TerrorActo con motivo del estreno de Anatema entrevista a su directora Jimina Sabadú (Madrid, 1981) quien debuta en el largometraje tras una larga carrera como guionista, periodista cultural, escritora y profesora.
Buenas, Jimina. En primer lugar, muchas gracias por dedicarnos tu tiempo. Siempre nos gusta comenzar nuestras entrevistas preguntando qué película hizo que te enamorarás del cine de terror.
Jimina Sabadú: Hola. Encantada de estar con vosotros. A mí de pequeña no me dejaban ver cine de terror (a mis vecinos sí) pero cualquier escena que tuviera imaginería fantástica me cautivaba, incluso en películas toleradas. Imagino que algo cayó de La Bola de Cristal (maravilloso poder ver Los Monster a los dos, tres años de edad). Recuerdo con cariño ir al videoclub (cuando todavía convivían los tres sistemas de video casero) y mirar las caratulas de la sección de terror pensando que ellas nos veían a nosotros también. La vida no ha vuelto a ser igual desde que sé que no nos miran. Quizás fue en La Mosca (1958), en un pase televisivo, cuando me quedé prendada de esto. El terror antes era más sentido de la maravilla que golpe de efecto.
En los últimos años, el nunsploitation parece estar más de moda que nunca con un buen puñado de títulos que han hecho las delicias de los aficionados. ¿Cuáles han sido tus referentes dentro de este peculiar subgénero a la hora de enfrentarte al rodaje de Anatema?
Jimina Sabadú: La verdad es que no estaba excesivamente enamorada del concepto nunsplotation. Me gusta como espectadora, pero como católica, lo veo muy lejano a la realidad de las monjas. He querido hacer una película en la que las monjas parezcan monjas de verdad. Irónicamente no podré saber si lo hice bien, porque las monjas de clausura no van a ver esta película (ni ninguna otra).
Empezamos Anatema antes del boom del nunsplotaition, y hemos tardado tanto en terminarla que ya se ha pasado, con lo que he podido verlas todas por el camino. La que más me ha gustado es, sin duda, Immaculate. Menudo viaje. Me puse a aplaudir al final de la película, ante el estupor de los espectadores que se iban entre tronchados de risa y enfadados. Immaculate va sin paños calientes. Cuando empieza a sonar la melodía de La Dama Roja Mata Siete Veces ya te están lanzando un guante a la cara.
El guion de Anatema lo has escrito junto con una leyenda del género patrio como es Elio Quiroga. ¿Cómo surgió esta colaboración?
Jimina Sabadú: En realidad, no lo hemos escrito juntos. Pero hemos estado muy cerca en el proceso y Elio ha sido tremendamente generoso. A otro no le hubiera hecho ni puta gracia que una principiante dirigiera su guion. Pero Elio es una persona fantástica que no tiene un ego frágil.
Yo le había ofrecido a Pokeepsie un guion llamado Los Ojos Negros (que sigue sin dueño, amigos del cine español) que les interesó, pero que no se podía hacer porque, sin parecerse en nada, tenía en común cosas con Venus. No tiene sentido hacer dos películas de brujas seguidas. Es The Fear Collection, no The Brujas Collection.
Paralelamente había llegado el guion de Anatema y Mike Hostench, que en esa época era la persona al cargo de esto, vio aquí una posibilidad. La verdad es que cuando te dicen “a ver qué te parece este guion”, tiemblas. Imagina que te ofrecen dirigir una película y te dan un guion que te da igual. Pero al ver el nombre de Elio me relajé. Y el guion me pareció divertido y con posibilidades para una película de terror gótico.
Yo reescribí el guion aun antes de saber qué iba a decir Sony. Me costó encontrar el punto, porque en esa época estaba alternando cinco trabajos para subsistir, y la reescritura de Anatema era el sexto trabajo. Mi cerebro se había convertido en una pulpa en semivida. Creo que sigue siendo una pulpa en semivida.
Después de unas cuantas reescrituras supervisadas por Mike Hostench, el guion volvió a manos de Elio Quiroga, que le dio una visión fresca. Además, pude contar con la ayuda de Jelen Morales, una guionista “de raza” y una muy buena persona, que puso mucha cordura.
La película se enmarca dentro del sello The Fear Collection. ¿Has tenido oportunidad de colaborar con el resto de implicados en estos proyectos (Alex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Carolina Bang) o el trabajo de cada uno es independiente al del resto?
Jimina Sabadú: Con Jaume no he hablado nada más allá de felicitarle en el estreno de Venus. Alex de la Iglesia y Carolina Bang me dejaron muy a mi bola. Y Mike Hostench no estuvo ya en la postproducción.
Pero, si te refieres a lo que son las películas, yo las de Alex las veo recurrentemente, con lo que es casi una consulta en diferido.
La película tiene un reparto de lujo conformado entre otros por Leonor Watling, Pablo Derqui o Jaime Ordóñez. ¿Cómo ha sido la experiencia de dirigir a actrices y actores de tanto talento?
