Southbound, de los creadores de la saga V/H/S, es una película antológica compuesta por cinco historias de terror conectadas entre sí por una carretera en mitad del desierto. En dicho escenario se cruzarán unos criminales a la fuga, unas jóvenes que deciden pasar la noche en la casa equivocada, un conductor en serios problemas, un hombre tratando de recuperar a su hermana de las garras de un grupo de vampiros y unos enmascarados que asaltan un domicilio en busca de venganza.
La primera vez que vi Southbound no la terminé de entender, y admito que la segunda vez tampoco. Casi siempre que veo una película y no la entiendo, pienso que la culpa es mía. En este caso concreto, juraría que la única culpable de mi confusión es la película. 

Pero vayamos por partes.

El comienzo no puede ser más espectacular, con ese presentador de radio como maestro de ceremonias, advirtiendo a los conductores que circulan por la carretera infernal que las cosas no van a ser fáciles, mientras de fondo suenan los sintetizadores y el saxo de The Gift. Es difícil mantener ese nivel durante los escasos noventa minutos que dura la película, y efectivamente, no lo mantiene.
No creo que Southbound sea exactamente una mala película, pero le ocurre algo curioso. Las historias que la componen funcionan bien, o mejor dicho, funcionarían bien si fuesen independientes, sin ningún elemento que las conectara. Son relatos de terror puro y sencillo basados en conceptos muy concretos y directos, igual que esos cómics de terror de los años 50 o cualquier episodio de The Twilight Zone (La Dimensión Desconocida). Pero resulta que la narración de la película es un desastre, o al menos lo es cuando intenta relacionar esas cinco historias que tan bien funcionan por sí solas.
Southbound tiene bastantes aciertos y es tremendamente efectiva cuando se lo propone (sólo por la historia del tipo que atropella a la chica vale la pena ver la película), pero es una lástima que su confusa y, a veces, indescifrable narrativa haga que el conjunto se desinfle. Por momentos parece que nos intentan decir que esa carretera es el Infierno, pero luego la película avanza y ocurren cosas y de repente nada encaja. Al final no queda nada claro, y con «no queda nada claro» también me refiero a que algunas cosas no tienen ningún sentido.
De nuevo me veo en la obligación de repetir que todo esto se debe a la pésima idea de hacer que las cinco historias estén relacionadas entre sí. En realidad no es una mala idea; es una buena idea muy mal ejecutada. Si Southbound hubiese abrazado la antología pura, sin sorpresas, al estilo de la vieja escuela (Creepshow o BlackSabbath, por ejemplo), habría resultado una película notable, pero han querido complicar el asunto innecesariamente y el tiro les ha salido por la culata. Un plato de huevos fritos con patatas y chorizo es perfecto por su sencillez. Si le añades un poco de trufa y un pegote de caviar para darle una capa de complejidad que nadie ha pedido ni necesita, lo echas a perder. 

 

Sin embargo, si hacemos el esfuerzo de no intentar buscarle sentido a lo que estamos viendo y asumimos que ciertos elementos de la trama se nos van a escapar irremediablemente, es fácil disfrutar de Southbound. Si obviamos el mediocre pegamento que sus creadores han usado para unir las cinco historias y nos centramos sólo en lo que esos relatos aportan, pasaremos un buen rato. Y aunque cada día odie más hablar de una película en estos términos tan pedestres y simplistas, no se me ocurre ninguna otra forma de decir que la película es, en realidad, muy divertida. Porque lo es, y pese a las extrañas y confusas decisiones de su guion que terminan dejando un sabor agridulce, lo sigue siendo. Además, consigue crear una atmósfera opresiva, claustrofóbica y extraña que ayuda a pasar por alto sus defectos, o al menos a tragarlos mejor. Todo esto último que estoy diciendo es lo típico que se dice cuando una película te ha parecido un pestiño pero intentas no ser demasiado duro con ella ni machacarla porque sabes que tiene buen fondo y mejores intenciones aunque no logre llegar a buen puerto. Y es exactamente lo que pienso. Southbound es una película mayormente fallida, pero se nota que tras ella hay un equipo de gente que ha intentado hacer algo que no sea más de lo mismo, y a pesar de que el resultado sea regular, siempre valoro las buenas intenciones y el esfuerzo por sacar adelante algo con un mínimo de entidad propia.