1992 arranca 30 años después de unos misteriosos accidentes durante la Expo de Sevilla de 1992. Un asesino en serie disfrazado de Curro y armado con un lanzallamas comienza a ejecutar su venganza contra un grupo de políticos implicados en los sucesos del evento.
Debo admitir que mi primera toma de contacto con 1992 al ver el tráiler fue algo decepcionante. No es culpa de la serie ni de Álex de la Iglesia, sino mía. Por alguna razón, pensé que la serie transcurriría durante la Expo de Sevilla, y que un asesino en serie disfrazado de Curro sembraría el terror en la ciudad, como una versión andaluza de Veneciafrenia. En fin, no sé, yo sólo me monté la película y cuando descubrí que la historia estaba situada en el presente, me dio un poquito de bajón. Pero una vez asimilado que las cosas no iban a ser como yo creía, me dispuse a disfrutar del nuevo trabajo de mi admirado director bilbaíno, de quien espero cada nuevo proyecto con curiosidad, entusiasmo y los brazos abiertos.
1992 es un correcto y frenético thriller con las pretensiones bajitas, sin intención de inventar nada, sólo hacer bien lo que hace y proporcionar unas sanas horas de evasión. Todo esto, claro, con el sello personal de Álex de la Iglesia, ya que sólo a él se le podía ocurrir la idea de un asesino en serie disfrazado de Curro que usa un lanzallamas como arma vengadora. Y es que, a pesar de una trama bastante genérica (aunque efectiva y generosa con el espectador) y unos personajes que son puro cliché, aquí y allá encontramos elementos característicos (humor, violencia, esperpento y peleas en lugares altos) del director de El Día de la Bestia, que escribe la serie junto con su habitual compañero Jorge Guerricaechevarría, aunque en esta ocasión también han participado Pablo Tébar y Jorge Valdano Sáenz.
La historia se desarrolla en el presente, dando algún salto al pasado para situarnos en contexto y explicarnos qué está ocurriendo y a qué se debe que esos políticos estén siendo convertidos en churrascos. Aquí, de la Iglesia parte de dos accidentes reales ocurridos durante la Expo de Sevilla para construir su ficción y dar, a su manera, respuesta a aquellos lejanos acontecimientos sobre los que siempre hubo una capa de duda conspirativa.
En mitad de este caos, un ex agente de policía alcohólico (Fernando Valdivieso) y la viuda (Marián Álvarez, sin duda lo mejor de la serie) de una víctima indirecta del asesino, unirán fuerzas para resolver un misterio que comenzó hace más de treinta años. Aquí hay dos ideas que me parecen acertadas dentro de lo negativo, y esto es que ambos personajes son puro tópico. La primera, que al policía retirado se le aparezcan algunas de las víctimas a modo de fantasmas, como a David Naughton se le aparecía un mutilado Griffin Dunne en la genial Un Hombro Lobo Americano en Londres. Esto, que al principio resulta inquietante, termina tornándose en comedia. Muy Álex. Por otra parte, me parece curiosa la idea de que la viuda haya perdido a su marido de forma indirecta sólo porque el hombre estaba en el lugar equivocado cuando el asesino fue a por su auténtico objetivo. Es una buena forma de colocar a un personaje ajeno a la conspiración en mitad de una guerra que, en circunstancias normales, no le habría tocado librar. Un personaje fuerte y decidido que, a pesar de estar donde no le corresponde y en una situación que le viene grande, no cesa en su empeño por sacar la verdad a la luz y hacer justicia.
1992 es una miniserie que entra sola, compuesta por capítulos que se hacen cortos gracias a su gran ritmo, pero a la que no le sientan bien las comparaciones. Recordemos que Álex de la Iglesia viene de hacer esa salvajada demencial que es 30 Monedas, una producción muchísimo más ambiciosa y aparatosa que hace parecer a 1992 una película de Woody Allen. No es una comparación justa, pero sí inevitable, al menos en parte. Esta producción de Netflix se percibe más descuidada y desapasionada, donde se echa en falta un punto más de locura, con una dirección tosca (es como si de la Iglesia rodara al tuntún para luego tratar de poner orden en el montaje) y un guion que a veces resulta forzado.
En cualquier caso, a pesar de su imperfección, y aunque 1992 no esté tan hecha a mi medida como 30 Monedas, la he devorado casi de una sentada, cosa rara en mí cuando se trata de series. Probablemente no sea uno de los trabajos que más se recordarán de este director, ni tampoco uno de los más afinados, pero es rabiosamente divertida y da al espectador justo lo que espera.
Eso sí, mientras la veía no me quitaba de la cabeza V de Vendetta, de Alan Moore, un cómic que, sospecho, Álex de la Iglesia tenía en mente cuando empezó a darle forma a esta historia de corrupción política, podredumbre social y un tipo enmascarado con sed de venganza.