kevin Power, Paul Titley, Terry Ray

El cine de terror ha sido desde antaño reflejo de la crueldad humana en todas sus formas y variantes. La finalidad de un cineasta siempre debería ser la de intentar conectar con el espectador, trasladando a este las sensaciones propias a cada uno de los personajes que aparecen plasmados en pantalla. Desde el terror vivido por una clásica final girl, hasta la ira y crudeza que desprende su incansable perseguidor, el terror basa gran parte de sus propuestas en la intensidad emocional de sus personajes. Pascal Laugier demostró con Martyrs ser un maestro de la crudeza, ofreciéndonos una de las cintas más perturbadoramente deliciosas del presente siglo. Su siguiente proyecto (El Hombre de las Sombras) buscaba distanciarse de la ultraviolencia, sin embargo, la historia mantenía las relaciones familiares como eje narrativo sobre el cual se fundamentaba su propuesta. Lo que en principio podría parecer una simple coincidencia, marca un patrón nuevamente repetido en Ghostland.

Durante sus primeros minutos Ghostland (también conocida como Incident in a Ghost Land) pone de manifiesto el regreso de Pascal Laugier a los rincones más perturbados de la mente humana, con una inquietante escena inicial francamente estremecedora. En esta ocasión, Laugier sustituye los altos niveles de hemoglobina mostrado en Martyrs por una violencia más realista, donde es mucho peor lo insinuado que lo mostrado. Como bien demostró el maestro Alfred Hitchcock en Psicosis, la mente humana es capaz de generar las imágenes más perturbadoras sin que estas lleguen a ser mostradas. Una vez la historia se ha puesto en marcha, la trama se aleja de la exploración del terror más terrenal para indagar en una peliaguda historia familiar, con una revelación durante el tercer acto que dota de mayor coherencia al conjunto. Como ya ocurriera con Martyrs, el giro de guión tiene un impacto tan profundo en la trama que puede tirar por tierra toda la cinta para aquellas personas que no logren entrar en la nueva propuesta.

Este conjunto sería mucho menos redondo si no estuviera respaldado por un buen puñado de brillantes interpretaciones. Al frente de las mismas se encuentran las maravillosas Crystal Reed y Anastasia Phillips. Todos aquellos que siguen defendiendo la incapacidad de las nuevas generaciones para ofrecer interpretaciones memorables, deberían ver en bucle la brillante dinámica establecida por Emilia Jones y Taylor Hickson durante el tramo final. Los villanos nunca reciben el reconocimiento que merecen, por ello es importarte resaltar que en esta ocasión gran parte del éxito reside en la enfermiza interpretación ofrecida por Rob Archer. Mylène Farmer conduce a la perfección la historia durante sus primeros compases, para posteriormente funcionar como comparsa al resto de personajes.

Ghostland confirma a Pascal Laugier como genio y maestro de las historias familiares violentas con un fuerte contenido enfermizo. Una propuesta arriesgada, que únicamente se ve empañada por un tercio final ligeramente repetitivo, en el que se abusa en exceso de algunas sorpresas que el guión revela demasiado pronto. Los amantes del terror de corte más europeo tenemos en Laugier a una de nuestras mayores esperanzas, esperemos que no termine perdiéndose en el camino como les ha sucedido a muchos de sus compatriotas.