En los años 70 y 80 surgió en Italia una controvertida corriente conocida como el cannibal explotation, producciones de serie B caracterizadas por presentarnos a tribus indígenas caníbales que convertían a los, en muchas ocasiones, irrespetuosos invasores en parte de su menú. Holocausto Caníbal de Ruggero Deodato se convirtió por méritos propios en el gran exponente de esta corriente, sin embargo, solo un año más tarde su estreno sería el bueno de Umberto Lenzi quien con Caníbal Feroz exploraría nuevamente los límites del sadismo, dotando a su película de altas dosis de crueldad animal, desnudez y violencia. No serían pocos los problemas de censura a los tendría que enfrentarse, llegando a formar parte de las célebres Video Nasties, una de las principales razones por las cuales se creó un aura de misticismo alrededor de la película.
Caníbal Feroz comienza presentándonos a un variopinto trío protagonista que decide viajar a la selva amazónica en su intención por demostrar que las prácticas antropofágicas son un mito creado por el hombre blanco, para sorpresa de nadie, sus nobles intenciones iniciales rápidamente caen en saco roto, terminando por desatar la ira de una misteriosa tribu indígena que nadie parece conocer.
Si por algo sorprende la historia en sus primeros compases es por la forma tan directa que tiene Lenzi de colocar a los en teoría civilizados invasores como los verdaderos villanos de la historia, reduciendo los actos de la tribu a una respuesta en apariencia coherente frente a las salvajes tropelías que sufren durante la primera mitad del metraje.
Las constantes escenas de crueldad animal (reales por desgracia) que abundan a lo largo de Caníbal Feroz crean gradualmente en el espectador una sensación de extrema incomodidad que lo insensibiliza frente a la explosión de violencia que se produce contra los propios humanos una vez avanzada la trama. El excepcional trabajo de maquillaje obra de Gino De Rossi sigue siendo impactante pese al paso de los años, creando escenas memorables que se quedan grabadas a fuego en la mente del espectador. La recreación en la violencia fue una de las principales señas de identidad de este tipo de producciones y en esta ocasión, aquellos que se acerquen a la película esperando emociones fuertes no serán defraudados. Todo en la selva parece diseñado para hacer el mayor daño posible a todos aquellos que se interpongan en su camino y el nivel de sadismo que alcanzan algunos personajes resulta de lo más perturbador.
Umberto Lenzi demuestra una vez más su gran talento tras las cámaras a la hora de explotar al máximo las piedras angulares de este tipo de cintas: violencia gratuita repleta de gore, desnudos femeninos en abundancia y zafios personajes que despiertan el odio más profundo. En esta ocasión el guion, obra también del propio Lenzi, se ve obligado a introducir una anodina subtrama criminal que nos saca de la inhóspita selva para trasladarnos a la ciudad, donde un peligroso grupo de narcotraficantes intentan recuperar su dinero. Toda esta parafernalia justifica su existencia en el último tercio, sin embargo, en la mayoría de ocasiones se siente como un mero peaje a pagar para que la cinta alcanzara los 90 minutos reglamentarios de duración. En el momento en el que la historia regresa a la trama principal es cuando los instintos más bajos del ser humano se desatan y la esperada violencia campa a sus anchas.
Caníbal Feroz es un producto que tiene claras sus intenciones y no tiene la más mínima intención de engañar al espectador. Un producto plagado de la violencia gratuita más zafia que os podáis imaginar, haciendo las delicias a todos aquellos amantes del subgénero que tengan ganas de pasar un mal rato de la mano de insufribles protagonistas, violentos indígenas deseosos de una sangrienta venganza y grandes cantidades de sangre.