Crítica: ‘Rings’ (2017, F. Javier Gutiérrez)

Rings

Rings cuenta la historia de Julia, una joven preocupada por su novio cuando él decide explorar una oscura subcultura cuyo centro de atención es una misteriosa cinta de video que, aparentemente, mata al observador siete días después de que éste la ha visto. La joven se sacrifica para salvar a su novio y al mismo tiempo hace un terrible descubrimiento: hay una «película dentro de la película» que nadie ha visto antes.

Director: F. Javier Gutiérrez.
Reparto: Matilda Anna Ingrid Lutz, Alex Roe, Johnny Galecki, Vincent D’Onofrio, Aimee Teegarden, Laura Wiggins, Bonnie Morgan, Zach Roerig, Brandon Larracuente, Surely Alvelo, Andrea Powell, Chris Greene, Adam Fristoe, Jill Jane Clements, Ricky Muse, Wing Liu.

Hace 15 años el director Gore Verbinski (Piratas del Caribe) logró trasladar a los esquemas hollywoodienses la cinta de terror japonesa Ringu, suponiendo el pistoletazo de salida a una interminable hornada de remakes que dieron visibilidad al brillante cine de género asiático. Tras una secuela estrenada tres años más tarde, la vertiente americana de la saga había permanecido aletargada esperando que Paramount diera luz verde a Samara, para que esta pudiera volver a las andadas.

Sin el reparto de la cinta original, y con un sinfín de retrasos debido a numerosos problemas de producción, finalmente ha visto la luz Rings, la tercera entrega de la saga en su versión estadounidense, que a su vez podría considerarse un reboot respecto a sus ya lejanas en el tiempo predecesoras.

Rings no es más que una nueva confirmación del mal momento que atraviesa el cine de terror comercial en los últimos años. Y es que, si analizamos los grandes estrenos de género de la última década nos encontramos frente a un panorama desolador, al cual solo han logrado sobrevivir un selecto puñado de películas, las cuales aprovechando esta situación han logrado convertirse en clásicos instantáneos.

El inexperto director F. Javier Gutiérrez (Tres Días) parece haberse visto completamente superado por las exigencias del estudio y la infinidad de problemas en la producción, ofreciendo un producto impersonal mutilado por un demencial montaje que, como si de un coche averiado se tratara, avanza a trompicones intentando salir del paso como buenamente puede. La cinta comienza con una espectacular secuencia, promesa de un divertimento de altura que finalmente nunca llega, aunque esto no ha impedido a Paramount emplear esta inconexa escena como principal reclamo publicitario de la cinta.

El guión, escrito a seis manos, es un híbrido de ideas curiosas que son ejecutadas de forma estrepitosamente fallida. La historia plantea un interesante cambio en la mitología de la saga en su primera media hora, pero termina optando por seguir el camino más obvio, convirtiendo a Rings en una nueva historia de orígenes sin nada nuevo que ofrecer.

El reparto está encabezado por la desconocida Matilda Lutz, quien falla en la prácticamente imposible tarea de hacernos olvidar a la siempre brillante Naomi Watts. Junto a ella encontramos a un inexpresivo Alex Roe (La Quinta Ola) y a unos desganados Johnny Galecki (The Big Bang Theory) y Vincent D’Onofrio (Daredevil), quienes únicamente parecen estar pendientes del número de cifras de su cheque.

La fotografía de Sharone Meir (La Última Casa a la Izquierda) es uno de los elementos más interesantes, logrando crear una enrarecida atmósfera que funciona a la perfección durante la primera mitad de la cinta. La banda sonora de Matthew Margeson es brutalmente intrascendente, y lo único que logra es generar una sensación de déjà vu constante.

Rings termina por no ser más que la enésima colección de tópicas ideas mal unidas y pesimamente desarrolladas. Un intento por revitalizar la saga que tiene todas las papeletas para haber supuesto su punto y final, y es que tras un fiasco de esta magnitud lo mejor es que Samara se mantenga alejada de Estados Unidos y continúe descansando una buena temporada.