Crítica: ‘La Semilla de Chucky’ (2004, Don Mancini).

La Semilla de Chucky

En La semilla de Chucky, la aparición de Glen dará la vuelta a lo que hasta ahora conocíamos del muñeco asesino. Glen es el hijo huérfano de Chucky y Tiffany, su perversa y retorcida novia. El primogénito de los malignos muñecos, aprovechando que en Hollywood se prepara una película acerca de la leyenda urbana de sus sanguinarios padres, resucitará a sus progenitores. Pero las relaciones familiares son todo menos sencillas, y mientras que Chucky busca seguir haciendo el mal, su hijo no quiere seguir los pasos de sus padres y convertirse en un asesino…

Director: Don Mancini.
Reparto: Brad Dourif, Jennifer Tilly, Hannah Spearritt, Redman, Debbie Lee Carrington, Stephanie Chambers, Hannah Spearritt, John Waters, Keith-Lee Castle, Steve West, Billy Boyd.

La Semilla de Chucky. Extraña producción donde las haya, nacida sin duda para el deleite de los fanáticos de la saga de Muñeco Diabólico (de la que compone la quinta parte): sin embargo no renuncia a intentar atraer a un público más general.

Cuenta La Semilla de Chucky la atribulada vida del vástago del muñeco del demonio. No conociendo su origen, es explotado por un ventrílocuo inglés y satánico, que lo humilla constantemente y desprecia porque, a pesar de parecer el hijo de Marilyn Manson y Avril Lavigne, el chaval tiene buen corazón. Televisión mediante, el crío ve una imagen de sus padres y se entera de que una película sobre ellos está en marcha, protagonizada por Jennifer Tilly. Se lía la manta a la cabeza y aparece en Hollywood para resucitar a sus padres, matar a todo el mundo que pueda, sobrevivir a los conflictos familiares típicos de una familia de no-muertos resucitados mediante vudú en forma de engendros plásticos (esto último podría recordar a un capítulo de Los Osbournes) y resolver las dudas de identidad sexual que todo muñeco andrógino tiene.

Así es la historia. Está enfocada desde el esperpento y la auto-parodia, cosa que supongo que deleitará a los más acérrimos seguidores de la saga. El lado esperpéntico lo fomentan por un lado hechos como la aparición de Jennifer Tilly interpretándose a sí misma interpretando a la novia de Chucky en la película que se rueda dentro de la película, a la vez que en la segunda pone voz a la novia de Chucky. Parece confuso, pero visto aún lo es más. Luego ayuda también el hecho de que aparezca John Waters (Pink Flamingos), más en un cameo que en otra cosa, cuyo aspecto es esperpéntico de por sí. El lado paródico está sustentado sobre las bases de un argumento y unas situaciones nada serias, con una pareja de asesinos del más allá discutiendo como orientar su vida familiar y similares, junto con continuas referencias y parodias de películas ya clásicas como El Resplandor o Glenn o Glenda. Así es, y así funciona La Semilla de Chucky.

Los actores están al nivel que se les exige: son capaces de dar réplica a tres muñecos de plástico en cuya animación tampoco es que se haya volcado mucho esfuerzo. Mención especial a Jennifer Tilly y a Redman que logran meterse en el papel de manera sublime, lo que demuestra por un lado una magnífica dirección de actores y por otro un ojo avizor a la hora del casting. Nadie como ellos podría haber dado vida a Jennifer Tilly y Redman en la ficción. Ya me entendéis.