Crónica de Sitges 2024: El Triunfo de Los Freaks

Sitges 2024

Y volvimos al lugar más parecido al cielo. Sitges 2024 llegó y pasó en un suspiro, pero en ese breve lapso nos regaló una ventana para desconectar de la realidad, sumergiéndonos en la intensidad visual y emocional que solo el mejor cine fantástico y de terror puede ofrecer. Este año, por razones fuera de nuestro control, tuvimos solo once días (de los trece) para dejarnos llevar por la magia. Lejos de frenar el entusiasmo, esa limitación solo intensificó la experiencia. Eso sí, como acreditados, cuantísimo nos hubiera gustado ver algunos de los títulos programados en Escorxador, este año sustituto del Retiro, actualmente cerrado por reformas.

Nuestro recorrido de Sitges 2024 comenzó con la nueva propuesta de Quentin Dupieux, El Segundo Acto. Aunque no se trate de su obra más redonda, sorprende nuevamente cómo este singular cineasta (todavía resuenan los «¡Toro!» de Mandíbulas entre los asistentes del festival) consigue sacar oro de una extravagancia metacinematográfica que desafía cualquier estructura convencional. La película sigue a cuatro actores en el intento de rodar una historia cuyo argumento solo vislumbramos en fragmentos. Con una narrativa que se despoja de cualquier esquema predecible, Dupieux opta por lo imprevisible, presentando una obra que, aunque no siempre funcione a la perfección, encaja con su estilo surrealista y su búsqueda de explorar las fronteras no solo de la comedia, sino del propio cine. Estamos ante una pieza que se alimenta de la misma irreverencia que caracteriza su filmografía, dando espacio para el absurdo y cuestionando las normas mismas del lenguaje cinematográfico. Perfecto acompañamiento a Realité y Yannick.

Con Presence, película de inauguración de Sitges 2024, Steven Soderbergh toma un giro hacia el cine de fantasmas con una premisa fascinante: contar la historia desde la perspectiva del espectro. Sin embargo, lo que podría haber sido un replanteamiento del género se convierte en un ejercicio que parece más interesado en su concepto que en sus posibilidades narrativas o emocionales. La película se desarrolla con la precisión técnica característica de Soderbergh, pero ese control quirúrgico también la distancia de cualquier sensación visceral. Aunque la idea de explorar la subjetividad de un fantasma abre un mundo de posibilidades, el resultado se siente contenidísimo, casi aséptico, como si el director hubiera estado más preocupado por no cometer errores que por dejar una huella. El verdadero problema de Presence no es lo que es, sino lo que nunca llega a ser. En lugar de aprovechar su propuesta para sumergirnos en una experiencia inmersiva o desafiar las convenciones del género, opta por un camino seguro, incluso tímido, donde la emoción y la tensión quedan relegadas a un segundo plano. El clímax, breve y poco convincente, subraya esta sensación de desaprovechamiento. Más que un punto culminante, parece un recordatorio de lo que la película pudo haber sido si se hubiera permitido tomar riesgos. Al final, Presence deja la impresión de haber presenciado un borrador: un proyecto con grandes ideas, pero poca ambición para desarrollarlas.

Gran sorpresa Oddity, de Damian McCarthy. A lo largo de sus 98 minutos, el autor de Caveat exhibe un dominio magistral en la construcción de tensión, apoyándose en una atmósfera opresiva que eclipsa a producciones considerablemente más ambiciosas. La implementación cuidadosa de jumpscares no solo incrementa el impacto emocional, sino que también mantiene al espectador en un constante estado de expectación sin recurrir a la banalidad. Por su parte, la trama se centra en un reducido elenco de personajes, lo que permite un desarrollo más profundo y auténtico de cada uno de ellos. Destaca la presencia de un inquietante muñeco de madera, cuya mirada penetrante y postura estática contribuyen de manera significativa al sentimiento de inquietud que permea la película. Este elemento visual se convierte en un símbolo recurrente de lo desconocido y lo perturbador, intensificando la atmósfera general de la obra. Además, el enigma que rodea a un violento asesinato actúa como el eje narrativo principal, ofreciendo suficientes pistas y giros argumentales que mantienen el interés sin revelar completamente los secretos subyacentes. Esta estrategia narrativa convierte a Oddity en una de las producciones más aterradoras no solo del festival, sino también del año. La película logra equilibrar de manera impecable lo predecible con lo inesperado, incentivando al espectador a sumergirse plenamente en la experiencia sin conocer de antemano los detalles que podrían disminuir su impacto. Conviene no saber demasiado de ella.

