La primera impresión que tuve acerca de El Abominable Hombre de las Nieves fue que se trataba de uno de esos divertidos films de monstruos de serie B de los años 50, entretenidos y llenos de encanto aunque no ofrezcan nada más que rascar. Lo que ves es lo que son.
Sin embargo, esta producción de la mítica Hammer va un poso más allá. Lo que podría haberse quedado en una simple película de aventuras con monstruo incluido, resultó ser otra cosa, aunque eso no quita que también sea una película de aventuras con monstruo incluido. Con un reparto encabezado por el habitual de la compañía Peter Cushing, y dirigida por Val Guest, quien unos años antes había realizado la interesantísima El Experimento del Dr. Quatermass, El Abominable Hombre de las Nieves narra la extraña y peligrosa expedición de un grupo de hombres al encuentro del Yeti en las hostiles montañas del Himalaya.
Peter Cushing, que al año siguiente interpretaría a Van Helsing en una versión menos amable de su personaje en esta película, encarna a un científico cuya meta es dar con el Yeti para demostrar su existencia y averiguar cuál es su origen; si se trata de un monstruo o si comparte con los humanos más de lo que imaginamos. Lo más curioso esta película, además de su buena realización técnica, son las fuentes de las que bebe, pero también es justo decir que, con el tiempo, otras películas, como Alien, el Octavo Pasajero, a su vez bebieron de ella.
Muy probablemente, el primer ejemplo que se nos venga a la cabeza al ver esta película sea El Enigma de Otro Mundo de Howard Hawks (la misma que inspiró a John Carpenter a crear La Cosa), aunque podría decirse que El Abominable Hombre de las Nieves resulta más contemplativa y mística. Así como el film de Hawks es puro pulp desatado, ritmo y diálogos frenéticos que se pisan unos a otros, la aventura de Guest es más pausada -eso le ha hecho ganar el calificativo de «aburrida»-, pero nada más lejos de la realidad. Es innegable que esta película, que de primeras parece un desenfadado film de aventuras, toma un rumbo más sutil en el que incluso la propia veracidad de lo que los protagonistas están viviendo es puesta en tela de juicio (¿de verdad hay una monstruo en esa montaña o todo es parte de su imaginación?), pero lejos de resultar un problema para la historia, lo que hace es enlazarla con el estilo de un maestro como lo es el escritor Howard Philip Lovecraft. Como acertadamente solía hacer el autor de Providence, Val Guest prefiere sugerir más que mostrar, hasta el punto de que del monstruo sólo llegamos a ver un brazo y un perturbador primer plano que nos remite a un primerizo relato de Lovecraft: La Bestia de la Cueva.
Curiosamente, pese a las similitudes con El Enigma de Otro Mundo, si nos paramos a pensar en la propuesta de esta película la realidad es que al final resulta ser bastante opuesta. No olvidemos que, en la película de Hawks, el intruso era el alienígena (que los humanos sean los que invaden su guarida, no convierte al monstruo en menos intruso. Este ni siquiera es su planeta; da igual donde se estrelle su nave). En cambio, en El Abominable Hombre de las Nieves sólo hay un intruso invadiendo el espacio natural de la criatura, y es el ser humano. Esto nos lleva a empatizar mucho más con el ser peludo, que a fin de cuentas poco más desea que darse sus paseos por la nieve y comer lo que buenamente pueda sin causar problemas a nadie.
Aunque la fama de la Hammer recayó mayormente sobre sus Dráculas y sus Frankensteins, las cuales eclipsaron a casi todas las películas de esta compañía, El Abominable Hombre de las Nieves, por su particular propuesta y original modo de abordar un tema bastante gastado, merece un reconocimiento más notorio.
Sólo me queda recomendar que le deis una oportunidad. Que la descubráis. Merece la pena.