Crítica: ‘Jurassic World: El Reino Caído’ (2018, J.A. Bayona)

Jurassic World: El Reino Caído

Jurassic World: El Reino Caído comienza cuando una erupción volcánica amenaza a los dinosaurios restantes en la Isla Nublar, donde las criaturas han vagado libremente durante años tras de la desaparición del parque temático.

Director: J.A. Bayona
Reparto: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, James Cromwell, Rafe Spall, Toby Jones, Justice Smith, Daniella Pineda, Ted Levine, Geraldine Chaplin, Jeff Goldblum, B.D. Wong, David Olawale Ayinde, Bobbi Jo Hart, Daniel Stisen

El poder de la genética se ha desatado. El estreno de Jurassic World revivió el interés del público por los dinosaurios, insuflando toneladas de nostalgia a un producto repleto de carencias argumentales. Con la inevitable secuela marcada en el calendario del estudio, quién mejor para hacerse cargo de una saga donde los niños siempre han sido de gran importancia que nuestro J.A. Bayona. El público estaba nuevamente enganchado y el final de la primera entrega abría infinidad de posibilidades, haciendo imprescindible una secuela que volara por sí misma, alejándose del pasado de la saga en búsqueda de un brillante nuevo futuro. El resultado final es satisfactorio a la par de agridulce, una mezcla de sensaciones que resumen a la perfección una película llena de luces y sombras.

Tras el final de Jurassic World la franquicia tenía la oportunidad de explorar nuevos territorios, cosa que El Reino Caído hace con cierto disimulo, evitando perturbar el alargado legado de la saga iniciada por Spielberg. En esta entrega los dinosaurios se convierten en protagonistas absolutos, marcando una primera mitad donde los legendarios animales pierden su entidad de feroces amenazas para convertirse en cuestión de estado ante su inminente extinción. Y éste es un aspecto clave, la humanización de los habituales monstruos en un interesante debate sobre la moralidad y legitimidad del hombre para modificar el mundo a través del cada vez más extendido diseño genético. El corte infantil propio de la saga impide que estos aspectos de la trama sean plenamente desarrollados; sin embargo, dejar pequeños retazos de este subtexto narrativo abre un interesante debate que esperemos pueda ser retomado en futuras entregas. Dejando de lado aquello que la trama insinúa sin llegar a mostrar, lo que siempre ha caracterizado a las secuelas de Jurassic Park es su apuesta por la aventura y el entretenimiento, aspecto donde la película comienza a patinar a pesar de la capacidad de Bayona para imprimir su huella durante parte del metraje. Tras una primera mitad excesivamente formulaica, la cinta se aleja de su predecesora transformándose en un interesante thriller, con momentos que provocarán pesadillas entre los más pequeños.

El guión sigue sin ofrecer al reparto humano ocasiones para lucirse, reduciendo la participación de Pratt y Howard a algo meramente anecdótico. Sus personajes atraviesan las mismas situaciones vistas en la primera entrega, sin notarse ningún desarrollo en su relación respecto a lo visto en Jurassic World. Tal es esta repetición que ambos personajes comienzan y terminan ambas cintas dejando su relación en el mismo punto. Las nuevas incorporaciones no aportan demasiado, más allá de servir como recambio arqueotípico a roles semejantes vistos a lo largo de la saga. Y es que el principal problema que comparten estas dos entregas es su incapacidad para crear personajes memorables que logren calar en el espectador. En esta ocasión este problema es menos notable gracias a la empatía que despiertan ciertos dinosaurios, pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Con un esqueleto narrativo fuertemente marcado por El Mundo Perdido, es una pena que el guion de Colin Trevorrow se quede corto sin arriesgarse a volar más alto.

Bayona no oculta su admiración por el cine de Spielberg, desperdigando a lo largo del metraje algunas secuencias claramente influenciadas por el trabajo del director. Es sorprendente la capacidad del español para crear momentos icónicos, que estoy seguro perdurarán en el tiempo entre los amantes de la saga. Cuando es capaz de llevar la historia a su terreno durante la segunda mitad del metraje, El Reino Caído mejora, esquivando con  mayor solvencia carencias de un guion que nuevamente no está a la altura del estilo visual imprimido en pantalla. Nos encontramos con un resultado digno del legado de la franquicia, logrando cumplir como veraniego entretenimiento que hará disfrutar a los amantes de los dinosaurios y a los más pequeños de la casa. Sin embargo, es una lástima ver como El Reino Caído sacrifica parte de su potencial en busca de crear un espectacular punto de partida para futuras entregas de la franquicia. Las posibilidades vuelven a ser infinitas, solo queda esperar que no vuelvan a desperdiciar la oportunidad y logren ofrecernos un resultado más redondo.