“Váyanse, váyanse y crezcan. Pero se los advierto: Cuando sean mayores, ya no podrán volver. Nunca” Así de dramático se mostraba Peter Pan con los niños perdidos y los niños de la familia Darling al proponerle volver a casa. Y es que si por algo es conocido el personaje de Peter Pan es por todo lo que representa: la inocencia más pura y las ganas de mantenerse joven eternamente. Desde pequeños se nos bombardea con frases como “cuando seas mayor lo entenderás” o “mientras vivas bajo mi techo respetarás mis normas”, de alguna forma incitándonos a crecer y llegar a la adultez como sinónimo de libertad.
Sin embargo, cuando uno crece, se empieza a formar como persona, sale de la burbuja familiar, comienza a tener sus propios intereses y un largo etcétera de desarrollo físico y personal cae en la cuenta de que quizás Peter Pan tenía razón pero que ya es demasiado tarde para volver atrás. El paso de la infancia a la madurez no es un camino de rosas, y en algunos casos es especialmente duro. Me atrevería a decir que para las chicas cis es más brusca la pubertad: la bajada de la regla, el crecimiento de los pechos, el acné con todo lo que conlleva para la autoestima o la salida de vello en sitios donde no había y el apresurarse a querer eliminarlo, por mencionar algunos. Y, aun así, después de todos esos cambios cuando se pasa de niña a mujer se sigue educando a las mujeres para cumplir ciertos roles y para que acaten una serie de comportamientos.
Dicho así, suena como algo terrorífico, y es por ello que traigo cuatro películas dentro del género de terror cuyo conflicto gira en torno a crecer, al miedo que suponen los cambios, la presión familiar y casualmente todas protagonizadas por mujeres. El Coming-of-age en su estado más puro.
CARRIE (Brian De Palma, 1976)
Basada en la primera novela de Stephen King, narra la vida de Carrie White, una adolescente que vive bajo el estricto control de su madre, una fanática religiosa. Debido a esta forma de vida, Carrie es la victima perfecta de burlas en el instituto. Pero la cosa cambia tras su primera menstruación, pues a partir de ese momento comienza a desarrollar poderes telequinéticos.
Carrie White es el perfecto ejemplo de chica inocente. Tan inocente que cuando le baja su primera regla entra en pánico, pues desconoce siquiera en qué consiste eso. La ignorancia es fruto de la educación que le ha brindado su madre en el hogar, pues su fanatismo religioso la tiene tan absorbida que es incapaz de ver más allá de Dios. De hecho, cuando Carrie le cuenta sobre su “incidente”, ella lo ve con un símbolo de pecado, de lo impuro y, por ende, de lo que está mal.
Este hecho indica que inevitablemente Carrie sin querer ha dado el primer gran paso para dejar de ser una niña y pasar a ser una mujer. Ya no va a ser más esa niña inocente y controlada por su madre, pues ahora ella también ha adquirido nuevas capacidades y por primera vez en su vida puede tener la sartén por el mango. El siguiente indicativo de que va liberándose de la pesada carga maternal es aceptar la invitación al baile (aunque todos sabemos el desenlace). Y tal como indica su madre, Carrie lleva un vestido rojo, el color del pecado. No son pocos sus intentos de su madre por disuadirla de ir al baile, alegando que todos se reirán de ella. Pero al tener estos poderes telequinéticos tiene un arma para acabar con todo lo que le ha estado haciendo la vida imposible: sus bullies y su madre Margaret. Por primera vez en su vida, el patito feo es capaz de actuar ante los ataques.
CRUDO (Julia Ducournau, 2016)
Justine es una chica que va a empezar su carrera como veterinaria siguiendo la estela familiar. Para ello, se muda a un campus universitario en el que también está su hermana. En la familia de Justine todos son vegetarianos, pero después de una novatada en la que Justine ingiere carne cruda por primera vez, empezará a desarrollar un gusto por la carne y a descubrir facetas ocultas de ella misma.
Nuevamente, aquí un ejemplo perfecto de como los padres son capaces de moldear a los hijos casi a su imagen y semejanza. Al haber crecido en una familia vegetariana tan estricta, para Justine la carne es ese símbolo de lo prohibido, y todos sabemos que siendo un adolescente hay una fascinación oculta en experimentar lo prohibido. Desde el momento en el que Justine ingiere ese pedazo de carne, empieza a experimentar una serie de cambios. Ya sea su preferencia por la alimentación unida de forma más o menos sutil al apetito sexual, cambios físicos visibles e incluso su forma de vestir más recatada pasa a ser menos formal, y porque no decirlo, algo menos infantil.
