La Matanza de Texas (2022) empieza cuando un grupo de jóvenes influencers acude a un pueblo abandonado de Texas para convertir el lugar en un pequeño paraíso para modernos y TikTokers. Como no podía ser de otra manera, meten la pata y perturban la paz de una vieja y terrorífica leyenda local: Leatherface.
A partir de ese momento, el único objetivo de estos jóvenes no será subir contenido a sus redes sociales y hacerse selfies cargadas de filtros, sino sobrevivir a la ira del demente asesino de la motosierra.
Finalmente se ha estrenado en Netflix la nueva entrega de la macabra franquicia sobre matarifes desquiciados, y lo ha hecho levantando un revuelo que no esperaba en absoluto. Del mismo modo que las dos últimas entregas pasaron totalmente desapercibidas (La Matanza de Texas 3D ni siquiera se estrenó en España), esta secuela directa del film original de 1974 ha llegado haciendo ruido, polarizando opiniones y convirtiéndose en una de las películas más vista del año.
La percepción que tengo es que, en general, no ha gustado, y a los que sí ha gustado lo ha hecho de forma moderada, con la boca pequeña. Parece que hay pocos que de verdad estén entusiasmados con la película, mientras que sus detractores se han encargado de dejar claro que no sólo no les ha gustado, sino que la detestan.
Evidentemente no es una película hecha para deslumbrar, y aunque no comparto las opiniones negativas cargadas de odio, entiendo que muchos se hayan sentido decepcionados, sobre todo si tenemos en cuenta que el productor es Fede Álvarez, quien nos dejó un sabor de boca estupendo con su remake de Posesión infernal y la tensa No Respires.
En mi opinión, creo que donde mejor se sitúa la película es en el término medio, algo que últimamente parece no existir (nos movemos entre OBRAS MAESTRAS y BASURAS INFECTAS, sin tener en cuenta que entre ambos extremos existe una maravillosa y amplia variedad de grises). Me ha gustado mucho y me lo he pasado de maravilla durante sus escasos 80 minutos, pero eso no me nubla el criterio: sé que no es una buena película, aunque tampoco creo que sea la basura que muchos aseguran.
En realidad, esta nueva matanza de Texas no hace nada que no hayan hecho ya casi todas las secuelas que ha tenido la película de Tobe Hooper. Mientras que la original era tan magistral que lograba hacernos ver mucha más sangre y casquería de la que en realidad mostraba (prácticamente nada), el resto de entregas obviaron ese concepto y se limitaron a hacer honor a la palabra MATANZA del título. Es decir, toneladas de sangre y tripas. Se acabó lo de evocar mucho y mostrar poco.
La nueva película no sólo se recrea en la carnaza y la sangre, sino que, posiblemente, sea la entrega más bestia de toda la saga. Pero, insisto, tampoco está haciendo nada que no se haya hecho ya. Con esto quiero decir que no entiendo las acaloradas críticas que acusan a la película de David Blue Garcia de traicionar el espíritu de la original, cuando eso es algo que, con mayor o menor calidad, se lleva haciendo desde La Matanza de Texas 2, de 1986. Ninguna película de esta saga se ha molestado en intentar parecerse a la original, ni siquiera el remake de 2003, que tal vez sea la que más se le parece… y aun así tampoco llega a acercarse al tono sórdido, sucio y pesadillesco de la original. No se puede, es imposible y todos lo saben, por eso nadie intenta imitarla. La película del 74 es un accidente bellísimo y fascinante, fruto de las circunstancias y las carencias y no de la planificación, por eso es imposible replicarla. Entonces, ¿por qué a La Matanza de Texas (2022) se le parece estar reprochando no tener nada que ver con el tono y la atmósfera de la original? ¿Es que acaso el resto de la saga no ha hecho, en mayor o menor medida, lo mismo?
Y diré más. Puede que La Matanza de Texas (2022) sea un festival de gore gratuito con un guion tan básico que cabría en una servilleta de papel, pero al menos está rodada y fotografiada con buena mano, algo de lo que pocas entregas de esta franquicia pueden presumir. Y no pasa nada. Como he dicho antes, estas películas no están concebidas para deslumbrar a nivel artístico. No las dirige Paul Thomas Anderson. Son títulos para divertirse y desconectar, que buena falta hace… ¿Por qué a La Matanza de Texas (2022) se le está exigiendo una calidad un tanto desmedidas, cuando la película en realidad cumple de sobra con su cometido? ¿A quién no le va a gustar ver a un loco con una máscara de piel humana y armado con una motosierra masacrar a una panda de descerebrados adictos a las redes sociales? ¿A quién no le va a gustar?
Tiene cosas malas y un puñado de decisiones extrañas, como el hecho de intentar repetir de forma descarada la táctica de Halloween 2018 de traer de vuelta a la heroína original, ya entradita en años, para cobrarse venganza… y, en este caso, desaprovecharla. O, como siempre ocurre en esta saga, respetar poco la continuidad (¿cómo es posible que Leatherface esté tan joven y ágil, cuando en realidad no debería tener menos de 80 años si tenemos en cuenta que la historia transcurre cinco décadas después de la original?). Tampoco ayuda el hecho de que lo hayan convertido en una especie de Jason Voorhees, una máquina de matar casi indestructible. Puede que eso funcione con monstruos sobrenaturales como Jason o Freddy, pero Leatherface es otra cosa.
Pero estos puntos negativos los compensa con una duración breve que hace que la película vaya como un rayo, una brutal cantidad de sangre y casquería poco habitual en estos tiempos, y un cierto cuidado en el aspecto visual de la película y en el rodaje de ciertas escenas que resultan estar muy logradas a nivel de tensión. Es una película que funciona más por lo que es que por lo que queríamos que fuese. Pero el caso es que, siendo lo que es, un slasher de guion mínimo, personajes que nos traen sin cuidado y muchísima sangre, cumple. Hacen bien lo suyo. En fin, tampoco es que la película tenga muchas más pretensiones. Es un título humilde que no busca nada que no sea entretenernos durante 80 minutos mediante un banquete de muertes y desmembramientos, así que yo la juzgo como tal, dentro de sus simples y limitadas intenciones cinematográficas. En ese sentido, para mí funciona a la perfección, cumple y no engaña a nadie.
Sea como sea, me gustaría hacer una breve reflexión para terminar. Volviendo al tema de la sangre y la casquería que traiciona el espíritu de la película original, tenemos que recordar que estamos en 2022. En esta época no puedes titular una película La Matanza de Texas y no incluir una buena ristra de escenas truculentas y explícitas, porque el tipo de espectador al que mayormente va enfocado este título no toleraría algo tan discreto y evocador como lo que hizo Hooper en 1974. Son otros tiempos y una generación de espectadores acostumbrada a las emociones fuertes. Ya no puedes darle prioridad a la atmósfera y decapitar a alguien fuera de plano; ahora tienes que enseñar cómo los dientes de la motosierra desgarran la carne, hacen brotar litros de sangre, llegan al hueso y lo destrozan hasta separar la cabeza del cuerpo. Por eso es tan difícil que algo tan salvaje, libre y punk como la película de 1974 se repita dentro de esta franquicia, máxime si está en manos de un gran estudio de cine y un mastodonte como Netflix.
Son otros tiempos.