The Void arranca cuando un policía traslada a un hombre herido a un pequeño hospital. Lugar que pronto se verá amenazado por unas extrañas criaturas que quieren iniciar una nueva era oscura para la humanidad. Los pocos médicos, pacientes y el policía deberán aliarse para acabar con tan terrible amenaza.
Directores: Jeremy Gillespie y Steven Kostanski
Reparto: Ellen Wong, Kathleen Munroe, Aaron Poole, Kenneth Welsh, Art Hindle, Daniel Fathers, Stephanie Belding, Amy Groening, Trish Rainone, Evan Stern, Mik Byskov, James Millington, Grace Munro, David Scott, Jason Detheridge.
Vista en el último Sitges, The Void es una de esas películas con vistas a convertirse en film de culto. No ofrece nada nuevo, pero sí que utiliza todos aquellos elementos que hacen que un film de este tipo funcione como es debido y te atrape en su atmósfera oscura. A priori, The Void bebe de aquellas cintas de George A. Romero o John Carpenter donde un grupo de personas quedaban atrapadas debido a la amenaza de una serie de monstruos que no conseguían llegar a ellos hasta el final, cuando la desesperación y los nervios ya habían consumido al espectador. Salvando las distancias, es inevitable acordarse de la obra de Lucio Fulci (El Más Allá) o la más reciente Baskin de Can Evrenol.
En términos generales esto es lo que ocurre en The Void, solo que aquí los «monstruos» parecen disfrazarse con las prendas del Ku Klux Klan para parecer más misteriosos y dar más miedo. Y la verdad es que estas criaturas es como si se hubieran escapado de alguna película de Resident Evil, Underworld o la misma Hellboy de Guillermo del Toro por lo infinitamente inverosímiles que resultan ser. Aunque son esos pequeños detalles que hacen que la película tenga ese encanto propio de la serie B y toque la fibra de la nostalgia.
En cuanto al reparto y las interpretaciones, The Void opta por emplear el estilo de la vieja escuela, empleando actores y actrices que, grosso modo, no son demasiado conocidos. Sin embargo, los personajes mejoran a medida que van familiarizándose con la situación que les rodea y se aproximan poco a poco a ese infierno que los monstruos pretenden desatar sobre el mundo.
Es en el in crescendo del tercer acto donde la fantasía onírica se apodera de la realidad con el objetivo de sumergir al espectador en un mar de dudas: los giros de guión son bastante predecibles pero, a su vez, se disfrutan muy gratamente. La trama se vuelve cada vez más loca e imposible de creer, pasando desde una situación totalmente normal en el que un policía debe ayudar a un ciudadano de a pie, hasta descubrir que en el mundo hay fuerzas mucho más oscuras de lo que nos imaginamos.