Los Cazafantasmas vuelven a su entorno natural, la turbulenta ciudad de Nueva York. Esta vez, nuestros héroes tendrán que vérselas con un milenario ser demoníaco capaz de congelar de puro miedo y sumir a la humanidad en un invierno infinito.
La película original de 1984 es parte de mi infancia y mi cariño hacia ella es incalculable, y lo mismo podría decir de su secuela. Y no sólo hablo desde la nostalgia, ya que independientemente de eso me parecen dos películas muy buenas que supieron combinar como pocas humor, terror, acción y una premisa que es una mina de oro. Digo esto porque cuando se estrenó el reboot femenino en 2016 lo recibí con cierta acritud, y era lógico. Demasiados años esperando una tercera entrega como para que, finalmente, nos diesen un reinicio ajeno a la saga original. Cuanto menos era decepcionante porque no queríamos eso: queríamos al reparto original y queríamos que la historia continuase desde donde la dejaron en la segunda. Pero ya volveré al reboot más adelante.
Unos años después llegó Cazafantasmas: Más Allá, la verdadera tercera entrega de la franquicia original, dirigida por Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman.
Y ahora nos llega Cazafantasmas: Imperio Helado, una cuarta parte que decide poner algo de orden, dejando de lado el atípico y chocante entorno rural de la anterior y regresar a los orígenes que nunca debieron abandonarse: la Gran Manzana, asfalto y rascacielos.
Lo bueno de leer y escuchar malas críticas es que, cuando te toca ver la película machacada, es casi imposible que te parezca tan desastrosa como la han pintado. Para eso sí son útiles las críticas negativas. Y eso es justo lo que me ha ocurrido con Cazafantasmas: Imperio Helado, una película con bastantes problemas, quizá la más floja de toda la franquicia, pero que no llega a ser ningún espanto.
Tras el fallecimiento de Ivan Reitman, su hijo Jason, que iba a encargarse nuevamente de dirigir la siguiente entrega, encomendó esa labor a Gil Kenan, guionista de Cazafantasmas: Más Allá y director de Monster House o el horrible remake de Poltergeist. Kenan es un director que no me dice nada ni considero que tenga gran cosa que aportar, y tal vez ahí esté el primer gran problema de esta película, no haber apostado por un director con más empaque.
Por otro lado, la película tarda una eternidad en arrancar. Tras un interesante prólogo y una escena de presentación de los nuevos Cazafantasmas en plena faena, la película parece estancarse. Se hacen las presentaciones de viejos y nuevos personajes y en general se nos pone en situación mientras las referencias a las películas clásicas son continuas (esto no es exactamente malo. Están ahí para los espectadores más veteranos. Si no las pillas, tampoco pasa nada). Pero esto se hace con muy poco pulso y ocupando gran parte de la película, cuando en realidad era fácil ir al grano y condensar la información. Sin embargo, a pesar de esto, no se pierde el ritmo. La película parece no ir a ninguna parte, no avanzar, pero por alguna razón sigue siendo entretenida. Tiene algunas buenas ideas, otras no tanto, y chistes buenos y malos, como todo en la vida. Y luego están sus últimos cuarenta minutos, cuando al fin se desata ese pequeño Apocalipsis que nos han estado prometiendo, y aunque todo este tramo final parezca desaprovechar su potencial, sabiendo a poco, nos regala un par de momentos muy divertidos y un villano bastante digno.
A veces peca de tomarse demasiado en serio a sí misma y de tener momentos emotivo/dramáticos que, no sé a los demás, pero a mí no me encajan aquí.
De alguna forma parece una película de superhéroes, con un intento de épica y espectáculo a medio gas (¡incluso hay un gran rayo vertical, como en tantas pelis de Marvel y DC!) que, al menos yo, no necesito.
Creo que el espíritu de esta franquicia se ha perdido por completo. Más Allá era un descarado refrito que trataba de sacar partido al éxito de Stranger Things y la moda de la nostalgia ochentera más pastelosa a base de aventuras juveniles en bicicletas, mientras que Imperio Helado es un blockbuster estándar que quiere parecer una película de Marvel.
Y es ahora cuando vuelvo al reboot de 2016. Odiada y pisoteada, pero la realidad es que después de Cazafantasmas 2 es la única que ha entendido esta franquicia y ha sabido seguir el tono con los pies en la tierra. La única que de verdad se parece a lo que son las dos primeras: comedias delirantes para el lucimiento de algunos cómicos del momento. Comedias de acción hechas desde el cariño y el talento, pero sin ponerse intensitas ni perder la perspectiva de lo que son y pretenden.
A Cazafantasmas: Imperio Helado le ocurre igual que a Más Allá, son dos buenos blockbusters. Son divertidas y, sobre todo, son hijas de su tiempo. Se han adaptado a los gustos de los nuevos espectadores, y es lógico y lo entiendo porque tienen que llegar a todo el mundo, no sólo al sector más nostálgico. Pero como películas de los Cazafantasmas están perdidas y desubicadas. No quiero decir que las originales no tuviesen alma de blockbusters, porque sí, era cine comercial en estado puro. Pero mientras que estas dos últimas buscan ser grandes y fantásticas partiendo de cierta coherencia y seriedad, las originales lo hacían mediante un Stay Puft gigante, un río de mocos generados a partir de la pura mala leche neoyorquina o haciendo que la Estatua de la Libertad cobrase vida para detener a un trasunto de Vlad Tepes. Supongo que se entiende por dónde voy: las originales no tenían ningún tipo de vergüenza ni complejo, pero las nuevas sí.
En resumen, Cazafantasmas: Imperio Helado es una película divertida pero con muchos altibajos y bastantes decisiones cuestionables, que quiere pero no puede. Que tiene buenos ingredientes pero no los sabe cocinar como es debido. No es un desastre, no es mala, pero podría haber sido mucho mejor. Todo habría funcionado si, en vez de homenajear a la original mediante el gag fácil y superficial, lo hubiese hecho desde las tripas, emulando su tono y espíritu. Como hizo el reboot.