Pánico al anochecer nos sitúa en Texarkana, una pequeña ciudad de Texas que está siendo aterrorizada por un misterioso asesino en serie al que han apodado «El Fantasma». Poco a poco, los ciudadanos van sucumbiendo al pánico mientras las fuerzas de la ley tratan de cazar al peligroso asesino para devolver el lugar a la normalidad.
La primera vez que vi Pánico al anochecer fue hace mucho y no caí en la cuenta de las similitudes existentes entre los crímenes narrados en esta película y los de Zodiac. Viéndola de nuevo, llegué a pensar que Pánico al anochecer hacía algo así como una relectura en clave rural de los asesinatos de Zodiac, pero resulta que la cinta de Charles B. Pierce también se basa en hechos reales, algo que desconocía. Parejas atacadas en el campo, un asesino enmascarado que nunca llega a ser descubierto, chiflados atribuyéndose los crímenes para llamar la atención… Cuanto menos es curioso que haya tantos puntos en común.
Pánico al anochecer es una rara avis que, por un lado, juega en el terreno del thriller policíaco y por otro en el del slasher, e incluso hay trazas de documental dramatizado esparcidas aquí y allá gracias a una voz en off que nos va narrando los hechos. Algo así como lo que hacía John Larroquette en La matanza de Texas, pero a lo largo de todo el metraje.
Es una película que avanza de forma extraña, porque por algún motivo su trama, en principio seria y cruda, está salpicada de unos desconcertantes momentos cómicos tan fuera de lugar que uno no puede evitar pensar que todo forma parte de un plan que escapa a nuestro pobre y limitado entendimiento.
Las escenas donde el asesino actúa son estremecedoras, pero hay salidas de tiesto tan surrealistas como el asesinato con trompeta. El psicópata ata un cuchillo al extremo de una trompeta, y usa el instrumento musical para cometer un asesinato, algo que parece una parodia rarísima de El fotógrafo del pánico y su cámara de fotos equipada con un arpón. Desconozco si esto ocurrió así en la realidad o si se trata de una licencia del guionista. Sea como sea, no entiendo nada pero igualmente me parece fascinante.
La película no sólo pone el foco en los crímenes y la investigación policial, sino también en el ambiente de crispación que se vive en el pueblo ante la desagradable situación, algo que puede recordarnos vagamente a Summer of Sam, de Spike Lee, donde terminaba siendo mucho más importante el cómo afectaba a los vecinos de un barrio humilde la amenaza de un asesino en serie, que las propias andanzas del criminal y la policía.
Como digo, se trata de una película con momentos lúcidos y dirigida con cierto estilo (el asalto del asesino a la pareja en el interior de la casa es brutal y pone los pelos de punta), pero ensombrecida por una serie de decisiones que cuesta entender, aunque el conjunto funciona, especialmente si somos capaces de ignorar y digerir los inapropiados momentos cómicos y unas escenas a cámara lenta que parecen evocar a Peckinpah pero que en realidad quedan… Raras.
Diciendo esto, lo normal sería confesar que me ha parecido una película floja, pero la realidad es que me parece estupendo que exista una obra así, tan poco ortodoxa, donde se dan la mano con total alegría fallos y aciertos. A fin de cuentas, no hay nada más aburrido que una película que busque la perfección formal y académica.