Crítica: ‘The Cloverfield Paradox’ (2018, Julius Onah)

The Cloverfield Paradox

The Cloverfield Paradox nos presenta una Tierra en guerra y en mitad de una crisis energética. Un equipo de astronautas se encuentra en el espacio tratando de dar con una solución a los problemas del planeta. Pero durante una maniobra fallida, quedan flotando sin saber muy bien qué o cómo volver a su lugar de origen, y las cosas dentro de la nave ocultan una realidad mucho más terrorífica.

Director: Julius Onah
Reparto: Gugu Mbatha-Raw, David Oyelowo, Daniel Brühl, Elizabeth Debicki, Zhang Ziyi, Chris O’Dowd, John Ortiz, Aksel Hennie, Roger Davies.

Corría el año 2008 cuando J.J. Abrams, Drew Goddard y Matt Reeves creando la maniobra de marketing perfecta, convirtiendo a Monstruoso (Cloverfield) en un fenómeno viral poco común en los albores de la era digital. Ocho años más tarde, el anuncio de que un proyecto de ciencia ficción llamado Valencia era en realidad Calle Cloverfield 10 llevó la franquicia a un nuevo nivel, creando un universo cinematográfico al que cualquier película producida por Bad Robot era susceptible de pertenecer. En el caso de la anteriormente conocida como God Particle, los aficionados pensamos que habíamos descubierto el secreto antes de tiempo y la sorpresa se ocultaría en la trama de historia; sin embargo, Paramount volvió planear la jugada más inteligente, convirtiendo una película que no generaba ninguna seguridad en un fenómeno de masas gracias a un inesperado estreno en Netflix anunciado con unas pocas horas de antelación. Está maniobra parecía perfecta, pero lo que no sabíamos es que su única finalidad era atraer al espectador hacia un trampa donde sus expectativas se darían de bruces con la decepcionante realidad.

The Cloverfield Paradox explota su rol como entrega del universo Cloverfield para desarrollar una original propuesta que tristemente logra ganar el estatus de prometedora. La trama principal centrada en la estación espacial Cloverfield funciona como un tiro durante el primer tercio de la trama, desarrollando conceptos comunes en el género pero no por ello menos efectivos. El diseño de producción es apabullante, creando una ambientación digna de las grandes películas espaciales de los últimos años. El problema llega cuando la trama quiere abarcar demasiado, decidiendo combinar su curiosa aventura espacial estilo serie B con el archiconocido universo Cloverfield y sus peculiaridades. Mientras en el espacio disfrutamos de una aventura modernamente entretenida, en la Tierra debemos soportar una trama inconexa e inútil, cuya única finalidad es regalarnos una escena final definición ideal del más puro fan service.

Julius Onah firma un competente trabajo en la dirección, pero poco más partido puede sacarle al guión firmado por Oren Uziel y Doug Jung. La buena idea de partida planteada por Uziel y Jung rápidamente se vuelve en su contra, abusando de explicaciones poco convincentes para rellenar tremendos agujeros de guión que por momentos a punto están de hacer desaparecer cualquier mínima coherencia narrativa. Quiero pensar que la trama y diálogos escritos para las escenas de la Tierra son una imposición del estudio buscando justificar su pertenencia a este universo, porque además de no cuadrar con el tono del resto de la cinta, son fuente para algunas de las subtramas más ridículas e innecesarias de la historia reciente de la ciencia ficción.

El reparto cumple con su cometido, sin grandes alardes pero dotando a momentos genuinamente ridículos de un poso emocional admirable. En el lado positivo merece la pena destacar a Gugu Mbatha-Raw y Ziyi Zhang como ejes principales de gran parte de la trama, y en el negativo, mención especial merecen Daniel Brühl y sus dificultades para calar el acento que su personaje requiere y la falta de aptitudes cómicas demostrada por Chris O’Dowd.

The Cloverfield Paradox es la primera gran decepción del año y un punto negro en un intento de universo que hasta el momento rozaba la brillantez. Funciona como aventura espacial con tintes serie B, pero se hunde cuando intenta pertenecer a un universo cinematográfico cuya única razón de existencia es meramente comercial.