Pero es interesante como luego se deja entrever en la película que Justine no es la única que ha sufrido una represión por parte de la familia, pues su hermana Alex se encuentra en la misma situación. Y es curioso ver como ella también al llegar a la universidad encuentra su lugar, o al menos una excusa de libertad para mantenerse alejada de la familia sin decirlo de forma explícita. Aunque volviendo al personaje de Justine, el culmen de su transformación/autodescubrimiento se debe a que una vez ha descubierto ese peculiar gusto, de algún modo intenta reprimirlo porque no está bien. Pero, como suele suceder cuando se quiere esconder una pulsión, esta acaba emergiendo de forma violenta.
VERÓNICA (Paco Plaza, 2017)
Inspirada en la historia real de los años 90, cuenta la historia de Verónica, una adolescente que tras la muerte de su padre se ve obligada a cuidar de sus tres hermanos pequeños mientras su madre trabaja sin parar para sacarlos adelante. Sin embargo, después que Verónica juegue a la ouija con unas amigas, esa unidad familiar comenzará a resquebrajarse.
Más allá de una tragedia familiar, en la vida de Verónica no parece que haya un constante maltrato por parte de su progenitora. La relación con sus hermanos es convencional, o al menos todo lo normal que pueda ser una relación fraternal con sus más y sus menos. Lo que sucede con la joven protagonista es que la poca presencia maternal en casa exige que sea ella la que haga el papel de madre. Es ella la lleva a sus hermanos al colegio, la que les prepara la comida, la que les ayuda a bañarse y la que se asegura que se van a dormir cuando corresponde. Ante una figura paterna inexistente y a una madre ausente por el bien de sus hijos, a Verónica le ha tocado el papel de adulta responsable de forma prematura.
Con todo este contexto, resulta extraño que la trama gire en torno a una ouija que sale mal, como si se tratase de una película más de posesiones sin apenas desarrollo más allá de contorsiones imposibles. Y es aquí donde Verónica destaca, porque no se puede entender la parte sobrenatural y todo lo que conlleva si no se habla del entorno familiar. Todo el maleficio está directamente relacionado con el estado anímico de Verónica, con su miedo por crecer y el no superar la muerte de su padre. Un tormento que la acecha a ella y a su familia de formas inimaginables hasta un desenlace tan fatídico como inevitable.
Una de las influencias de Verónica es Valerie y su Semana de las Maravillas, otra joya del Coming-Of-Age.
Thelma (Joachim Trier, 2017)
El primer año de universidad en la gran cuidad supone la primera vez que Thelma está tan alejada de sus padres, dos personas estrictamente religiosas que se han encargado de inculcarle esos valores a su hija. Pero al entrar a la universidad y desarrollar sentimientos románticos hacia una amiga, Thelma se cuestionará lo que creía correcto a la vez que aparecen ciertos poderes psíquicos.
Otra vez, nos encontramos ante una situación de padres fervientemente religiosos con un control enfermizo sobre su hija. Las llamadas telefónicas entre ambos son constantes y detalladas, pero aun así se puede notar una frialdad entre los padres y Thelma, como si hubiese un rencor desde hace tiempo entre ambos. A su vez, Thelma se muestra tímida con la gente de su edad y su tiempo libre lo pasa en solitario, como si fuera algo a lo que se ha acostumbrado. Pero la cosa parece que cambia cuando siente una atracción sexual hacia una amiga, y claro, según las lecciones paternales, eso no está bien, eso es impuro. De hecho, eso queda claro con alguna que otra visión onírica, con el mal en el sentido más bíblico de la palabra.
Es ese choque de creencias lo que lleva la aparición de sus poderes, unas habilidades que corresponden a sus deseos, aunque Thelma no lo quiera admitir. Ella no deja de pedir perdón por sus pensamientos impuros, alejando lo que está mal de ella, en cierta forma avergonzándose de sí misma. Así de hondo son las enseñanzas de sus padres, rígidas y sin ningún tipo de sentimiento. A este hecho hay que sumarle unos padres infelices consigo mismos que pagan el malestar con su hija por fantasmas del pasado que no terminan de irse y haciendo el último inciso que los monstruos más crueles no tienen porque ser entes sobrenaturales, pues los humanos ya dan bastante miedo.
No deja de ser curioso que las cuatro películas comentadas sucedan en distintos países (Estados Unidos, Francia, España y Noruega, respectivamente), dejando claro que el miedo a crecer y las consecuencias que ello acarrea es un tema universal que no entiende de fronteras ni idiomas. Tan solo espero que sigan llegando joyas como estas en los años venideros. Y quiero hacer un inciso en Ginger Snaps, ya que también trata el Coming-Of-Age muy bien, pero debido a su tono algo más humorístico y su gran contenido sobrenatural he preferido dejarla a un lado.
¿Cuál es tu a Coming-Of-Age favorita?