Crítica: ‘Krampus: Maldita Navidad’ (2015, Michael Dougherty)

Krampus

Krampus arranca cuando una numerosa familia se reúne para empezar las fiestas de Navidad. Los problemas o discusiones inherentes a toda festividad provocan que uno de los benjamines de la familia destruya su carta para Papa Noel, perdiendo así el espíritu navideño. A partir de entonces se desata un infierno de viento y nieve capitaneado por Krampus y sus amigos dispuestos a dar una temible lección al joven incrédulo.

Director: Michael Dougherty
Reparto: Allison Tolman, Emjay Anthony, Adam Scott, David Koechner, Toni Collette, Conchata Ferrell, Stefania Owen, Gareth Ruck, Leith Towers, Krista Stadler, Mark Atkin, Maverick Flack, Sophie Gannon, Queenie Samuel, Lolo Owen.

Nos plantamos ante una obra extraña, arriesgada en cierto punto y eso siempre es de agradecer. Hay que reconocer que Krampus es desconcertante en su inicio, momento cuando más presume de todos los tópicos del género navideño. Se nos presenta drama extremadamente ligero con una tonalidad cómica por la estupidez de alguno de sus miembros o situaciones. Un punto de partida en blanco, dejando al film con un gran abanico de posibilidades. Ideal para desarrollar una dulce comedia romántica o familiar, pero en este caso no esperamos eso. Tanta ligereza inicial intuye un sanguinario slasher, torturando y destripando a cada uno de los miembros de la familia, tiñendo la blanca nieve con el rojo de los gorritos de Navidad y la sangre de los familiares. Las expectativas eran ver una obra muy ligeramente similar al estilo de la saga de Halloween iniciada por el gran John Carpenter. La expectativa era terriblemente equivocada, pero al pensar en una festividad teñida de terror inevitablemente me viene a la mente la obra de Carpenter.

Krampus se centraen la aparición de una tormenta de nieve y un ser de apariencia monstruosa que acecha a la familia. Lo que se presupone será la vertiente de terror del film termina siendo un mero intento que no llega al terror y únicamente consigue rallar el entretenimiento. La tonalidad cómica se consolida y sitúa el film a terreno de nadie. Sin un ápice de gracia ni de temor el ligero entretenimiento que la envuelve parece ser su única virtud. Con esta falta de fluidez tan brutal, la película llega a su parte central y allí es donde consigue salir de su extraño sin sentido.

Con los protagonistas -más o menos- atrincherados en su casa y alguna que otra laguna argumental, la película vira hacía lo rocambolesco o directamente hacia el frikismo de la mano de los acompañantes del antagonista: una galería de malvados juguetes de Navidad con muchas ganas de fiesta. Por primera vez uno de los elementos por los que apuesta la obra fluye con cierta eficacia. Estamos, sin duda, ante el mejor momento del film, cuando aumenta la estupefacción y el interés del espectador. Entre el ligero entretenimiento y algún que otro momento extraño. 

Con un nivel global realmente bajo, el film consigue brillar en cierta forma cuando se centra en su mensaje, básicamente en dos momentos puntuales. La historia de Krampus expuesta por la abuela de la familia en formato de cuento animado, como si de una obra de animación de Tim Burton se tratara, es realmente bella a nivel visual y fantástico. El final también destaca en ambos niveles por el nivel más poético que desprende. La banda sonora también es un punto fuerte del film, más por su fluidez con el conjunto y el momento que por la propia elección.