Crítica de La Matanza de Texas 3 (1990, Jeff Burr)

La matanza de Texas 3

En su momento ya comenté, aquí en esta santa casa que es TerrorActo, las dos primeras La Matanza de Texas, y ahora que el estreno de la siguiente entrega es inminente, creo que es buena idea continuar hablando de la franquicia.  
 
Siendo sincero, creo que es más interesante divagar sobre la posición que ocupa La Matanza de Texas 3 en la saga que hacerlo sobre la propia película y su calidad. Porque no es un título demasiado destacable y tampoco puede decirse que aporte gran cosa, salvo ver a Cara de Cuero blandiendo una motosierra cromada y a Viggo Mortensen, unos cuantos años antes de ser Aragorn en El Señor de los Anillos, interpretando a uno de los miembros del clan caníbal. La Matanza de Texas 3 es una película de terror muy de los 90, con lo bueno y lo malo que eso supone. Un título que cumple, que divierte y que va al grano, y que de las malas películas de La Matanza de Texas, esta es la mejor. Pero no hay mucho más que decir. Está hecha con plantilla.  
 
Sin embargo, es en esta película donde la continuidad de la saga empieza a convertirse en un todoterreno conducido por un mapache drogado. Si ya en La Matanza de Texas 2 notábamos que el tono era completamente distinto al de la original (aunque respetaba la continuidad) por razones que no comprendíamos, en La Matanza de Texas 3 nos dejan claro mediante un rótulo mostrado al inicio de la película, que esto no es una tercera, sino otra segunda parte. Otra. Lo sucedido en La Matanza de Texas 2 es ignorado. Años antes de que David Gordon Green hiciese lo mismo con su Halloween 2018, Jeff Burr ya lo hizo en 1990. Pero si mis dedos pulgares estuviesen en juego, no me atrevería a afirmar con rotundidad que esto sea una segunda parte alternativa, porque tiene elementos de sobra como para hacer tambalear esta teoría. ¿Segunda parte alternativa? ¿Remake? ¿Reboot? Puede que sea todo eso al mismo tiempo. La plantean como una continuación directa de la primera, pero… ¿Quién es esa niña sádica? ¿Quién es el personaje de Viggo Mortensen? ¿Quién es la señora en silla de ruedas? ¿Quién es Alfredo? ¿Por qué, si esto es una continuación, Cara de Cuero parece más joven en 1990 que en 1974? Es como si hubiesen querido volver a encauzar la saga dentro del terror, olvidándose de lo que hizo Tobe Hooper en La Matanza de Texas 2 y su tono de comedia negra, pero al mismo tiempo hubiesen pasado tres pueblos de lo que sucedió en la primera. Menos una tercera parte, esta película puede ser cualquier cosa.  
Y a partir de aquí, este es el modus operandi de una saga que funciona a base de ensayo y error. Si una entrega no cuaja, la ignoran y marcan un nuevo camino. Por esa razón La Matanza de Texas tiene cuatro segundas partes. Aquí la continuidad nunca está asegurada, y es algo curioso porque si miramos otras sagas clásicas del cine de terror, como Muñeco Diabólico, Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street, la continuidad es algo que suele respetarse, y no sólo eso, sino que además forma parte de nuestro disfrute como espectadores: que nos expliquen cómo resucitan a Chucky después de haberlo reventado en la última película, o saber de dónde procede esa rotura en la máscara de Jason porque lo vimos en la peli anterior, es algo que nos gusta; nos gusta sentir que sabemos de qué va esto, pillar las referencias y los guiños de continuidad. En La Matanza de Texas no tenemos nada de eso, y no es exactamente un problema, no me molesta ni me hace dejar de pensar que la primera película es una maravilla… Es sólo que me resulta curioso que una saga esté en perpetua mutación; una saga en la que nunca hay nada claro ni tenemos dónde agarrarnos porque constantemente hacen y deshacen a su conveniencia. 
En el fondo, más que una línea temporal clara y ordenada, lo que todos queremos cada vez que se anuncia una nueva entrega de esta franquicia es volver a ver algo similar a lo que se hizo en 1974. Pero eso es imposible.  
La primera es lo que es gracias a un cúmulo de circunstancias ajenas a sus creadores, así como a la falta de medios y unas insoportables temperaturas de 50º que azotaron el rodaje. Todo eso hizo un perturbador potaje perfecto e involuntario llamado La Matanza de Texas. Una obra maestra. 
Todo lo que vino después, ya fuesen secuelas, remakes o precuelas, en mayor o menor medida se hicieron dentro de los márgenes de una producción cinematográfica normal, y claro, así no es lo mismo. Puede dar como resultado una película divertida, incluso buena, pero jamás volveremos al tono, atmósfera y textura de la primera.  
 
Sea como sea, y sea lo que sea, La Matanza de Texas 3 es una película aceptable y divertida. Puede que no aporte nada, que esté dirigida con el mayor de los pilotos automáticos y que su forma de referenciar a Perros de Paja sea de lo más chusca, pero tampoco creo que ninguno de los implicados en su creación tuviese en mente revolucionar el Séptimo Arte. Entretener, colar algo de gore y enseñar a Cara de Cuero haciendo el cafre con una motosierra enorme y tuneada… A veces, con eso es suficiente, ¿verdad?  
Como he dicho al principio, de las malas es la mejor.