Jimina Sabadú: Fue un poco decepcionante no tener apenas tiempo de ensayo. Por un lado, no teníamos tiempo. Por otro, y con eso yo no contaba, los actores con mucha experiencia no necesitan tantos ensayos como los actores que trabajan, hablando en plata, cuando pueden. Pero la dirección de actores siempre me parece de lo más interesante, y aquí no pudimos trabajar demasiado eso. Jaime Ordoñez, por ejemplo, prepara el papel a conciencia por su lado. Hace muchas sugerencias para el personaje (las cogí casi todas) y hace un ensayo milimétrico de cada gesto. Su guion es para verlo. No sé cuántas páginas tiene. Lo hace con sus propias notas, colores para memorizar, fotografías de referencias… es increíble.
Derqui es un tío que parece que no está, pero luego está. Le miras y dices “¿Está con nosotros?” Y joder si está con nosotros. No sé si es timidez. Derqui compuso un padre Ángel muy tierno y frágil. Con ese punto de curita de barrio tan entrañable.
Y Leonor lo pasó un poco mal. No hemos hablado directamente del tema, pero me llevé la impresión de que no le gusta estar encarrada en sitios húmedos, angostos, y poco ventilados mientras un montón de gente armada con cinta aislante vocifera, habla de dónde van a cenar, o hace chistes. Cuando la vea en el junket a lo mejor se lo pregunto. Hasta esta película yo no me tomaba en serio lo de los papeles físicos. Pensaba que era una especie de diversión en un parque de bolas. Pero se conoce que no. Leonor tenía hacer esto y además estar rota en una de cada tres escenas. Creo que se ha ganado el cielo.
Hubo un día en el que tenían que meterse los cuatro (Leonor, Pablo, Jaime, y Keren) en un cubículo (el falso acceso a los túneles) y lo repetimos un montón de veces desde todos los ángulos… a mí me rugían las tripas. Se fueron ellos a comer y les dije “Qué suerte” y Derqui saltó “Qué suerte llevar cuatro horas metidos en un cubo, ¿eh? ¿eh?”, y pensé que a lo mejor sí que es un esfuerzo físico. Me hubiera dado igual. Me hubiera ido a comer en ese mismo momento.
También me ha hecho especial ilusión trabajar con Fedra Lorente y Manuel de Blas. Ojalá haya más ocasiones. No puedo dejar de mencionar tampoco el trabajo ímprobo de Mauro Brussolo (Miguel) enfrentándose a todos los baches imaginables.
Además de tu faceta como directora, guionista y columnista también has publicado varias novelas entre las que se encuentran Celacanto, Los Supervivientes o Las Palmeras. ¿Actualmente estas trabajando en algún proyecto literario sobre el que puedas hablarnos?
Jimina Sabadú: No he firmado nada, pero sí apalabrado con Autsaider la aparición de mi próxima novela. Se llama Fernando, Iñigo, Santiago,y el Capillitas. Es una novela corta (no llega a cien páginas en Word) sobre unos pijos en Tarifa provocando el fin del mundo. La escribí en 2019, y la tuvieron unos editores que tras dos años decidieron que no la publicaban (aprovecho este espacio para cagarme en sus muertos) y se la ofrecí a Autsaider, con quienes trato mucho desde Mear Sangre, y que me parecen unas máquinas de las cosas bien hechas.
Puede que le cambie el título a simplemente Tarifa. O quizás no. Espero que podáis leerla para verano de 2025, pero primero tengo que darle otra vueltecita. Viva Autsaider Comics.
Además, en el parón de más de medio año que hubo con las postproducción de Anatema, escribí un ensayo sobre el envejecimiento y la generación perdida de los nacidos entre 1975-1985 (con el título de provisional de Lo Que Acabará con Nosotros) y otro guion.
Como hemos dicho anteriormente eres una mujer del renacimiento que has tocado a lo largo de tu carrera casi todos los sectores relacionados con el mundo de la creación ya sea visual, literaria e incluso formativa. ¿De todas estas facetas cuál es la que te ha resultado más satisfactoria?
Jimina Sabadú: Sin duda, la de escritora. Escribir es realmente lo único que me saca de la cárcel que es mi propia cabeza, y del martilleo de ideas repetitivas y espirales de intenso pesimismo. También me sirve nadar, pero no soy David Meca (el Namor español, íntimamente relacionado con el fantaterror español gracias, por cierto, a Bajo Aguas Tranquilas, que también es de Hostench), así que me queda escribir.
Dar clase me encanta, aunque hay días en los que preferiría no ver a nadie. Trabajo en Septima Ars, donde me tratan de maravilla, y los alumnos son estupendos. Tuvimos a varios de ellos en la película y funcionaron muy bien.
