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El Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid Nocturna, conducido por La Cruzada Entertainment y Scifiworld Entertainment, celebró su cuarta edición durante la semana comprendida entre el 23 y 29 de mayo. Nuestro amigo y colaborador Jorge Loser os cuenta, de primera mano, el día a día de tan magno evento.

Lunes 23: el albor del Festival Nocturna

Cuarta edición de la sólida muestra de fantástico madrileña Nocturna. Todavía un festival joven pero que hace las cosas con criterio, con respeto a los espectadores y prensa. El ambiente va cogiendo su color propio y, durante los siete días de proyecciones se han sucedido anécdotas, intercambios de opiniones, encuentros y lo más importante, el visionado colectivo de películas, con las entrañables apariciones de Cthulhu, con los “llévame” emitidos a gritos en la platea y los coros y palmas en las promos, como la genial presentación de Buzz que creaba esa textura de comunión tan difícil de explicar, que sólo se da en los festivales de cine con una base de fans tan especial como los del fantástico y terror.

La inauguración de la muestra fue una elección confusa, ya que es una de las pocas exhibiciones que no se adhiere ni al género ni fantástico ni de terror, pero siendo un trabajo del siempre interesante Gonzalo López Gallego es comprensible su carácter de evento. The Hollow Point, más allá de que sea un thriller correcto en forma de western moderno, que no necesita de muchos artificios para funcionar, su carácter violento emparenta el contexto con el resto del festival y en definitiva, su resultado final es apreciable en estos tiempos de resurrección del western duro y raro.

Martes 24: en el barro

El martes comenzó la jornada con Polder: onanismo gamer, toma el sustrato scifi de Existenz y lo baña de un tratamiento visual a lo Tarsem Singh con limitaciones, pero en general, acerca su propuesta al género cyberpunk con una estética retro-otaku-new age no desdeñable, pero desde luego no merecedora de tantos premios. Se llevaría mejor película, dirección, FX, actor y actriz en la sección principal. Exagerado. Hongos que te echan esporas y te hacen fornicar. Esos son los peligros de la curiosa Harvest Lake, una variación de la fórmula “chicos van al lago a morir” intelectualizada para ofrecer una mezcla de Kiki, el Amor se Hace con Vinieron de Dentro de… con ideología reaccionaria y propuesta estética curiosa, cuando las pueriles metáforas visuales no te hacen sonrojar. Mientras, el plato fuerte vino precedido por uno de los cortos más interesantes vistos en las sesiones. Into the Mud de Pablo Pastor propone un estilo físico, sucio y tenso a lo Rob Zombie o Alexandre Aja con una vuelta de tuerca de horror clásico muy apreciable. Keeper of Darkness empieza de forma sólida, como una variación moderna de la gran tradición china de cine de fantasmas, con factura visual impecable, pero que comienza a derivar en un melodrama romántico por el que nadie preguntaba y que convierte la experiencia en una medianía sin rumbo. Floja.

Miércoles 25: cal y arenas movedizas

La jornada del miércoles en Nocturna no comenzó mejor. The Offering es un mediocre intento de nadar en la piscina de los Insidious y Expedientes Warren de moda, añadiendo localización exótica. Se queda en otra mezcla de cine de fantasmas, demonios y exorcismos con un muy mal guión que puede valer al aficionado menos exigente. El corto que le precedía, The Mill at Calder’s End es una historia de fantasmas en la tradición de M.R. James, al estilo Hammer Films, rodada con marionetas. Absolutamente delicioso y lo mejor de los cortos exhibidos. La siguiente sesión empezaba con el corto español ganador del certamen. Behind es un correcto repaso del terror japonés, algo demodé pero efectivo. Seguiría la tarde Curse of Sleeping Beauty, sencillo y conciso cuento de terror que resamplea La Bella Durmiente con viajes oníricos y maldiciones de casa encantada, Djinns, e imaginería barkeriana en un mix entre La Celda y Silent Hill cuyo final no es lo que uno espera y sube puntos a lo que podría haber sido un esfuerzo mediocre. Con todo, la idea y planteamiento daba para más. Mientras tanto, Patient, la ganadora de la sección Oficial Dark Visions decepcionaba a todos los que habían acudido al pase por lo interesante de la premisa (una chica acosada por espíritus en una habitación de hospital), y cierto hype creado por el director del festival. Si bien no es la película que algunos se crearon en la cabeza, no es la ganadora de la sección por casualidad. Mucho más convincente fue The Lesson, un torture porn tardío que se eleva por encima de su anacronismo gracias a cierta coartada intelectual de la brutalidad que presenta, actuando como punto de fuga del conflicto de la falta de autoridad de la figura del profesor en un periodo especialmente difícil para estos.

