Crítica de ‘3 del Infierno’ (2019, Rob Zombie)

3 del infierno

La desquiciada familia Firefly regresa a las andadas tras sobrevivir milagrosamente a un brutal asalto policial con intención de eliminarlos. Ahora, tras liberar a Baby de la cárcel, volverán a sembrar el terror.

La sensación que me deja esta película es que a Rob Zombie le gustan demasiado sus personajes, incluyendo a la insoportable Baby, tanto que ha estirado el chicle más de lo que es capaz. Y digo esto porque no creo que esté de más una tercera parte de La Casa de los 1000 Cadáveres, sino porque parece que Zombie ha andado falto de imaginación. Ha querido pero no ha podido.

En su momento arriesgó mucho con Los Renegados del Diablo, dado que, como secuela de La Casa de los 1000 Cadáveres, era rarísima. Los personajes eran los mismos, pero la atmósfera y la estética rompían por completo con la anterior. Pasó de ser un remake no confeso y en clave psicodélica de La Matanza de Texas, a un western sucio y violento que daba la espalda a los elementos más fantasiosos y excesivos de su predecesora (esos esbirros biónicos o el Dr. Satán) para abrazar el realismo crudo y sin piedad de películas como La Última Casa a la Izquierda, Las Colinas Tienen Ojos o la ya mencionada La Matanza de Texas. Y le salió bien.

Y luego estaba ese otro asunto con el que Zombie tenía que lidiar. Me refiero a los protagonistas de esta saga, que resultan absolutamente desagradables y antipáticos. No hay forma humana de empatizar con ellos, y sin embargo Rob Zombie se ha empeñado en mostrarnos momentos “emotivos” que subrayaban el sentido de la lealtad y el cariño que sienten entre sí los miembros de la familia Firefly. Psicópatas y perturbados, sí, pero entre ellos, como es lógico, se quieren porque son una familia, y cuando uno de ellos cae, los otros lloran. Zombie nos los hace saber para incomodarnos con ese extraño, pero también realista, contraste, y es que por mucho que estos hermanos se quieran, por mucho que su sentido de la unión familiar esté desarrollado, nosotros, como espectadores, sólo deseamos verlos muertos. No cabe la simpatía hacia ellos. Siendo sincero, no sé si Rob Zombie pretendía buscar la empatía del espectador hacia sus personajes (cosa del todo imposible), o si sencillamente se estaba riendo de nosotros. En cualquier caso, La Casa de los 1000 Cadáveres y su secuela, Los Renegados del Diablo, son dos películas estupendas.

Ahora llega 3 del Infierno, la tercera y tardía entrega de esta saga que debería haberse quedado como estaba, principalmente porque el final de Los Renegados del Diablo es perfecto y zanja el tema de una vez por todas. Ahora, ese final no tiene validez porque Rob Zombie ha decidido traer de vuelta a sus personajes alegando que, pese a los veinte tiros que recibió cada uno, han sobrevivido. Por poco, pero han sobrevivido.
Si Rob Zombie quería rodar otra película de este estilo, lo que tendría que haber hecho es inventarse otros personajes diferentes y darnos algo nuevo, no sacarse de la manga una explicación de lo más facilona y burda para realizar una tercera parte que sentimos fallida y forzada desde el minuto uno.
De acuerdo, esto suena a que me ha molestado mucho que Zombie se haya inventado una excusa mala para darnos otra ración de familia Firefly, pero en realidad no es así. Lo que me molesta es que haya hecho eso para hacer una película tan decepcionante. Si tienes una idea magnífica para una tercera parte pero resulta que mataste a tus personajes, y ahora necesitas recular mediante un tremendo salto de fe y explicarnos que estos hermanos en realidad sobrevivieron a una lluvia de balas, pues vale, lo acepto, pero lo acepto con la condición de que la nueva película sea muy buena, lo suficiente como para que valga la pena ese volantazo que echa por tierra un final redondo.
Pero no ha sido así. Rob Zombie ha fusilado el desenlace de Los renegados del Diablo para justificar esta 3 del Infierno, una película hecha con demasiados pocos medios (por momentos parece una mala serie de televisión), sangre digital horrible (2020 y siguen siendo incapaces de hacer sangre digital creíble) y una trama sin interés que ni engancha al espectador ni tampoco aporta nada que no nos dieran ya, más y mejor, en la anterior entrega.

