Dos hermanos gemelos reciben como regalo un mono de juguete. No tardarán en descubrir que este mono tiene la costumbre de matar por placer y de las formas más horribles imaginables.
Osgood Perkins es uno de los nuevos directos de cine de terror con una de las filmografías más impredecibles. Tras debutar con La enviada del mal y Soy la bonita criatura que habita en esta casa (ambas fallidas, para mi gusto), nos entregó Gretel y Hansel, que sin ser perfecta (reconozco que el tráiler me gustó más que la propia película), ya nos dejaba pistas de estar ante un director con una voz propia y mucho que aportar si lograba depurar algunas cosas. Y después vendría Longlegs, la que para mí es la gran película de Perkins y su consagración como nueva promesa en esto del cine de terror.
Ahora, tomando como punto de partida un relato de Stephen King. llega The Monkey. No me lo esperaba para nada. Quiero decir, creo que la película se anunció poco antes del estreno de Longlegs, y como es lógico, todos esperábamos algo en la línea de este director, que a pesar de sus altibajos ha mantenido un estilo homogéneo y coherente. Reconozco que el proyecto me generaba cierto desinterés, tal vez por imaginarlo más convencional, hasta que vi el primer tráiler y comprendí que la cosa no iba en serio. Ahí me ganó.
Me fascina cuando un director se sale de su propio sendero y se mete en un terreno totalmente distinto a todo lo anterior. En este caso, el contraste es increíble, ya que El mono es frenética y de todo menos sutil. Es casi como ver dibujos animados… Unos dibujos animados muy violentos y sangrientos, porque de eso va la película. No hay una gran historia en su guion, y el suspense se limita a cierto giro en el tercer acto y a la incógnita de quién será la siguiente víctima y cómo morirá. Los cimientos de este atípico slasher consisten en el impacto que nos provoca cada una de las muertes; muertes en las que no podemos sentirnos reflejados porque son tan inverosímiles que alcanzan lo inexplicable, pero ahí está la gracia. Cuando el mono toca el tambor, algo, lo que sea, sucede para que alguien muera. Insisto: lo que sea. Y es gracioso que todo sea tan retorcido y cafre.
Pero aunque el mayor músculo de El mono sea ejercer como una guía para matar personas de formas tan creativas y brutas que nos provoquen la risa (la película está mucho más enfocada a la comedia que al terror, hay que decirlo), sería injusto obviar sus otras cualidades: diálogos afilados, un humor negro y cínico, y algunos gags diseñados a partir del montaje de la película (cortes bruscos, imágenes congeladas, etc). Por momentos, más que Osgood Perkins parece Quentin Tarantino al frente de una secuela de Grindhouse.
Dejando a un lado los divertidísimos cameos (que no desvelaré), tenemos como principal protagonista a Theo James, y lo tenemos por partida doble, ya que interpreta a los estresados hermanos gemelos acosados por el mono. Theo James lleva a cabo el ejercicio interpretativo de dar vida a dos personajes totalmente opuestos, héroe y villano. No es que esto sea algo original, ya lo hemos visto antes en películas como Legend (la de Tom Hardy), Adaptation o la tercera temporada de Fargo, pero siempre es divertido ver a un mismo actor sacar adelante dos personajes que son polos opuestos. En este caso, uno es tímido y sosito, y el otro… Poco menos que un villano de Batman.
Atención también a Tatiana Maslany, que está genial en el papel de la sufrida y cáustica madre de estos gemelos.
El mono funciona tan bien porque su premisa es clara y sencilla, como las mejores cosas de la vida: giras la llave y alguien muere. No se sabe quién, pero alguien muere. Con una idea de base tan juguetona, la película ya está resuelta sin necesidad de enfangar el guion con tramas enrevesadas y añadidos que aporten una complejidad que no hace falta. A veces, una pizza no necesita cinco ingredientes; basta con un par de ellos que sean muy buenos y combinen bien.
Si se está dispuesto a entrar en la locura ultraviolenta que propone Perkins, es muy fácil disfrutar de estos noventa minutos de muerte y caos.