«Es un maestro del terror». Muchas veces he escuchado y leído esa frase para calificar a un director de género. Sin ir más lejos, hace unos días, cuando Álex de la Iglesia anunció la fundación de The Fear Collection, Laine Kline (jefe de producciones internacionales de Sony Pictures) lo calificó así. A menudo me aterran este tipo de grandes afirmaciones. Como ya dijo hace un tiempo la crítica Desirée de Fez cuando escribió sobre directores con voz única, estas afirmaciones suelen generar desconfianza en el público, parecen exageradas, manidas, son un riesgo. Pero a veces hay que correr ese riesgo y utilizarlas, porque a veces son verdad. Y eso me ocurre con Álex de la Iglesia.
De la Iglesia es todo un referente del terror porque además de dominar el género lo innova. Su filmografía justifica el calificativo que comentaba. Ahí están películas inmensas como Acción Mutante, El Día de la Bestia, La Comunidad, Los Crímenes de Oxford, Balada Triste de Trompeta, El Bar o Perfectos Desconocidos. Son inmensas porque son rompedoras, arriesgadas, originales (sin esconder sus influencias), sorprendentes, ambiguas, perturbadoras, divertidas, emocionantes.
Recuerdo la primera vez que vi Perfectos Desconocidos, hace tres años. La disfruté mucho, y al cabo de unos meses volví a verla cuando la programaron en los cines d’Or de Valencia. Pocas veces he visto a la gente reírse tanto en una sala de cine, y eso también ha quedado grabado en mi memoria. Aquello me llevó a ver más películas suyas y de otros directores, y claro, entré en un bucle del que no sé si saldré algún día.
El estupendo documental Sesión Salvaje habla sobre muchas de estas películas que empecé a ver entonces y que influyeron a la nueva generación de cineastas que comenzó con de la Iglesia. Una generación que continuó e innovó (y lo sigue haciendo) esa manera vanguardista y despojada de pretenciosidad de hacer cine fantástico y de terror que inició Chicho Ibañez Serrador, con películas como ¿Quién Puede Matar a un Niño? y La Residencia, o programas de televisión como Mis Terrores Favoritos.
En este sentido, El Día de la Bestia (que ahora cumplirá 25 años) fue fundacional. Como cuenta otro documental, Herederos de la Bestia, aquella película alocada e inclasificable que hablaba del apocalipsis en el Madrid de los 90 resucitó un cine de género hundido por la Ley Miró (y por otros factores) y marcó a esa nueva generación de cineastas. A partir de la mezcla de referentes culturales extranjeros y propios, de la Iglesia volvió a transformar el cine fantástico y de terror en España. Sus primeras obras ya apuntaban parte de lo que vendría después. El genial cortometraje Mirindas Asesinas y su ópera prima Acción Mutante ya eran obras transgresoras, impresionantes, tenían vigor, su idiosincrasia.
De la Iglesia es un cineasta transgresor porque sus películas rompen moldes, fusionan y deconstruyen géneros: una película de terror puede ser también de acción, ciencia ficción, suspense, comedia o drama. Recrean esquemas del género de terror más clásico con ideas nuevas. Tienen un carácter costumbrista, filman lo local, utilizan iconos y elementos de la cultura popular de unos años concretos, y de ese modo consiguen reflejar con gran viveza emocional y de manera corrosiva a la sociedad española, captar a través del género esa sociedad en distintas épocas, desde el franquismo hasta hoy. Y a la vez van más allá del tiempo y de esa realidad con la que dialogan, hablan de asuntos universales y atemporales, que remueven siempre. Asuntos oscuros y escurridizos como el amor, el deseo, el odio, la avaricia, el poder, la soledad, las relaciones humanas, el engaño, el miedo, la muerte.
Como también pasa en la vida, en su cine todo está mezclado. El humor con el terror, lo fantástico con lo real, lo oscuro con lo aparentemente luminoso. Coloca a los personajes en un primer plano, y es esa complejidad lo que los hace creíbles y nos hace comprenderlos. Sus contradicciones, sus deseos, sus miedos, sus fatalidades. Sus películas están llenas de acción frenética, violencia, sangre, cuchillos, elementos sobrenaturales, giros inesperados, hechos espeluznantes y delirantes, y al mismo tiempo nos sugieren que el terror es algo ambiguo y misterioso, que a menudo está en lo cotidiano.
De la Iglesia es un maestro del género porque sabe utilizar muy bien las posibilidades que tiene el cine para contar sus historias. La manera como narra esas historias demenciales y desconcertantes es lo que crea y nos hace entrar en las atmósferas de pesadilla de sus películas. A través del dominio de los recursos cinematográficos consigue expresar sensaciones más allá de lo que vemos en la pantalla. Porque como ya dijo Jess Franco de sus propias películas, el cine de Álex de la Iglesia también corresponde a estados de ánimo, a sentimientos.
Hace unos días volví a ver Balada Triste de Trompeta, y anoche Perfectos Desconocidos. Me hicieron reír y llorar, y volví a pensar que a veces hay que correr ese riesgo del que hablaba Desirée de Fez.