3 del Infierno ha desperdiciado la oportunidad de volver a mutar, del mismo modo que La Casa de los 1000 Cadáveres mutó en un western macabro con tal de no ser más de lo mismo y evitar dar al espectador un refrito de lo ya visto. Rob Zombie cogió a sus personajes y los llevó a otro sitio distinto para ofrecernos una secuela original y sorprendente, algo así como lo ocurrido con Alien y Aliens: el Regreso, donde pasábamos de una película de terror a una épica espacial con marines, monstruos y tiros, muchos tiros. No sé los demás, pero yo agradezco que las secuelas traten de reinventarse para no ser clones de la original. La saga Viernes 13 nos mola a todos, le tenemos mucho cariño pero seamos honestos: es la misma película una y otra vez, y aunque en algunas entregas añadan elementos “innovadores” (¡Jason en un barco! ¡Jason robotizado! ¡Jason no es Jason, sino un imitador haciendo exactamente lo mismo que hace Jason!), al final sigue siendo la misma puñetera película, sólo que una tiene un lazo rojo y la otra uno verde.
No entiendo cómo Rob Zombie no ha vuelto a reinventarse cuando lo tenía tan fácil. ¿No se le ocurrió que 3 del Infierno habría sido una película carcelaria genial? Las desquiciadas aventuras y desventuras de los Firefly entre rejas… Trapicheos, ajustes de cuentas, conspiraciones… Habría sido como la serie Oz, pero hecha por Rob Zombie. Me habría cortado un dedo por ver algo así.
En lugar de eso, nos encasqueta una película que es idéntica a Los Renegados del Diablo, pero con un lacito de otro color. Vale, ahora, en vez de a Spaulding tenemos a Foxworth… Qué bien. Rob Zombie, repite conmigo: es la misma película, y para colmo no te has dignado a darle un buen final. Sí, el último tramo en Méjico, a lo Grupo Salvaje, está bien, es resultón… Pero el desenlace es lo más soso del mundo. ¿Cómo puede terminar así la película?

En su favor diré que Richard Brake, un actor que ha nacido para interpretar a villanos, está genial (aunque se echa de menos al fallecido Sid Haig, que aquí tiene un breve papel de despedida), y que se agradece que siga siendo tan sangrienta, violenta y cruda como la anterior. Me alegra que en esta época de corrección política y terror domesticado para espectadores de fresa que consideran el jumpscare como el máximo exponente del terror, alguien se atreva a incluir violencia sucia y sin miramientos. Sin embargo, más allá de eso no hay nada que rascar.

Yo creo que Rob Zombie debería ampliar un poco la temática de sus películas, porque al final resulta que todas van de lo mismo (tarados mentales matando gente), y eso está bien al principio, qué duda cabe, porque La Casa de los 1000 Cadáveres, Los Renegados del Diablo y su remake de Halloween son títulos notables, pero con 31 empezó a oler a rancio, y con 3 del Infierno llegó el desastre, lo ya muy visto, la falta de ideas y riesgo.
Tras The Lords of Salem, que es, a mi juicio, la mejor y más madura película de este director, y la única vez que salió de su zona de confort y dejó atrás a sus repetitivos asesinos en serie, pensé que Zombie iba a evolucionar, a pasar a otra etapa dentro de su carrera como director… Pero no. Sigue estancado, removiendo una y otra vez los mismos ingredientes, y a menos que no cambie de rumbo dudo que de aquí en adelante su filmografía sea digna de interés. Seguirá teniendo una estética reconocible y personal, una marca propia… Pero con eso no basta.