Desert Road, ganadora en la sección Noves Visions y a mejor interpretación femenina, es una de esas propuestas de ciencia ficción tan habitualesque nos vuela la cabeza. La película, con su atmósfera cargada y ritmo pausado, aspira a desconcertar sosteniéndose sobre una narrativa enrevesada que juega a romper las expectativas. La estupenda Kristine Froseth aporta la intensidad suficiente para mantener el interés y llevar el peso de una historia que en ocasiones parece más complicada de lo que realmente es. Aunque lejana a la maestría de las grandes del género, resuena como un interesante experimento narrativo al que vale la pena aventurarse. Sorpresa en Sitges 2024.

Con The Substance (La Sustancia) de Coralie Fargeat, el Auditori se vino arriba, y no es para menos. Estamos ante una de las propuestas más arriesgadas y potentes de este año, cuya capacidad de dejar una marca indeleble es innegable. Se inspira y reinterpreta Sunset Boulevard, El Retrato de Dorian Gray y el body horror de Brian Yuzna a través de la óptica de Lynch, Kubrick y, cómo no, Cronenberg, pero siempre alzando su propia voz. Demi Moore entrega una actuación absolutamente brillante y transformadora: su compromiso con el personaje de Elizabeth Sparkle se traduce en una interpretación cruda, llena de matices y una de las más completas de su carrera. Margaret Qualley y Dennis Quaid también se lucen en su papel. En definitiva: estamos ante un cocktail de estímulos al que merece la pena volver una y otra vez.
Otra de las bombas de Sitges 2024 fue Terrifier 3, el esperado regreso de Art the Clown que puso patas arriba el Auditori. Siguiendo el mismo camino que la segunda entrega, Terrifier 3 ofrece una experiencia de terror explícito, aunque podría beneficiarse de una edición más ajustada, ya que el ritmo se diluye con diálogos prolongados y una construcción de personajes que, en su mayoría, están destinados a una pronta y violenta desaparición. Art the Clown regresa más sádico que nunca, lo cual ya es mucho decir, y se insinúan nuevos elementos sobre sus orígenes y la mitología que rodea su figura, sin llegar a ofrecer respuestas definitivas, lo que añade una capa de intriga. En cuanto a gore, la película cumple y supera expectativas, ofreciendo escenas de brutalidad sin frenos que harán las delicias de los fans del horror extremo. Las grotescas y creativas salvajadas de Art parecen no tener límite y continúan consolidando su estatus como uno de los personajes más perturbadores del cine de terror reciente. Leone, fiel a su estilo, deja además la puerta abierta para una posible cuarta entrega, insinuando que el próximo capítulo podría llevar a Art y a la saga hacia un terreno inexplorado, lo cual promete mantener a los seguidores al filo del asiento esperando el próximo acto en la sangrienta historia de este payaso.
MadS intenta recuperar el espíritu del cine extremo francés, pero su apuesta técnica con el plano secuencia resulta más un truco vacío que una herramienta narrativa. La historia, que podría resultar en una mezcla de Euphoria con 28 Días Después, es torpe en explorar a fondo los temas de ansiedad generacional y social que promete abordar. A pesar del esfuerzo de sus actrices, la película se siente anodina y lejos del impacto de los referentes del género.

La apertura de La Nit + Killer de Sitges 2024 fue algo decepcionante: Krazy House, de los creadores de New Kids Turbo, reúne a Nick Frost y Alicia Silverstone para una comedia que promete más de lo que da. Ambientada como una clásica sitcom noventera, la película sigue a una familia típica que recibe a tres extraños con intenciones ocultas de encontrar un tesoro. Aunque comienza con chispa y un humor ácido hacia el estilo de vida americano y la religión, su premisa pierde fuerza rápidamente; el ritmo se dilata y el humor se agota antes de llegar a su esperado desenlace.

