El pasado junio sabíamos que Clive Barker estaba interesado en recuperar los derechos de Hellraiser (específicamente los del libro El Corazón Condenado) apenas unos meses después de anunciarse un reboot a cargo de David Bruckner (V/H/S) y una serie de televisión producida por HBO y con David Gordon Green al cargo. De momento, mientras nos preguntamos si este nuevo resurgimiento será importante o se quedará en algo de una sola noche como Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street, os invitamos a analizar las claves del éxito de esta longeva franquicia protagonizada por uno de los iconos del terror contemporáneo: Pinhead.
Hellraiser supuso la obra maestra del escritor inglés Clive Barker, quien dirigió la primera entrega de la saga basándose en su propia novela homónima, El Corazón Condenado, en 1987. La película se realizó bajo un ínfimo presupuesto de un millón de dólares y terminó recaudando veinte, convirtiéndose en un clásico de culto que influenció a toda una generación venidera de artistas debido a su enfermiza, insana, depravada, revolucionaria y retorcida atmósfera.
Esto acabó originando la franquicia de la que hoy estoy hablando y la cual incluye nueve secuelas (dos de ellas apócrifas, ya que no cuentan ni con el beneplácito del propio Barker ni con el carismático Doug Bradley interpretando a Pinhead), un gran número de cómics incluyendo cruces con personajes como el cazador de superhéroes Marshal Law, y varias continuaciones de la novela original -ninguna de ellas editadas aun en castellano, salvo los primeros números de la serie editada en España por Forum-.
Esto incrementó aún más la rica y fascinante mitología sobre los cenobitas, pero toda historia tiene un origen: en la primera película se presenta al espectador a un depravado personaje llamado Frank que sostiene una caja rompecabezas (la Configuración del Lamento) capaz de abrir una puerta entre nuestro mundo y el de otra dimensión. Esta especie de llave fue creada por orden de un dios antiguo, el Leviatán, pero ya que esta deidad no tiene entre la carpintería una de sus cualidades, empleó como avatar a un artesano francés (así arranca la maldición de la familia Lemarchand como se descubre en Hellraiser IV). Este dios tiene la morfología de un gigantesco y perfecto diamante cuya definición de la perfección es el orden absoluto.
Así, se declaró la guerra a la humanidad y, en su búsqueda por reconstruir la carne del ser humano a su enfermiza idealización de la perfección, creó a Pinhead, una simbiosis entre el espíritu azteca Xipe Totec y el veterano de guerra Elliot Spencer.
Pinhead, autoproclamado Papa oscuro del infierno, tiene la misión de trae dolor y placer por igual, sirviendo de comandante de la orden de Gash con sus compañeros Butterbal, Chatterer y una misteriosa fémina sin nombre asociado (algunos fans la conocen como Deep Throat). Este peculiar grupo se definen a si mismos como exploradores de las lejanas regiones de la experiencia. Demonios para algunos, ángeles para otros, almas condenadas que buscan descubrir el sabor de los frutos prohibidos del último éxtasis y del inmortal dolor.
Hellraiser explota nuestros mayores temores acerca del dolor por el placer de forma igualitaria y los miedos que nuestra sociedad reprime, los deseos más primarios que una vez desatados podrían culminar en una pesadilla sexual. Un tema recurrente en toda la obra de Barker, debido en parte a su identidad sexual. En su segunda parte, Hellbound: Hellraiser II, se nos presenta por primera vez el infierno de los cenobitas, que describiré de la forma más visual posible para acercarme un poco a las sensaciones que provoca.
Imaginaos un lugar lleno de pasillos dentro de un laberinto de piedra de color gris, donde los únicos colores que imperan son un color sangre agranatado, y secreciones varias. En este lugar no existen ventanas que nos pueda mostrar el mundo del exterior. Este infierno cuenta con cámaras privadas con su propio y particular servicio de habitaciones, que incluye dolor y tortura todo a la perfecta imaginación de los torturadores cenobitas que van dejando atrás cuerpos desollados en carne viva, con clavos rasgando las articulaciones.
Aquí tenemos montones de distintos sufrimientos a la carta: empalamientos, bondage y ataduras varias que harían sonrojar al propio Marqués de Sade, destripamientos, evisceraciones, ojos sacados con gubias, lenguas arrancadas con punzones, personas colgando por los dedos pulgares, estiramientos en potro, arrancamientos de uñas y dientes, clavos insertados en el cuerpo al rojo vivo o, el preferido del chef, ganchos colgados en diferentes partes del cuerpo.
Todo esto y mucho mas es Hellraiser. Bienvenidos a vuestra mejor y peor pesadilla. Solo el tiempo nos dirá qué depararan los nuevos proyectos a la obra de Clive Barker.