Vengadores: Endgame finiquita la primera etapa del Universo Cinematográfico de Marvel, aquella que el productor -y protector- de la serie Kevin Faige ha bautizado como La Saga del Infinito. A estas alturas poca o ninguna presentación necesita este gran fenómeno intergeneracional que podríamos situar al lado de Star Wars o El Señor de los Anillos; si por algo han destacado las piezas de este gran puzzle es que han mantenido siempre (más que menos) un nivel de calidad y cohesión con el mundo presentado, hace ya once años, en Iron Man de Jon Favreau. Cuando la Casa de las Ideas confió en el buen hacer de los hermanos Joe y Anthony Russo, nacieron algunos de los episodios favoritos del fandom: véase El Soldado de Invierno, Civil War o la reciente Infinity War. La pregunta ahora es: ¿está Vengadores: Endgame a la altura? Y lo más importante: ¿es un cierre digno?
Vengadores: Endgame es a la franquicia masiva de Marvel -en especial Infinity War– lo que Kill Bill Vol. 2 de Quentin Tarantino era respecto a su predecesora: una película de personajes. Si bien la anterior entrega era una historia dedicada a Thanos cuya perspectiva nos descubría uno de los mejores villanos del género, ahora regresamos al punto inicial: a los Vengadores que han sobrevivido al chasquido del Titán Loco y siguen sin encontrar su lugar en un mundo desesperanzado.
Por supuesto que hay acción -a raudales, como demuestra el majestuoso acto final- y fan service del bueno, pero los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely han conseguido equilibrar la balanza con corazón. Endgame es una carta de amor sincera dirigida a nosotros, los espectadores, que aún con sus puntos flacos (pinceladas de humor innecesario marca de la casa, agujeros argumentales del tamaño de Hulk) convence gracias a la entrega del reparto veterano: Robert Downey Jr., Chris Evans, Scarlett Johansson, Chris Hemsworth, Jeremy Renner y Mark Ruffalo están mejor que nunca; cada uno tiene su(s) momento(s) para brillar… ¿por última vez?
Es altamente recomendable experimentar Endgame conociendo poco o nada de ella (algo difícil en estos tiempos de sobreinformación): el viaje de esta montaña rusa emocional es tan inesperado, arriesgado y emocionante que no tiene miedo de remover los cimientos del universo en el que se mueve. No imaginamos mejor conclusión para este arco de veintidós películas. Las posibilidades futuras son excitantes: ¿cómo encajarán Los Cuatro Fantásticos o los X-Men llegado el momento?