Bodegón con Fantasmas, de Enrique Buleo, es una de las comedias más divertidas y originales de los últimos años. Ambientada en un pueblo manchego, combina humor sutil y ternura para explorar con ironía la convivencia entre lo real y lo fantástico. A través de cinco historias cargadas de humanidad, aborda temas como la soledad, la pérdida y las contradicciones de la vida rural con una estética artesanal y diálogos naturales. Inspirada en Berlanga y Cuerda, pero con una voz propia, la película equilibra humor y melancolía con gran destreza. Es un retrato honesto y conmovedor de lo humano, en todas sus luces y sombras.

Una de las sorpresas de Sitges 2024 fue Your Monster, una estupenda comedia romántica oscura que juega con los tropos de los cuentos de hadas, transformándolos en una experiencia fresca, sarcástica y profundamente emotiva. Bajo la dirección de Caroline Lindy e inspirada en el cortometraje homónimo de 2019, la película reimagina el clásico La Bella y la Bestia con una sensibilidad contemporánea, explorando temas como el autodescubrimiento, la aceptación de uno mismo y el amor en su forma más imperfecta. Melissa Barrera brilla como nunca en un papel que le exige vulnerabilidad y carisma, llevando la película con una presencia magnética que equilibra perfectamente la dulzura y la fuerza de su personaje. Lindy logra un equilibrio difícil de alcanzar: el humor ácido nunca opaca los momentos tiernos, y el tono irreverente coexiste con un mensaje profundamente humano.

En Canina (Nightbitch), Amy Adams deslumbra en su papel más audaz, explorando la maternidad con una mezcla de fragilidad y ferocidad magnética. Al igual que la novela de Rachel Yoder, arranca con un concepto fascinante: una madre que empieza a creer que se  está transformando en un perro. Aunque visualmente impecable y cargada de simbolismo, su discurso a veces se siente excesivamente subrayado, restando impacto a su sátira y visceralidad. Hay momentos memorables, pero carece de la mala leche necesaria para llevar su crítica al límite. A pesar de estos tropiezos, la ambición del proyecto y la entrega de Adams hacen de Canina una experiencia destacada para quienes buscan narrativas arriesgadas sobre identidad y maternidad.

Night Silence es la nueva película del director Bartosz M. Kowalski, conocido por Playground y las dos entregas de Nadie Duerme en el Bosque. Aquí, el belga nos sumerge en la vida de un actor jubilado (gran trabajo de Maciej Damięcki) que ingresa en una residencia de ancianos, un lugar que se convierte en un microcosmos para reflexionar sobre el abandono, la soledad y la inevitabilidad de la muerte. Aunque integra elementos de terror sobrenatural con una atmósfera cargada y un simbolismo oscuro, la mezcla entre lo fantástico y el drama humano resulta desigual: el relato social, centrado en la crítica hacia el trato de los mayores en instituciones, es mucho más poderoso que las secuencias de terror deudoras de la obra de Guillermo del Toro, que terminan sintiéndose desconectadas del núcleo emocional. Con una premisa interesante y una ambientación inquietante, queda como un thriller psicológico que toca temas importantes, pero no los desarrolla con el impacto que prometía.

Otra estrella de Sitges 2024 fue Strange Darling, un thriller hipnótico que destaca tanto por su estilo visual como por sus intensas interpretaciones. Desde sus primeras imágenes rodadas en 35 mm., J.T. Mollner establece un tono inquietante y visualmente impactante, con la ayuda de la exquisita cinematografía del también actor Giovanni Ribisi. La película se construye en torno a una tensa dualidad entre romance y violencia, donde la sangre y los sentimientos parecen estar en constante colisión. Mollner logra mantener al espectador al filo del asiento, gestionando esta tensión con habilidad, aunque algunos momentos pueden sentirse desconcertantes por decisiones poco lógicas de los personajes. El corazón de la película está en las interpretaciones de Kyle Gallner y Willa Fitzgerald, quienes se adueñan de cada escena con actuaciones magnéticas y convincentes. Gallner demuestra un carisma natural frente a la cámara, mientras que Fitzgerald brilla al afrontar escenas extremadamente desafiantes con una autoridad que hipnotiza.

