Crítica de ‘Nación Cautiva’ (2019, Rupert Wyatt)

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Hace diez años el planeta fue ocupado por fuerzas extraterrestres. Desde entonces, son ellos quienes dirigen el Mundo mano a mano con los colaboracionistas humanos.
En paralelo, un grupo de rebeldes intenta, haciendo uso de sus escasos medios, detener la ocupación extraterrestre para así recuperar la Tierra.

Rupert Wyatt, quien hace unos años dirigió El Origen del Planeta de los Simios, película por la que nadie daba un duro y sin embargo resultó ser una notable sorpresa, se encarga de dirigir y coescribir esta cinta de ciencia ficción que, si bien dista de ser redonda, en conjunto funciona. No tanto como debería, ya que la premisa daba para mucho más, pero funciona. Me quedo con eso.
Nación cautiva es una película atípica. No es habitual que el cine retrate las invasiones extraterrestres de una forma tan mesurada, porque lo que al público mayoritario le gusta ver son explosiones, naves extraterrestres arrasando ciudades y militares disparando a marcianos. Está claro que esa es la película de invasión extraterrestre por antonomasia, lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en este subgénero de la ciencia ficción. Es la forma más fácil y atractiva de abordar el tema.
Pero Wyatt hace una cosa muy arriesgada, y nos guste más o menos, es justo reconocerle el mérito. Nación Cautiva es una película de tono oscuro, deprimente, cercano al Neil Blomkamp de Distrito 9, donde abundan los silencios y predomina el ritmo pausado y la ambientación sucia. Es una película de extraterrestres en la que aparecen pocos extraterrestres y pocas naves espaciales, y las pocas que salen no parecen naves, sino rocas voladoras.
Toda la película rezuma un aire desolador y paranoico, como un thriller político de los 70. Los propios protagonistas saben que no tienen posibilidad de ganar la guerra. A lo máximo que aspiran, tal y como dicen ellos, es a «encender una cerilla» que provoque la revolución, pero ellos muy probablemente no estarán ahí para ver la victoria, si es que llega a producirse.
Wyatt es parco en datos relativos a estos extraterrestres, su llegada a la Tierra y los motivos de la invasión. Esas cuestiones las sobrevuelva de forma discreta, sin entrar en detalles, y directamente pasa a contarnos que estos alienígenas han creado un nuevo Orden Mundial de forma un tanto pasivo-agresiva, porque los extraterrestres están sin estar. Nos controlan a distancia mediante nuestros propios dirigentes políticos, y digamos que mientras las cosas se hagan según lo que ellos han establecido no hay problema; nada de rayos y nada de edificios explotando. Si les llevas la contraria, entonces te vaporizan (literalmente). Se nos cuenta que gracias a estos invasores del Espacio y su gestión sociopolítica, el paro ha descendido hasta niveles nunca vistos y el índice de criminalidad ha desaparecido casi al completo, y todo parece muy idílico y perfecto, de ahí que tantos humanos se hayan vuelto sumisos y obedientes porque, a simple vista, todo va bien. Tal es su sumisión, que no les importa ser esclavos… Es posible que ni siquiera sepan que lo son. A sus ojos, cualquiera que intente revelarse contra las fuerzas opresoras alienígenas es considerado un terrorista.

Nación Cautiva es una película en la que cuesta entrar. Durante los créditos iniciales se nos resume la situación sociopolítica que plantea la historia, pero necesitamos adentrarnos más en la trama para comprender cómo funcionan los engranajes, ya que al principio resulta algo confusa, incluso mal narrada. Y tal vez ahí está el mayor problema de esta propuesta: la premisa, que es oro puro, pedía a gritos un desarrollo más profundo de algunas ideas y conceptos planteados, dando en ocasiones la sensación de una narración atropellada y brusca.
Otro problema reside en el diseño de los extraterrestres y sus medios de transporte. No es que esto afecte a la narración, de hecho es un problema menor, pero no puedo evitar pensar que los encargados del diseño quisieron ser tan originales, tan rompedores, que se pasaron de la raya. La película es lo suficientemente buena y original como para no necesitar recurrir a unos diseños tan vanguardistas que, en realidad, no tienen ningún sentido. Los extraterrestres parecen erizos de mar antropomórficos, y sus naves son rocas voladoras. Lo de los alienígenas puedo llegar a digerirlo, pero lo de las naves me parece un delirio. Por no hablar de las fuerzas especiales extraterrestres, esa especie de antidisturbios que llegan a la Tierra dentro de pequeños meteoritos que, en lugar de aterrizar (se supone que son naves, ¿no?), colisionan y revientan, y acto seguido sus pilotos salen del vehículo, o lo que demonio sea, intactos.
Me parece estupendo y necesario innovar, tratar de no visitar una y otra vez lugares comunes en este tipo de películas, pero lo de Nación Cautiva parece algo aleatorio, muy porque sí. Diseños originales, bien integrados y rompedores son los de Alien, el Octavo Pasajero. En la película de Ridley Scott se nos mostraban unos diseños que olían a nuevo, a nunca visto, pero al mismo tiempo estaban correctamente contextualizados.

Como decía al principio, no es una película perfecta, y a la vista está, pero en conjunto funciona aunque cueste entrar en ella y ni el ritmo ni las formas sean las más atractivas para el público general. Pero todo mejora en su tramo final gracias a que, primero, sube el ritmo, y segundo, nos ofrece un desenlace con giro de guión bien planteado y sorprendente. Y claro, John Goodman haciéndose cargo de uno de los papeles principales, algo que siempre es un placer.
Esta película en manos de Alfonso Cuarón hubiese sido algo inmenso, y aunque con Wyatt no pasará a la historia, es justo reconocer lo interesante y arriesgado de la propuesta. No es deslumbrante, pero en mi opinión merecía una mejor acogida.