Crítica: ‘El Bosque de los Suicidios’ (2016, Jason Zada)

El Bosque de los Suicidios

El Bosque de los Suicidios presenta a Sara, una chica estadounidense que busca a su hermana gemela desaparecida en el bosque Aokigahara, a los pies del Monte Fuji en Japón. A pesar de las advertencias de todo el mundo para que no entre en el bosque, la joven acaba yendo para descubrir la verdad sobre lo sucedido y averiguar el destino de su hermana. Sin embargo, se tendrá que enfrentar a almas atormentadas y muertos que se aprovechan de cualquier persona que vaga por ese bosque.

Director: Jason Zada.
Reparto:
Natalie Dormer, Taylor Kinney, Yukiyoshi Ozawa, Eoin Macken, Rina Takasaki, Kikuo Ichikawa, Noriko Sakura, Yûho Yamashita, Stephanie Vogt, James Owen, Nadja Mazalica, Terry Diab.

No es ninguna sorpresa el decir que el de cine de terror es uno de los géneros más menospreciados por gran parte del público generalista. Y se puede decir sin ningún temor que, si bien es cierto que el género no está atravesando su mejor momento, el problema de esta apreciación radica en gran parte en las distribuidoras quienes, empeñadas en apostar por las mismas historias trilladas de siempre, condenas al mercado doméstico auténticas joyas dejándolas de la esta forma desprovistas de cualquier visibilidad para gran parte del público.

El Bosque de los Suicidios, de forma resumida, podría ser descrita como un breve compendio de todos los fallos que han lastrado el género a lo largo de la última década. Tomando como base la sobreexplotada moda de los remakes de cintas asiáticas que tuvo lugar a principios de siglo, la historia trata de trasladar a una ambientación típicamente oriental algunos de los peores tópicos del cine de género occidental. Y digo trasladar ya que toda la mitología propia de la zona nos es presentada como un mero elemento accesorio del que la historia se deshace segundos después de haber sido explicado al espectador.

Nos encontramos ante un guión previsible y aburrido para cualquiera que haya visto un par de películas de temática similar. La cinta intenta utilizar la manida baza de los abusivos sustos de sonido facilones con el objetivo de despertar al somnoliento espectador del letargo que ha provocado en él el insulso guion; sin embargo, la forma de desarrollar estos sustos es tan perezosa y gratuita que no provocan en el espectador más que una cada vez mayor rabia contenida. Y es que lo más sorprendente de El Bosque de los Suicidios es ver como tres guionistas han llegado a unir sus fuerzas para dar como resultado algo tan manido y carente de originalidad que bien podría haber sido redactado en el dorso de una servilleta.

Jason Zada debuta en la dirección desaprovechando por completo una ambientación tan prometedora como la que ofrece el bosque Aokigahara. Y es que tras ver el uso que hace Zada de los espacios y del entorno, esta historia bien podría haber sido rodada en un plató de cartón piedra que apenas habíamos notado diferencia alguna. Pocas veces me gusta ser tan crítico con el debut de un director, pero tras ver esta cinta bien se le podría recomendar al señor Zada que se dedicara a otras labores dentro de la industria cinematográfica dejando la dirección en manos de alguien más competente para ese cometido.

En el reparto encontramos el único elemento rescatable de la cinta: una Natalie Dormer que hace lo que puede con la papeleta que le ha tocado solventar, prestándose incluso a interpretarse a sí misma y a su gemela, juego que en esta ocasión es resuelto con un dirección francamente bochornosa en las escenas en las que ambos personajes se ven obligados a interactuar. El resto de secundarios desfilan con nula relevancia frente a la pantalla, cumpliendo con su cometido pero sin aportar nada destacable al desastre.

En resumidas cuentas, El Bosque de los Suicidios no es más que el enésimo intento occidental por copiar los exitosos esquemas del genero asiáticos y, como no podría ser de otra forma, una vez más el proyecto termina siendo un completo desastre. Una lástima que las distribuidoras apuesten por grandes lanzamientos de cintas de esta calibre y luego condenen al olvido a auténticas maravillas.