Crítica de La Ventana Secreta (2004, David Koepp)

La Ventana Secreta

En La Ventana Secreta, el aclamado autor Mort Rainey aspira a escribir un nuevo bestseller con el que perpetuar su carrera. Sin embargo, el proceso de divorcio con la que fue su pareja, Amy, y la aparición de un misterioso desconocido que le acusa de haber plagiado uno de sus cuentos hacen que la situación se complique.

Si bien la reciente adaptación de The Monkey dirigida por Osgood Perkins no pudo dejarme un mejor sabor de boca, he querido reivindicar una adaptación cinematográfica de la obra de King que recuerdo con especial cariño. Corría el año 2004 cuando el director y guionista David Koepp llevó a la gran pantalla el relato Ventana secreta, Jardín secreto, publicado por el genio del terror catorce años antes como parte del volumen de historias cortas titulado Las Cuatro Después de la Medianoche.

En este memorable thriller psicológico destaca la acertadísima elección de Johnny Depp en el papel de Mort Rainey, fiel retrato del artista atormentado que se enfrenta a un bloqueo creativo fruto de sus problemas personales. La decadencia de Rainey se pone de manifiesto desde el inicio, no solo en lo que respecta a su imagen descuidada y a su actitud pesimista, sino también en los hábitos: mala alimentación, alcoholismo y adicción al tabaco. La voz en off ayuda a que conozcamos lo que ocurre en su mente mediante un diálogo consigo mismo que se repite en varias ocasiones.

La línea temporal establece un paralelismo entre pasado y presente gracias al uso habitual de flashbacks donde los traumas del protagonista salen a la luz, aportando pequeñas dosis de información cruciales, como el hecho de devolvernos una y otra vez a la localización del motel. La película requiere por lo tanto de un espectador que repare en los detalles y preste mucha atención a cada una de las escenas.

El trabajo de fotografía de Fred Murphy nos traslada a un entorno aislado, cuya perspectiva presenta la casa del lago como un mundo aparte, al margen de la civilización. El canto de los pájaros y el sonido de los grillos exaltan una sensación de falsa paz donde la tormenta es reflejo visual del conflicto que acarrea el personaje. La cámara actúa igual que lo haría un ojo, en un análisis constante del espacio que recorre una vivienda de estética caótica y desorganizada que delata el estado emocional del protagonista. El foco sigue los pasos de Rainey y se vale de planos subjetivos, picados y contrapicados para acentuar el sentido de la narración.

La figura de John Shooter (John Turturro), el inquietante antagonista del escritor, ataviado con su distintivo sombrero, ejerce de detonante para poner patas arriba la vida de Mort y sumirle en la paranoia absoluta. Pese a estar seguro de su inocencia, el juego de amenazas y chantajes libera a sus demonios hasta convencerlo de que, tal como él le dice: “Un hombre que está tan loco no tiene razón ni excusa para vivir”.

La incursión de su oponente, sumada a la difícil relación con su exmujer Amy (Maria Bello) y Ted (Timothy Hutton), actual pareja de ella, hacen que poco a poco ilusión y realidad se desdibujen. El vínculo inspiracional de ella con el relato que le acusan de plagiar, así como la tensión sonora creada por la música de Philip Glass y Geoff Zanelli, nos empujan a una metamorfosis que estalla en el clímax, tras haber sido testigos de un entramado de pistas y simbolismo que invitan a revisitar la película. Un largometraje muy King, totalmente disfrutable. Y aunque el final, “La parte más importante de un cuento”, dista del original, me atrevo a decir que, bajo mi punto de vista, este resulta más satisfactorio y siniestro.