La construcción de un túnel provoca que un gigantesco troll despierte de su letargo. Confuso y enfadado, se dedicará a sembrar el caos y la destrucción a su paso mientras el ejército y una arqueóloga tratan de detenerlo.
El director Roar Uthaug, que venía de dirigir el reboot de Tomb Raider, se encarga de este kaiju al estilo noruego, donde la mitología y el folclore sirven de base para una monster movie que no deja de ser Godzilla pero con un troll, y que no aporta mucho más salvo las pinceladas mitológicas relativas a estos monstruos escandinavos alérgicos a la luz del sol y la sangre cristiana.
Troll funciona casi como una secuela no oficial de la muy superior Troll Hunter, el found footage dirigido por André Øvredal. Aquella funcionaba mucho mejor a todos los niveles, empezando por su concepto mismo, su enfoque, bastante más original y siniestro, centrado en hablarnos de estos peligrosos monstruos, el modo de hacerles frente y sobrevivir a un encuentro con ellos, y de conspiraciones gubernamentales encargadas de ocultar su existencia. Mientras que Troll pone el foco en el espectáculo, Troll Hunter se preocupaba más por ser interesante y terrorífica, y aunque ambas intenciones me parecen válidas, me quedo con la segunda.
Troll es como si Troll Hunter la hubiese dirigido Roland Emmerich en 1998, para que nos entendamos. Que cada cual decida si eso es positivo o negativo.
Una película convencional trufada de algunas buenas ideas que, por suerte, va de menos a mucho más, regalándonos unos cuarenta minutos finales realmente espectaculares y tan disfrutables como para que valga la pena verla sólo por ese tercer acto. Es un título que va al grano, y aunque pronto caerá en el completo olvido (como casi todo lo que se estrena hoy en día, ya sea por baja calidad o, sobre todo, por la saturación debida al exceso de contenidos que tragamos sin digerir porque somos humanos y no discos duros), es de agradecer que de vez en cuando se estrenen películas así de sencillas, sin universos compartidos y, lo más difícil, capaces de funcionar y mantener el tipo durante todo su metraje. Troll consigue todo eso, y pese a que sintamos la impresión de haber visto todo esto antes (porque es cierto que lo hemos visto, no nos engañemos), no debemos olvidar que la película no busca ser más que un entretenimiento aventurero a la antigua, con cierto toque añejo noventero, chistes malos, comportamientos incoherentes, efectos especiales, disparos, bombardeos y un monstruo trágico en la línea de nuestros queridos King Kong y Frankenstein.
No os cambiará la vida, pero os alegrará la tarde.