Jueves 26: sorpresa final

El jueves sería una jornada más completa, donde la calidad de los títulos fue algo más regular empezando por Queen of Spades, una historia de fantasmas (casi japoneses) rusa, con el rimo clásico de esas tierras del este, pero que funciona perfectamente durante todo su metraje, y resulta una alternativa refrescante al cada vez más pobretón terror de la otrora prestigiosa factoría Blumhouse. Vino precedida por Cambio de Daniel Romero, un pequeño corto de factura impecable que rescata la figura de Zulawski en el contexto Twilight Zone que tan bien sabe aplicar el madrileño. De lo mejor visto en la pantalla de los Palafox. Al mismo tiempo, Sensoria aburría al personal con su descafeinada revisión de El Quimérico Inquilino en versión femenina; tiene potencial para ser una vuelta de tuerca al filme de degradación psicológica y fantasmas pero queda un poco en tierra de nadie. Con todo, su atmósfera es reseñable. Summer Camp de Alberto Marini divide opiniones, pero más o menos todos coinciden en que su juego del gato y el ratón zombie de bajo presupuesto es un entretenimiento de principio a fin. Al que suscribe la parece un buen trabajo de guión con una ejecución muy discreta, tratamiento visual y formal de cine de terror de hace 10 años y actores que sólo añaden leña a la hoguera de caspa. El corto de Sergio Morcillo, You’re Gonna Die Tonight es el homenaje a Scream en forma de corto que uno puede esperar de un corto que se anuncia como homenaje a Scream. Ha tenido tino con el momento de estreno dada la invasión de slasher en series y películas de “final girls”de los últimos meses. En la otra sala, Night of the Living Deb, sin embargo, llega tarde con su cansino resampleo de Shaun of the Dead de bajo presupuesto y con punto de partida idéntico a Extraterrestre de Vigalondo. Sorprende por su condición de comedia romántica desde el punto de vista femenino. Su personaje principal, probablemente, es el más singular de toda la muestra, convirtiendo la experiencia en un rato simpático y agradable. La jornada acabó con la mejor película vista en las pantallas del Palafox durante toda la semana, The Hexecutioners, relegada a la sección Madness, catalogándola erróneamente con una sesión golfa de gore festivo cuando resultó ser la mejor película de toda la selección. De lejos. Su mezcla de gótico italiano, surrealismo onírico, tratamiento visual heredero del británico de los 70, recuerda en su propuesta a una The Haunting con toques lovecraftianos, resultando coherente en todo momento, incluso en sus delirante y criticado clímax.

Viernes 27: el límite de la paciencia

El viernes del Nocturna marcaría una jornada aciaga. Empezó con Camino, un survival en la selva de Colombia con Zoe Bell (ganadora ex aequo del premio a mejor actriz) como protagonista, y que tarda en arrancar, no acaba de explotar su fisicidad latente y termina antes de que lo bueno se haga fuerte. Se salva por el divertido histrionismo de la interpretación de Nacho Vigalondo, creíble como villano cabrón. En la otra sala se proyectaba Abduct, terrible producción indie para homólogos de (Fri)Iker Jiménez en Norteamérica. Rancia como un programa de conspiraciones extraterrestres, lenta y con numerosos abandonos en la sala. No mucho mejor fue Cold Moon, adaptación de una novela de los ochenta, clásica variación de relato de ambiente típico de Stephen King, que en su translación al cine no se sabe que ha intentado, si ser una película de Asylum como las que hacía su director en sus inicios, una comedia surrealista estilo Twin Peaks o un terror fantasmal de variación J-horror. En realidad, ninguna de las tres, más bien es una broma de mal gusto a la que no la salva ni el cameo de Tommy Wiseau. Más miseria cerebral en Scream Week, un ¿slasher? holandés en la onda de El Arte de Morir y otros hitos del post Craven ibérico de hace veinte años. En realidad, parece un video promocional de un equivalente a Magaluf de Países Bajos, lleno de arbitrarias secuencias con tecno rancio y culos en slow-motion. Interminable, sin sangre y con cinco finales. Para pegarse un tiro. Menos mal que los chicos de House Harker contagiaron su entusiasmo y sentido del humor a toda la sala que asistió a la última sesión. Una comedia de vampiros con litros de sangre y poco presupuesto pero un sentido del humor idiota desternillante, si logras entrar. Pese a su irregular ritmo, el último tercio remontó y arrasó con la simpatía de sus protagonistas por bandera, que se llevaron el premio del público a la mejor película.

