Crítica de Terrifier 3 (2024, Damien Leone)

Terrifier 3

La verdad, no sé por dónde empezar a hablar de Terrifier 3 porque ya escribí sobre la segunda, y las cosas no han cambiado mucho entre aquella y esta. De hecho, casi podría hacer un copiar y pegar de aquella reseña y valdría para la tercera entrega. Va a ser difícil, pero de algo hay que hablar, porque para eso estamos aquí.

Como dije en su momento, entré con mal pie en esta saga. La primera no me convenció, pero después de ver lo mucho que la secuela subió el nivel, no me quedó más remedio que bajar las defensas y dejarme llevar por esta fiesta gore, brutal y sin remilgos. Terrifier 3 es exactamente más de lo mismo, aunque se dan respuestas (más o menos) a preguntas que quedaron en el aire en la anterior y, para sorpresa de nadie, queda claro que el juego de esta saga consiste en mantener al espectador en vilo, y no por la trama, sino por la curiosidad morbosa de averiguar cuál será la siguiente salvajada ultra gore que llevará a cabo Art el payaso. Viendo algunas muertes de esta película, me acordé de American Psycho, y no de la película, sino de la novela. Curiosamente hay una muerte en Terrifier 3 idéntica a una de la novela de Bret Easton Ellis, sólo que cambiando el orificio de entrada. Si en Terrifier 3 es la boca, en American Psycho es… Bueno, da igual. El caso es que todo esto me resultó curioso porque, en su momento, cuando leí la novela, pensé que era imposible llevar al cine ese nivel de brutalidad explícita sin que la policía se presentase en el rodaje y arrestase a la mitad del equipo, pero resulta que Terrifier 3 ha sobrevolado esos límites, y lo ha hecho muy de cerca. Aunque… ¿realmente existen esos límites? Quizá no. Quizá lo que pasa es que hace unos años era impensable llevar a salas comerciales algo tan violento y sangriento como las películas de Terrifier, y ahora, entre las aventuras de Art y películas como The Substance, las salas se están llenando de casquería, sangre, pus y mutilaciones. De alguna forma, los recatados estrenos comerciales están dejando espacio a lo irreverente y transgresor. Ya era hora.

Llegados a este punto, somos conscientes de que cada nueva entrega será más burra que la anterior, y que las muertes serán cada vez más explícitas y largas, porque dejar de pisar el acelerador ya no es una opción. Los fans no perdonarían que se bajase el nivel de la casquería ni lo más mínimo. Siempre hacia arriba, y no hay alternativa. Lo cierto es que tengo muchísima curiosidad por ver Terrifier 4, y no sólo por comprobar hasta dónde es capaz de llegar Damien Leone, sino también porque el final de esta tercera entrega ha dejado sobre la mesa un caramelito que puede dar para mucho. Muchísimo. Sólo espero que el cineasta sepa encontrar el equilibrio entre saber aprovechar ese lienzo en blanco (me ahorro los detalles porque es un spoiler) y no estirar el chicle durante mucho más.

Terrifier 3 tiene el mismo defecto que la segunda, y es su dificultad para conseguir la atención y el interés del espectador cuando Art no está en pantalla cometiendo alguna atrocidad. Es como las nuevas películas del universo de King Kong y Godzilla: a nadie la importa nada que no sea ver monstruos peleando entre edificios, y no logran que el drama y el conflicto humano resulte interesante. Son sólo pausas incómodas pero necesarias entre pelea y pelea. Pues en este slasher ocurre un poco eso. En la primera, dada su escasa duración, no sucedía esto, o al menos no sucedía de una forma tan evidente, pero ante duraciones tan altas como las de Terrifier 2 y 3, el problema aumenta de tamaño. Por otro lado, y esto sí es positivo, me alegra comprobar que esta saga cada vez luce mejor en cuanto a fotografía, maquillajes y efectos especiales. Una cosa de Terrifier 1 que me provoca mucho rechazo, es ese aspecto digital tan feo y amateur, sin textura. El cine de serie B de ahora, tan digital, limpio y sin alma, tiene un aspecto mucho peor que el de antes, el analógico, así que agradezco que esta tercera entrega, como ya hacía la segunda, haya podido contar con un equipo técnico que mejore el acabado visual.

No creo que Terrifier 3 sea una gran película a pesar del carisma de su particular protagonista (el trabajo físico que realiza David Howard Thornton es digno de aplauso. Su expresividad, en parte gracias a un maquillaje sencillo pero eficaz, y su forma de moverse, como un actor cómico de cine mudo, hacen de Art el payaso algo fuera de lo corriente y difícil de olvidar), convertido ya en un nuevo icono del cine de terror, pero ha conseguido llenar salas, y eso es bueno y necesario. La última vez que estuve en una sala completamente llena, fue con Barbie. Quiero decir, no es sólo que esta película haya llenado salas. No se trata sólo de eso. Se trata de que una película en la que, entre otras muchas cosas, mueren niños, alguien se masturba con un cristal y a un tipo le mutilan los genitales en primer plano con una motosierra haya llenado hasta los topes la misma sala en la que vi Barbie, me parece inevitablemente maravilloso. Un milagro, visto el panorama y las cosas que rompen la taquilla hoy en día.
En especial quiero enviar un saludo a la chica que se sentó a mi lado con su madre, a la que estoy seguro de que llevó al cine con el único objetivo de ver cómo reaccionaba. La señora, a los veinte minutos, se marchó de la sala. Al rato regresó, sí, pero no tardó en volver a irse mientras la chica le explicaba cosas de la entrega anterior para que la escandalizada mujer entendiese lo poco que estaba viendo. Era como “vale, mamá, quiero que entiendas BIEN de qué va esto antes de que te vuelvas a levantar para ir a vomitar”.

En resumen, puede que no esté entre mis películas favoritas del año, pero me alegra que un título tan a contracorriente, agitador y salvaje haya llegado a salas comerciales y esté teniendo éxito.
Espero que la cuarta entrega sea el broche de oro que merece esta saga, y a ser posible que la dejen descansar ya, antes de que la fórmula se vuelva repetitiva.