Night Call es un thriller frenético y cargado de tensión que nos clavó en la butaca desde el minuto uno. La película destaca por su habilidad para mezclar acción con profundidad moral, y aunque algunos giros son algo convenientes, evita simplificaciones de bunos y malos. Su escritura comprometida y el sólido desempeño actoral (liderado por Jonathan Feltre) elevan la historia más allá de los clichés del género. Funciona como un tiro y en Sitges 2024 gustó bastante.

Por otro lado, Daniela Forever de Nacho Vigalondo no solo aborda la reencarnación de un amor perdido, sino que se sumerge en las profundidades del deseo, la soledad y la fragilidad humana. Mucho más que un simple refrito de Olvídate de Mí, lo nuevo del director de Cronocrímenes traza un contraste impactante entre los mundos real y onírico donde los paisajes deformados subrayan la distancia emocional de su protagonista, encarnado por Henry Golding, un hombre atrapado en la obsesión por recuperar lo irrecuperable que manipula la realidad para satisfacer su necesidad de control y afecto. Aunque las interacciones entre los personajes pueden sentirse a veces forzadas o desajustadas, estas decisiones narrativas están al servicio de la atmósfera inquietante y de la crítica a la idealización del amor y la memoria. Lo que realmente eleva Daniela Forever es su enfoque reflexivo sobre la condición humana, invitando al espectador a cuestionar la relación entre la realidad y el sueño, el amor y la posesión a través de un desarrollo pausado y contemplativo, en el que cada pequeño cambio en la dinámica de la relación es significativo. Una estupenda obra que tenemos ganas de volver a ver.

Cuckoo es una pieza cinematográfica que destaca por su audaz mezcla de influencias y su enfoque estilísticamente distintivo. Sin ir más lejos, está dirigida por Tilman Singer, autor de la fantástica Luz (2018), que una vez más emplea una dirección visual rica en texturas y contrastes con una paleta estética que recuerda al horror europeo de los años 70 (que se siente fresca y contemporánea gracias a su manejo del tiempo, el espacio y la emoción). La película juega con la noción de lo onírico, fusionando elementos de la obra de directores como David Lynch y Lucrecia Martel, en especial con sus paisajes sonoros disonantes, la opresión en los encuadres y los personajes que parecen estar atrapados en un espacio entre la realidad y la fantasía. En cuanto a la actuación, Hunter Schafer brilla en su interpretación de Gretchen, un personaje cuya vulnerabilidad y fortaleza se ven reflejadas en la fluidez con que la actriz maneja tanto en todos sus canales, especialmente en los momentos en los que la trama se enreda en su propia complejidad. Si bien algunos aspectos narrativos no alcanzan su máximo potencial, la audacia estilística y la impresionante actuación de Schafer aseguran que Cuckoo se mantenga como una obra intrigante y desafiantemente compleja dentro del cine contemporáneo.

Jean Luc Herbulot regresa con Zero, un thriller de alto voltaje que arrasó en la Sección Òrbita de Sitges 2024. La premisa atrapa desde el primer minuto: un hombre despierta en Dakar con una bomba adherida a su pecho y un teléfono en la mano que le dicta instrucciones para sobrevivir. La cuenta atrás de diezhoras marca el ritmo de esta historia, que pronto revela un giro inesperado: no está solo. Otro hombre comparte su destino, y juntos se verán arrastrados a una serie de misiones cuya verdadera naturaleza va mucho más allá de la supervivencia individual. La primera mitad del film orquesta una acción trepidante con destellos de humor negro que alivian la tensión sin comprometer la gravedad del relato. Sin embargo, conforme avanza, la película vira hacia terrenos más reflexivos, adoptando un tono de protesta donde el entretenimiento cede espacio a una dura mirada sobre la pobreza estructural y la injerencia internacional en África. No nos terminó de convencer, pero pasamos un rato entretenido.

