Crítica de El Huerto del Francés (1978, Paul Naschy)

El Huerto del Francés

Juan Andrés Aldije, apodado El Francés, y José Muñoz Lopera regentan un prostíbulo en Sevilla, pero además tienen otro negocio en la sombra: el del asesinato. Siempre que se les presenta la oportunidad, matan a clientes adinerados para quedarse con sus pertenencias económicas. El amplio huerto del que dispone el prostíbulo será el improvisado cementerio para las víctimas de Juan y José.

Paul Naschy (o Jacinto Molina) protagoniza, dirige y coescribe este turbio thriller que pone la lupa sobre uno de los temas que más me interesan: la crónica negra española. Podría decir la crónica negra, a secas, pero no. Es la española, concretamente la española, la que más me atrae. Como me ocurre con las películas de terror, que cuanto más me las creo más me asustan, la crónica negra española me impacta especialmente porque cuenta cosas de aquí, de España, y aunque un asesinato es igual de horrible en Albacete que en Berlín, cuanto más cercano lo siento, cuanto más identifico sus escenarios y cuanto más próximos me parecen sus protagonistas, más me inquieta.
A veces pienso que la crónica negra española es especialmente cruda, macabra, incluso misteriosa. En fin, en todos los rincones del planeta ocurren cosas terroríficas, y ahí están Ed Gein, Jack el Destripador o Josef Fritzl para corroborarlo, pero creo que no me salgo mucho del tiesto si digo que en este país tenemos una mala leche especial. Tomemos como ejemplos de la crónica más inhumana y sangrienta de España el crimen de Alcácer, la masacre de Puerto Hurraco, las muertes del cortijo de los Galindos o el aterrador caso del exorcismo de Almansa. Hay algo ahí, tal vez marcado por nuestro peculiar carácter, que no veo en las páginas de sucesos de otros países. O quizá, sencillamente, se trate de lo que decía antes: la proximidad de los hechos hace que todo resulte real y peligroso, nos sentimos más identificados y eso provoca que nos den ganas de cerrar la puerta de casa con el cerrojo más gordo que encontremos en la ferretería.

Para quienes estamos familiarizados con este tipo de historias, sean en el formato que sean, la trama de El Huerto del Francés no supondrá ninguna sorpresa. Es la arquetípica historia protagonizada por uno o varios buscavidas que encuentran en el mundo del crimen una vía rápida para conseguir dinero fácil y resolver sus problemas, y que al final, por un motivo u otro, todo el plan se complica y se viene abajo. Mientras la veía, me venían a la mente algunos thrillers de los hermanos Coen, como Sangre Fácil o Fargo, películas con un tono diametralmente opuesto al de El Huerto del Francés (la áspera película de Jacinto Molina está exenta de cualquier atisbo de humor), pero que en el fondo son lo mismo: historias de criminales poco profesionales a los que la situación se les va de las manos en un momento dado.
Aunque no estemos ante la premisa más original del mundo, lo cierto es que Jacinto Molina sabe jugar bien sus cartas y mantener al espectador atento a la pantalla gracias a un ritmo ágil que no decae en ningún momento. Es una película corta, que va al grano y que sabe dosificar lo mejor de ella, alternando asesinatos con escenas costumbristas, pero siempre sin bajar el ritmo de la narración.

Viendo el póster y leyendo la sinopsis podríamos pensar que estamos frente a una explotación ibérica de La Matanza de Texas, pero nada más lejos de la realidad. Aunque de primeras dé la impresión de que El Huerto del Francés es otra película de serie B hecha de la forma más modesta posible, lo cierto es que no es así. Es una película que sorprende por su factura técnica y la calidad de casi todas sus interpretaciones. No es un título casposo pero disfrutable y con encanto, como lo son Mil Gritos Tiene la Noche o La Noche del Terror Ciego (o cualquier entrega de la Saga Templaria de Amando de Ossorio). Cuando digo que es una película con una buena factura técnica lo digo sin ningún tipo de condescendencia.

Y tampoco es una película que se recree en lo sangriento ni busque los excesos del gore para llamar la atención del espectador. Curiosamente, la escena más perturbadora de toda la película no guarda relación con los crímenes de sus dos protagonistas, sino con un aborto. Y ni siquiera ahí se recurre a lo explícito. La escena del aborto duele más por lo que el personaje explica que va a hacer, los riesgos que conlleva y por mostrar los utensilios que se usarán en esa “operación”, que por el aborto en sí mismo. Ocurre igual en la escena de la castración de Hard Candy, donde sin llegar a verse absolutamente nada, sólo mediante los sonidos y algunos planos del instrumental que se está utilizando, consigue que pongamos una mueca de dolor y nos llevemos las manos a la entrepierna. Como tantas veces ocurre en el género de terror, sugerir y evocar para que vuele nuestra imaginación es más eficaz que mostrar. Sé que es un tópico decir esto, pero es que funciona como un cañón.

Viendo El Huerto del Francés es difícil no acordándose de la mítica serie La Huella del Crimen, especializada, episodio a episodio, en compartir con el público las mayores salvajadas de nuestra santa crónica negra.
Estoy seguro de que existe una línea temporal alternativa en la que El Huerto del Francés no se concibió como película, sino como capítulo de La Huella del Crimen. El mejor, posiblemente.

Y no puedo terminar esta reseña sin recomendar a boca llena, porque lo merece y porque soy un devoto del formato físico, la magnífica edición especial digibook en Blu-ray que nos ha traído recientemente Divisa Home Video. La edición incluye un libreto de 64 páginas, una charla con Paul Naschy de casi una hora y un archivo PDF con el guión de la película. Y, por supuesto, gracias a esta edición podemos ver El Huerto del Francés con una calidad de imagen y sonido impresionantes, fruto de un laborioso trabajo de restauración a partir de un escaneado en 4K.
Si queréis ver El Huerto del Francés, esta es la mejor forma de hacerlo.