Y el cine está muy bien sobre todo porque, al contrario que la literatura, da para vivir. Pero es la única en la que no tienes control sobre lo que sucede. No puedes controlar que no haya tres fulanos del equipo hablando a voces al otro lado de la puerta, ni puedes controlar que el presupuesto esté por debajo de lo que necesitas para que un efecto quede como debería. El cine, en general, es el juego del teléfono escacharrado. Imagino que no soy la única que pensaba todo el tiempo en el Superlópez de La Gran Superproducción. Dirigir va muy poco de dirigir y mucho de templar gaitas, que es lo que más pereza me da del mundo. Ese es un trabajo de relaciones públicas, y yo no lo soy. Sin embargo, volvería a dirigir. Me llevaría a los de arte, vestuario, maquillaje, y a Luis Ángel Pérez de foto. Y a los actores, por supuesto.
Has colaborado a lo largo de los últimos años como columnista para El País entre otras publicaciones. ¿Cómo definirías el estado actual de los medios de comunicación en lo relativo al mundo cultural?
Jimina Sabadú: Pues estamos en la mierda, hablando claro. En todos los periódicos la sección peor pagada es la de cultura. Han contribuido la avaricia de los accionistas de los medios y el empobrecimeinto de la educación (pública y privada). Un plan fantástico ese de convertir a toda la población en una masa semianalfabeta. El mundo cultural tiende a ser un cortapega de las notas de prensa, y eso no puede ser. Mientras haya buenos samaritanos dispuestos a hacer horas y horas para que una pieza salga bien, aguantaremos. El día que esa generación se jubile o no pueda más, ya no habrá cultura. Habrá actos de marketing. Es fuerte que en cine y en tele haya gente de finanzas decidiendo. Cada vez que veo a alguien con MBA tomando decisiones creativas, tiemblo. Y es muy común. Que, de entrada, se haga promoción de una película en la que no se invite a uno de los actores protagonistas porque no es “lo bastante famoso” es grotesco.
Ya es sintomático que para muchos pases de prensa se prime a los youtubers sobre los críticos. Los yotubers son de una pasta especial, concretamente esa en la que pones bien una película a cambio de un canapé y una putivuelta por el photocall. No es culpa de ellos sino de quien les llama para sustituir a los críticos. Por otro lado, un crítico necesita tiempo para hacer bien su trabajo. El tiempo es dinero. Si tienes a un crítico haciendo seis críticas semanales para levantar trescientos euros brutos, tienes un problema, porque es imposible que sean buenas críticas. Y si lo son ahora, a medio largo plazo no lo serán, porque nuestros cuerpos y cerebros no se pueden exprimir infinitamente. No entiendo tampoco ese culto a la juventud porque sí. No entiendo que Jesús Palacios no tenga un espacio enorme para sus críticas. Entiendo menos que no tengamos ya a Jordi Costa. Me alegro de que El Cultural le dé una página semanal a Ignacio Echevarría. Me alegro de que haya una Najat El-Hachmi escribiendo en El País, de que Hector García Barnés no falle con sus textos. Me encanta que Aloma Rodríguez se infle a pipas para hacer crítica literaria, y me encanta que exista tanta gente culta, inteligente y certera.
Siguen saliendo muy buenas películas, muy buenos artículos, y muy buenos libros. No son la mayoría, obviamente, pero ahí están.
En resumen: la cultura vuelve a ser de minorías.
Nos despedimos con una pregunta clásica de nuestras entrevistas, ¿si tuvieras oportunidad de dirigir un remake de cualquier película de la historia del terror cuál elegirías?
Jimina Sabadú: Creo que los remakes de películas buenas están sobrevalorados. No tiene sentido rodar de nuevo algo que ha quedado bien. Creo que los remakes deberían ser todos de películas horribles que nacieron de buenas ideas. Neceitamos un remake de Frogs, no uno de La Matanza de Texas. Por ejemplo, en 2017 pusieron en La Monstrua de Cine Chungo la película Witch Doctor of the Living Dead, de un tal Charles Abi Enonchong. Una película de nigeriana de 1985 que debió costar al cambio unos 100€. Esa película hecha con medios hubiera estado muy bien, prescindiendo de esos planos secuencia estilo Lumière. Esos son los remakes que necesitamos.
Hace dos años estrené en Matadero un remontaje de ¡Hola, señor Dios! de Manuel Esteba que pronto podrá ver todo el mundo. Probablemente le he dedicado más tiempo a esa película que el propio Esteba. Si me dejaran, haría un remake de ¡Hola, señor Dios! , ya nada de remontaje. La rodaría otra vez contando el descenso a la locura del niño antes de ver a Dios.
Muchas gracias por responder nuestras preguntas y te deseamos lo mejor en tus próximos proyectos.
Jimina Sabadú: Muchísimas gracias por dedicarle tiempo y espacio a Anatema. Esperemos que nuestros muertos estén con nosotros, apoyándonos. Y si se suman los vivos, mejor que mejor.