Dead Mail se adentra en un territorio tan peculiar como inquietante: el limbo de las cartas que nunca llegan a su destino. Joe DeBoer y Kyle McConaghy toman esta premisa, aparentemente banal, y la transforman en un thriller neo-noir que entrelaza lo absurdo, lo mundano y lo peligrosamente humano, convirtiéndose en el motor de una historia violenta y melancólica, con giros que desafían nuestras expectativas en cada escena. Las actuaciones de John Fleck y Sterling Macer Jr. son el corazón de esta historia: Fleck encarna a un hombre desesperado por conexión humana, mientras que Macer, en su ingenuidad casi trágica, se convierte en una víctima de sus propias obsesiones. La dinámica entre ambos es incómoda, pero profundamente auténtica, una mezcla de soledad, necesidad y un oscuro sentido del humor. Una pequeña joyita.

Terminamos Sitges 2024 con un pequeño bajón en Tramuntana: It Doesn’t Get Any Better Than This, mezcla de falso documental y found footage. Con la premisa de un grupo que compra una casa encantada para rodar una película de terror arranca una historia de ritmo lento cuya atención a escenas triviales entorpece la narrativa en lugar de favorecerla. En absoluto ayuda nada la interpretación histriónica de Rachel Kempf, que no conecta con su aparente interés en lo sobrenatural, lo que genera más frustración que empatía. Solo en su tercio final logra incluir elementos atractivos (que no desvelaremos aquí). Lamentablemente, para entonces, todos los cartuchos se han agotado y el espectador se ha dormido. Muchos lo hicieron.

 

Palmarés Sitges 2024:

Sección Oficial Fantàstic en Competición (SOFC)

  • Mejor Película: El baño del diablo (The Devil’s Bath), de Veronika Franz y Severin Fiala.
  • Premio Especial del Jurado: Exhuma, de Jang Jae-hyun.
  • Mejor Dirección: Soi Cheang por Twilight of the Warriors: Walled In.
  • Mejor Interpretación Femenina: Kristine Froseth por Desert Road.
  • Mejor Interpretación Masculina: John Lithgow y Geoffrey Rush (ex aequo) por The Rule of Jenny Penn.
  • Mejor Guion: Aaron Schimberg por A Different Man.
  • Mejor Fotografía: Giovanni Ribisi por Strange Darling.
  • Mejor Música: Die Hexen por Fréwaka.
  • Mejores Efectos Especiales: Digital District & Machina Infinitum por Else.

Noves Visions

  • Mejor Largometraje: A Desert, de Joshua Erkman.
  • Mejor Dirección: Grazia Tricarico por Body Odyssey.
  • Mejor Corto Noves Visions Petit Format: Say Wuff!, de Fabian Podeszwa.

Blood Window / Òrbita

  • Mejor Película Blood Window: Mi bestia, de Camila Beltrán.
  • Mejor Película Òrbita: Zero, de Jean Luc Herbulot.

Premios Méliès

  • Méliès d’Or (Mejor Película): Handling the Undead, de Thea Hvistendahl.
  • Méliès d’Or (Mejor Corto): Weeds, de Pola Kazak.
  • Méliès d’Argent (Mejor Película): Animale, de Emma Benestan.
  • Méliès d’Argent (Mejor Corto): Meat Puppet, de Eros V.

Animat’

  • Mejor Largometraje: Memorias de un caracol (Memoir of a Snail), de Adam Elliot.
  • Mejor Corto: Free the Chickens, de Matúš Vizár.

Brigadoon

  • Premio Paul Naschy al Mejor Corto: Céntrico, de Luso Martínez.

Crítica

  • Premio José Luis Guarner al Mejor Largometraje (SOFC): El baño del diablo.
  • Premio Citizen Kane al Director Revelación: Thibault Emin por Else.
  • Mejor Cortometraje SOFC: Chew, de Félix Dobaire.

SGAE Nova Autoria

  • Mejor Dirección-Realización: (ex aequo) Blava Terra, de Marine Auclair, y DARU/N, de Benjamin Hindrichs.
  • Mejor Guion: Benjamin Hindrichs por DARU/N.

Premios del Público

  • Mejor Película SOFC: Strange Darling, de JT Mollner.
  • Mejor Película Midnight X-Treme: Die Alone, de Lowell Dean.

Otros Premios

  • Mejor Documental Sitges Documenta: Grand Theft Hamlet, de Pinny Grylls y Sam Crane.

 

¡El próximo año, más y mejor!