Sábado 28: recta final en blanco y negro

El sábado remontó la aciaga jornada anterior con proyecciones más reflexivas, como Embers, que gustó mucho, pese a su condición de corto alargado y parsimonioso. Consigue hacer reflexionar con su disperso catálogo de consecuencias en un post apocalipsis de la memoria. Funcionaría mejor como episodio de Black Mirror, su ritmo es innecesariamente lento y se recrea demasiado en planos que no son tan evocativos como sus directores pretenden. La siguiente parada parecía una extensión de la misma película, otro post apocalipsis, esta vez nuclear, en el que los personajes entrenan y juegan una competición de tenis imaginario. Pese a su tono lento, la idea loca funciona y tiene más sentido dentro de la trama una vez es presentada, pero igual no es tan brillante como para estar sentado más de hora y media viendo a los mismos dos personajes entrenar en paisajes preciosos una y otra vez. Si alguien vio Rendezvous que nos la cuente, porque al mismo tiempo se emitía la final de Champions con todos los madrileños ocupando tascas mientras la sala principal de Palafox se llenaba hasta arriba para disfrutar de Expediente Warren 2: El Caso de Enfield (The Conjuring 2), de la cual no puedo hablar por embargo de Warner. Lo que sí puedo decir es que la sala estaba llena de gente divirtiéndose, gritando, aterrada con risas nerviosas y aplausos estruendosos al acabar cada secuencia. Y creedme que eso NO ocurrió en ninguna otra sesión del Nocturna. Por otra parte, el corto que acompañaba, Restart, es una elongación del concepto de Los Cronocrímenes resultona, en gallego y con paisajes que quitan el aliento. La jornada acabaría con la ganadora de la sesión Madness, Patchwork, que como su propio nombre indica, es un remedo de parches de cine trash de talante festivo que, desgraciadamente, no tenía ni pizca de gracia. Se aprecia la recuperación del espíritu de Frankenhooker o La Novia de Re-Animator y su intento de hacer algo diferente, pero el desarrollo facilón y su puesta en escena casi amateur genera cansancio rápidamente, probablemente por la falta de sentido de un guión sin centro de diana.

La ronda de homenajes de esta edición venía fuerte: por una parte, Vincent Price era recordado en su 105 cumpleaños con la proyección de El Pozo y el Péndulo de Roger Corman, una de las más populares de su ciclo Poe que, pese a no estar entre las mejores, siempre es un placer ver en pantalla grande. Su hija Victoria no estuvo disponible finalmente. Otro homenaje y recuerdo para Escalofrío, la pieza de fantaterror ibérico proyectada junto al nuevo documental sobre su rodaje, Satan’s Blood y el corto El Último Guión, un homenaje al mundo de los Templarios de Amando de Ossorio. Pequeño momento de encuentro entre algunos de los aficionados al género hecho en España, que a veces funcionan más como pequeños grupos de mafias vetustas que prefieren lanzarse pullas entre ellos y no como un grupo de fans unidos por una afición común. Más emoción en la entrega del premio honorífico a John Landis, un caballero, elegante, brillante y sardónico, por el que no pasan los años y cuya amabilidad no está reñida con su carácter crítico y estricto. Los pases de Un Hombre Lobo Americano en Londres y Burke and Hare contaron con su incomparable presencia. Un tío grande.

Domingo 29: cierre y conclusiones

El domingo, último día de Nocturna, se limitó a tres proyecciones que pertenecía a la sección Panorama, de películas fuera de concurso. Wind Walkers es una lentísima y aburrida revisión del mito del wendigo, que se une a la otra gran pila de adaptaciones sin interés del demonio del viento, las únicas que merecen son las de Larry Fesseden, pero la materia bien merece otra visión algo más digna. Siguió la tarde con Estirpe, una pequeña producción española, de presencia huérfana en la muestra, alrededor del mundo del cómic. Su argumento gira en torno un clásico de la historia del tebeo, cuyo autor desaparece misteriosamente para ser buscado 44 años después, cuando una productora quiere adaptar su obra al cine. Buenas intenciones pero muy lastrada por las constricciones de la producción. La última pieza del día fue la digna The Dead Room, una alternativa neozelandesa al terror made in Wan que recupera el tono de La Leyenda de la Casa del Infierno en un contexto de tristanbakers modernos con una planificación sencilla, un desarrollo limpio y un climax terrorífico y sorprendente que da un cierre perfecto a una película de fantasmas que no ofrece mucho, pero lo que ofrece, lo ofrece bien.

Punto y final a una edición más variada, de calidades irregulares pero con oportunidades para descubrir buenas joyas ocultas entre la oferta del fantástico independiente, que pese a su renqueante salud, tiene el potencial para ofrecer variaciones originales los próximos años. Quizá puedan incluirse en el panorama, más muestras ya conocidas en otros festivales que el público de Madrid no hubiera visto, a pesar de su recorrido en otras muestras, o incluso en plataformas digitales. Con todo, la receta de Nocturna va cogiendo sabor propio, gracias al gran trabajo de la organización y el esfuerzo de todos lo implicados por luchar contra la sangrante dejadez de algunos aficionados. La supervivencia de este tipo de encuentros no se arregla criticando e indignándose, se arregla asistiendo y disfrutando, abriendo la mente. El sectarismo y la envidia española es la peor enemiga de la cultura. Es inaudito que Madrid no hubiera tenido esto antes, pero lo triste es que quizá la respuesta de la ciudad es tibia, como si no fuera con ella, un mal que sufre en muchos otros ámbitos.

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